Capítulo 77 – El rugido se apaga

Región del Don — 12 kilómetros del cerco exterior a Stalingrado28 de enero de 1943

El viento se colaba entre las grietas de las placas del Tiger. La nieve golpeaba en ráfagas finas, como agujas. La visibilidad era mala, pero el camino estaba trazado.

Falk iba de pie en la escotilla, con la vista al frente. El Panther y los Panzer IV seguían en formación, pero algo no iba bien.

El rugido del motor comenzó a dudar.

—¿Lukas? —preguntó Falk, bajando la voz.

—Siento una resistencia en la transmisión —respondió desde abajo el conductor—. No es el terreno.

—¿Paramos?

—Si no lo hacemos, se para solo.

Detuvieron el Tiger en un claro entre dos colinas. La escotilla se abrió con esfuerzo. El frío golpeó como una pared.

Los demás blindados formaron un semicírculo de protección. Falk, Konrad y Helmut se bajaron de inmediato. Lukas salió con la mirada fija en el lateral del motor.

—¿Qué es? —preguntó Konrad.

—La válvula de presión secundaria está congelada… o jodida. El flujo no es estable. El motor está forzado.

—¿Cuánto?

—Si seguimos así, media hora. Si lo paramos ahora… dos horas de reparación. Mínimo.

Falk no dudó.

—Lo paramos.

Durante la reparación, el tiempo pareció detenerse. Ernst montó guardia, mientras los demás trabajaban con las manos entumecidas. Helmut mascullaba insultos entre dientes mientras pasaba herramientas.

—¿Te das cuenta? —dijo Konrad mientras revisaba una junta—. El mejor tanque del Reich… y se congela como un reloj barato.

—Es una bestia —respondió Falk—. Pero también sangra. Como nosotros.

Lukas asintió desde dentro del compartimento del motor.

—A veces me olvido de que esto es metal. Hasta que se rompe.

Con las manos cubiertas de grasa, Falk se apoyó en el costado del Tiger. Miró al cielo gris. El viento ululaba entre los árboles muertos.

—Estamos a doce kilómetros —dijo Helmut en voz baja—. Solo doce.

—Y se sienten como cien —añadió Ernst.

Silencio. Solo el crujido del metal enfriándose.

—Cuando arranque de nuevo —dijo Falk—, no paramos más. Sea lo que sea lo que nos espera… lo enfrentamos sin volver a mirar atrás.

Konrad lo miró fijamente.

—¿Y si no arranca?

Falk respondió sin mirar.

—Entonces lo empujamos.

Una chispa saltó en el motor. Lukas alzó la voz:

—¡Está vivo!

El rugido volvió.Y con él, el avance.Ahora sí, hacia el infierno.