Capítulo 4: El sonido del viento cuando no tienes miedo

La florería tenía ese aroma entre tierra mojada y jazmines abiertos. Ji-ho estaba organizando los nuevos ramos que habían llegado esa mañana. Colocaba con cuidado cada flor, como si tocara fragmentos de una historia que aún no había sido contada.

Tae-oh dibujaba en una pequeña mesa al fondo. Un sol grande, un árbol y tres figuras tomadas de la mano. Cuando terminó, corrió hacia Ji-ho.

—¡Mirá! Somos vos, papá y yo. Pero somos un árbol. ¿Ves? Las raíces están abajo.

Ji-ho lo miró conmovido. Se agachó y lo abrazó.

—Es hermoso, Tae-oh. Y sí… somos como un árbol. Echando raíces juntos.

Más tarde, Ha-joon pasó a buscarlos para almorzar. Llevó una caja con comida casera: arroz, pollo en salsa dulce y kimchi suave. Comieron en el jardín de la florería, bajo la sombra de un limonero joven.

—¿Pensaste en lo que hablamos anoche? —preguntó Ha-joon, rompiendo el silencio.

Ji-ho asintió, aunque bajó la mirada.

—Sí, pero todavía me da miedo… Querer tanto algo. Tener algo tan bueno que podría perder.

—No vamos a perderlo —dijo Ha-joon con calma—. Vamos a cuidarlo. No hace falta correr, Ji-ho. Solo estar.

Las palabras no eran promesas grandiosas. Eran simples, suaves. Pero en ese momento, le bastaron.

Por la tarde, Ji-ho cerró la florería temprano. Caminó solo por la playa. El viento le acariciaba la cara. Por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo del futuro. Sintió esperanza.

Y entonces lo escribió en su libreta, con manos temblorosas pero corazón firme:

 “No sé si esto es amor aún, pero sé que es paz. Y eso, para alguien como yo, es suficiente por ahora.”