Campo de instrucción blindada – Norte de Orléans19 de enero de 1943
La tierra temblaba con cada giro de torreta. El cielo estaba limpio, pero el aire olía a aceite fresco, a humo de motor y a acero nuevo en fricción.
El Tiger I avanzaba lento pero firme, como un animal pesado que no necesitaba correr para intimidar. Falk iba en la escotilla, observando el terreno sin perder detalle. El motor Maybach rugía con fuerza contenida.
—Derecha suave, obstáculo frontal —informó Helmut desde dentro.
—Corrigiendo. Apunta 5 grados al flanco —añadió Konrad, ajustando el cañón.
Ernst, en la radio auxiliar, murmuró:
—Es como manejar un templo.
Falk no respondió. La torreta se alineó. El blanco era una carcasa vieja de camión blindado colocada a 700 metros.
—Fuego —ordenó con calma.
El disparo retumbó como un trueno contenido. El proyectil perforó el objetivo con una violencia casi elegante. El blanco se desintegró. Silencio después.
—Confirmado —dijo Konrad—. Este cañón no perdona.
—
A unos metros, el Panther de Konrad trazaba un arco amplio. Se movía como un lobo en comparación al oso de Falk. Sus líneas eran limpias, su perfil bajo, su cañón largo.
—Es más nervioso —comentó Konrad al bajar la escotilla—. Más ágil. No tiene el mismo respeto que el Tiger… pero tiene hambre.
Los Panzer IV de Ernst, Helmut y Vogel cumplían con eficacia. Disparos directos, recarga rápida, buena comunicación.
—Como volver a la bicicleta de siempre, pero con mejor asiento —dijo Helmut.
—Y mejores dientes —añadió Ernst tras ver cómo su proyectil atravesaba una carcasa de artillería.
—
En la pausa para comer, la tripulación del Tiger se sentó en la sombra del blindado.
—No me acostumbro a esta altura —dijo Helmut—. Siento que estamos en un piso superior.
—Y el blindaje… es absurdo. ¿Has visto el grosor del frontal? —preguntó Ernst.
—Sí, pero si nos dan por el costado no lo vamos a notar como un rasguño. Nos lo vamos a tragar entero —respondió Konrad, práctico.
Falk observaba en silencio el cañón principal. Luego habló:
—Es lento. Gira como un elefante. Pero si apunta primero... no hay segundo.
—¿Y tú qué opinas, comandante? —preguntó Helmut, mirándolo con una media sonrisa.
—Es un arma —dijo Falk—. Y nosotros no estamos aquí para conducir. Estamos aquí para usarla bien.
—
Por la tarde, los cinco tanques realizaron una maniobra conjunta. Coordinación de líneas, uso de flancos, radio táctica. Las órdenes de Falk eran secas, claras. Sus hombres respondían como siempre: sin duda, sin pausa.
Al terminar el ejercicio, el responsable del campo comentó en voz baja a su ayudante:
—Estos ya han peleado. Lo llevan en la piel.
El ayudante asintió.
—Y en la mirada.