Capítulo 6: Las cosas que no se dicen

La florería cerró más temprano esa noche.

Ji-ho y Ha-joon caminaron por la orilla del mar, con Tae-oh dormido en casa de la vecina, quien ya los trataba como familia. El viento era fresco, y la luna se reflejaba en el agua como una promesa de calma.

—¿Te acordás del primer día que llegaste? —preguntó Ji-ho, rompiendo el silencio.

—Sí —respondió Ha-joon—. Estaba hecho pedazos. No pensé que pudiera volver a respirar tranquilo.

Ji-ho lo miró de reojo.

—¿Y ahora?

Ha-joon no respondió enseguida. Se detuvo, miró el mar, y luego a Ji-ho.

—Ahora siento que… tal vez no tengo que sanar todo para empezar de nuevo. Que estar acá contigo, con Tae-oh… también es parte de curarse.

Caminaron un poco más. Sus manos se rozaron. No se tomaron de la mano, pero el roce bastó. Fue un gesto pequeño, pero en ese mundo que construían juntos, significaba todo.

De regreso a casa, encontraron un pequeño sobre en la puerta de la florería. Dentro había un dibujo de Tae-oh: los tres, tomados de la mano, rodeados de flores. En la parte superior, con letras torcidas, decía: “Mi familia.”

Ji-ho se llevó el dibujo al pecho y cerró los ojos.

A veces, las cosas que no se dicen son las más fuertes. Y esa noche, en el silencio compartido, algo dentro de ambos terminó de florecer.