Capítulo 3: Cuando el silencio tiembla

El sol volvió a salir después de dos días de lluvia, y el jardín parecía más verde que nunca. Las flores estaban frescas, brillaban como si hubieran llorado de alegría. Ji-ho regaba en silencio, pero su mente estaba lejos. Seguía pensando en la visita de su madre, aunque no quería admitirlo.

Tae-oh jugaba con una pequeña regadera, chapoteando más que regando. Cada tanto, lanzaba una carcajada y salpicaba a Ji-ho a propósito.

—¡Tae-oh! —dijo el Omega, fingiendo molestia—. ¡Mis pantalones!

—¡Es para que crezcan más rápido! —respondió el niño, corriendo entre las plantas.

Ji-ho lo persiguió por instinto, riendo también. Terminó agachado, sin aliento, mientras el niño le abrazaba la espalda. En ese momento, escucharon una voz grave:

—No sabía que hacías entrenamiento con obstáculos —dijo Ha-joon desde la entrada, con una leve sonrisa.

Ji-ho se giró, todavía respirando rápido.

—Tae-oh es mi coach personal.

—Y muy estricto —agregó Ha-joon, alzando una ceja al ver la ropa mojada de ambos.

Entró al jardín y se arremangó la camisa.

—¿Querés que te ayude a mover los sacos de tierra?

Ji-ho asintió. Había aprendido a aceptar la ayuda… al menos, cuando venía con esa voz.

Pasaron la tarde trabajando juntos. En algún momento, Ji-ho le ofreció a Ha-joon una bebida de cebada helada. Se sentaron bajo la sombra de un árbol, los brazos apenas rozándose.

—Gracias por venir ayer —dijo Ji-ho, bajito.

Ha-joon asintió, sin mirarlo directamente.

—Sé lo que es quedarse solo después de una conversación que no cierra.

—¿Con tus padres? —preguntó Ji-ho.

Ha-joon respiró hondo.

—Con el padre de Tae-oh… no fue fácil. Lo perdí, y después, la familia de él desapareció de nuestras vidas. Tae-oh nunca recibió ni una carta.

Hubo silencio. Ji-ho miró al niño, que dormía sobre una manta con pétalos en el cabello.

—Te admiro —dijo al fin—. Sos fuerte.

Ha-joon lo miró por fin.

—No. Solo aprendí a construir con lo que me quedó.

Y en esa mirada, Ji-ho sintió algo distinto. No era deseo. No era tristeza. Era algo como… un brote nuevo.

El silencio tembló, pero no se rompió.

Solo floreció.