El polvo no se había asentado aún del bombardeo cuando los primeros disparos enemigos empezaron a zumbar. Falk bajó la escotilla con una sola mano mientras gritaba:
—¡Contacto frontal, trincheras a 11 en punto! ¡Blindado ligero británico detrás del segundo montículo!
El rugido del Panzer tapó cualquier respuesta. Konrad ya estaba cargando el proyectil. Helmut giró la torreta con la precisión de quien ya no necesita pensar. Y entonces lo vieron: un Stuart asomaba el cañón entre los restos de una posición recién bombardeada.
—¡Fuego! —ordenó Falk.
El disparo sacudió todo el tanque. El proyectil impactó justo bajo la torreta enemiga. El blindado británico estalló en una llamarada sucia de aceite y metal.
—¡Confirmado, eliminado! —cantó Ernst desde la mira secundaria.
Falk no esperó.
—¡Avanzamos! ¡Lado izquierdo, apoyo de infantería español en movimiento! ¡No dejéis que nos alcancen por el flanco!
Mientras otros esperaban órdenes de arriba, Falk ya estaba ejecutando el plan. Auftragstaktik en estado puro: sabía el objetivo, sabía cómo llegar, y lo demás quedaba en sus manos.
A su derecha, un Panzer de la 3.ª sección quedó atrapado en una trinchera mal cubierta. Los disparos de ametralladora desde una posición británica intentaban suprimir al conductor que asomaba. Falk no lo dudó. Movió su vehículo en ángulo, usó el chasis para cubrir al otro tanque, y lanzó dos proyectiles más contra el nido de resistencia.
—¡Objetivo neutralizado! —gritó Konrad mientras recargaba—. ¡Les hemos salvado el pellejo!
El avance continuaba. El polvo era fuego. Los cuerpos, siluetas entre llamas. Falk no hablaba de más. Se metía en el ajo sin una queja, sin una pausa. Sabía que eso esperaba de él. Sabía que si no lo hacía, nadie lo haría por él.
Una ráfaga de artillería cayó a escasos metros.
—¿Todo bien? —preguntó Helmut.
Falk, con la mirada fija en la línea enemiga, simplemente respondió:
—Aún no estamos lo bastante dentro.
Y pisó el acelerador.