Frente suroeste de Stalingrado — Sector 9K29 de enero de 1943, mediodía
El mapa estaba sobre el capó de un Kübelwagen cubierto de escarcha. Las líneas rojas eran gruesas, el lápiz temblaba. El oficial del Estado Mayor hablaba rápido, con la voz tensa:
—No podemos esperar. Las reservas soviéticas se están replegando para cerrar la brecha. Si no abrimos paso ahora, el VI Ejército cae con la ciudad.
Albrecht miró al hombre sin pestañear.
—¿Apoyo artillero?
—En camino. Llegará tarde.
—¿Infantería?
—Dos horas atrás. Atascada en el barro helado.
El oficial se giró hacia Falk.
—Zugführer Ritter, su pelotón es el único operativo en este flanco.Necesitamos que rompan la línea soviética ahora.
Silencio. Todos miraron a Falk.
—¿Solos? —preguntó.
—Con todo respeto, no porque sean prescindibles —respondió Albrecht—. Sino porque son los únicos que pueden hacerlo.
Falk asintió. Una vez. Luego subió al Tiger.
—
12:23 horas
La nieve temblaba bajo las orugas. El Tiger encabezaba la marcha. A su derecha, el Panther de Konrad. Atrás, los tres Panzer IV, alineados como lobos.
Frente a ellos: búnkeres soviéticos semienterrados, nidos de ametralladora, campos minados.Y más allá… la ciudad condenada.
Falk abrió la escotilla. El viento le arrancó el aliento, pero no desvió la vista.
—Nos mandan al frente. No hay retaguardia.Nadie vendrá detrás… hasta que nosotros abramos camino.Así que, o pasamos... o morimos aquí.
Helmut golpeó el cargador con la palma.
—Prefiero morir disparando.
Konrad murmuró por radio:
—Listos. Que empiece la tormenta.
—
12:27 horas
—¡FUEGO!
El Tiger disparó primero. El proyectil de alto explosivo destripó una trinchera blindada, lanzando tierra, madera y cuerpos al aire.
El Panther flanqueó por la derecha y aniquiló una posición anticarro con una precisión quirúrgica.
Los Panzer IV abrieron fuego simultáneo.La línea soviética respondió con todo: morteros, fusiles antitanque, fuego de flanco.El suelo se volvió un cráter blanco y negro.
Falk gritaba órdenes entre sacudidas.
—¡Konrad, búnker izquierdo!—¡Lukas, directo al cruce!—¡Helmut, recarga! ¡YA!
El Tiger avanzaba como un castillo viviente, absorbiendo impactos, escupiendo fuego.Los soviéticos, sorprendidos por el asalto tan directo, retrocedían, disparaban, morían.
Uno de los Panzer IV fue alcanzado. Su torreta quedó atrapada, pero siguió disparando. No se detuvo.
El Panther recibió una granada en el lateral, pero Konrad corrigió la trayectoria y reventó el lanzador.
La línea se agrietaba.
—
12:46 horas
Falk vio la bandera soviética caer de una posición elevada.
—¡Han roto! ¡SIGAMOS!
No quedaban balas en el cañón. Solo humo.La radio de Ernst crujía con señales del VI Ejército. Lloraban. Reían. No entendían cómo... pero sabían que algo había pasado.
El cerco ya no era completo.
Falk bajó la cabeza. Konrad tenía sangre en la ceja. Helmut buscaba el siguiente proyectil. Lukas aceleraba. Ernst apretaba los dientes.
Y seguían avanzando.Porque el acero, cuando rompe… no se detiene.