Capítulo 73 – Marcha hacia la grieta

Centro logístico del Heer – Orleans24 de enero de 1943

El comedor estaba más callado de lo habitual. El café sabía a metal, pero nadie se quejaba. Sobre la mesa, un periódico doblado mostraba un titular escueto: “Paulus cercado en Stalingrado”.

Vogel lo leía en silencio, los labios moviéndose con cada línea.

—“Dicen que los soviéticos han cerrado el cerco completamente. El VI Ejército no puede salir.”

—“Y tampoco pueden entrar refuerzos,” murmuró Ernst, apoyado en su taza vacía.

—“¿Se han rendido?” preguntó Udo.

Konrad negó con la cabeza, seco.

—“Todavía no. Pero los están estrangulando por dentro.”

—“Escuché que Manstein planea romper el cerco desde el Don,” añadió Helmut—. “Una operación de rescate a gran escala.”

Falk no hablaba. Observaba el ambiente con esa mirada suya que siempre parecía ir dos pasos por delante. Finalmente se levantó.

—“Si eso es cierto… necesitarán alguien que abra la grieta.”

Nadie respondió, pero todos lo entendieron.

Una hora después – Hangar de operaciones

El sobre era grueso. El sello del mando del Grupo de Ejércitos Sur aún fresco. Albrecht lo abrió delante de Falk y lo leyó sin pestañear. Luego alzó la vista.

—“Confirmado. Os embarcáis esta noche rumbo al Este.”

Falk asintió, pero no dijo nada.

—“Destino: región al oeste de Stalingrado. Objetivo primario: ruptura de líneas enemigas en apoyo directo al VI Ejército del general Paulus.”

—“¿Somos el apoyo?” preguntó Falk, sin tono de ironía.

—“No. Sois la lanza. La operación comienza con vosotros.”

Hubo un silencio breve.

—“Tenéis carta blanca en táctica. El objetivo es claro: romper el cerco.”

Falk recibió el sobre. No lo abrió. Ya lo sabía todo.

Estación de carga militar – Anochecer

Los cinco tanques estaban asegurados sobre los vagones de transporte. El aire era gélido, el cielo, oscuro. El Tiger rugía a ralentí, como si también supiera lo que se esperaba de él.

Konrad se ajustaba los guantes. Helmut repasaba el cableado de radio. Ernst no hablaba.

Falk subió al vagón, miró al horizonte y pensó, por primera vez en mucho tiempo, que estaban a punto de hacer algo que pasaría a la historia o los enterraría con ella.

Helmut rompió el silencio:

—“¿Y si no podemos abrir la brecha?”

Falk lo miró desde la escotilla.

—“Entonces nadie lo hará.”

La locomotora soltó su primer silbido.

La marcha al Este comenzaba. Y ellos eran la punta.