Centro de reorganización y reequipamiento – Norte de Orléans16 de enero de 1943
Las paredes estaban limpias. Las ventanas tenían cristales intactos. Y el suelo, pulido. Para algunos soldados del pelotón de Falk, era la primera vez en meses que veían un edificio sin impactos, sin sangre, sin fuego.
El oficial de inspección vestía un uniforme impecable. Tenía acento berlinés y una voz metálica. Leyó la lista con tono neutro, sin levantar la vista del papel:
—Tercer pelotón blindado, Leibstandarte SS Adolf Hitler. Designados para reequipamiento completo. Antes de asignación definitiva, se requiere inspección física, estado psicológico básico y aptitud técnica.
Ernst masculló en voz baja:
—No preguntaron si estábamos bien cuando nos disparaban.
Konrad no sonrió, pero se le notó el pensamiento.
Uno por uno, los hombres pasaron por las estaciones: revisión médica rápida, pruebas de audición, visión, reflejos. Algunas preguntas estándar.
—¿Ha dormido usted bien en los últimos días?
—He dormido en una barcaza rodeado de motores. Comparado con El Alamein, es el Ritz.
Helmut, al salir, comentó con sorna:
—Nos miran como si fuéramos caballos antes de una subasta.
Después vino la evaluación técnica. A Falk le entregaron una carpeta. Un ingeniero del Heer, con gafas redondas y bata gris, lo recibió con aire de rutina.
—Se le asignará un nuevo modelo. Antes de eso, requerimos revisión de conocimientos mecánicos y tácticos. ¿Con qué tipo de blindado ha operado hasta ahora?
—Panzer IV. Varias versiones. Polonia, Varsovia, Ucrania, África.
El ingeniero levantó la mirada por primera vez.
—¿Y sigue vivo?
—De momento.
No hubo más preguntas.
Al anochecer, el pelotón volvió a su pabellón. Habían superado todas las pruebas. Los resultados se entregarían al día siguiente.
Falk se quitó los guantes, se sentó en su litera y se quedó quieto.
—Mañana sabremos con qué vamos a morir la próxima vez —dijo sin ironía.
Nadie respondió. Konrad encendió un cigarrillo. Vogel, desde su cama, murmuró:
—Prefiero morir en uno nuevo.