Capítulo 19: Fracturas y latidos

Capítulo 19: Fracturas y latidos

Las estrellas que nos habían arropado aquella noche no volvieron a brillar igual.

No porque desaparecieran.

Sino porque algo cambió.

Dos días después del encuentro con Sara, el mundo volvió a golpear.

Fuerte.

Sin aviso.

Estábamos en casa de Miguel Ángel —nuestro centro de operaciones. Las paredes llenas de notas, pizarras con ideas, bocetos de nuevas charlas.

Sara había llegado antes que yo. Miguel, sentado con su portátil, tenía esa expresión que aprendí a temer: una mezcla de incredulidad, rabia contenida y algo que parecía... miedo.

—“¿Qué pasó?” —pregunté, cerrando la puerta tras de mí.

Sara no respondió. Solo me extendió su teléfono.

Un video.

Un audio.

Una transcripción.

Todo filtrado.

Charlas privadas del grupo.

Mensajes entre Sara y yo.

Notas sobre temas delicados que pensábamos tocar más adelante: feminismo radical, denuncias falsas, abuso de poder, corrupción política con nombres.

Todo, expuesto.

Fuera de contexto.

Manipulado.

—“¿Quién lo hizo?” —pregunté, sintiendo un nudo en el pecho.

—“Aún no lo sabemos” —respondió Miguel, sin levantar la vista del portátil—. “Pero alguien tenía acceso a nuestro drive.”

—“¿Y las redes?” —pregunté.

—“Ardiendo. Nos llaman misóginos, negacionistas, manipuladores. A ti, Alexander, te están llamando fascista moderno.”

No dije nada.

Quise reírme de lo absurdo.

Pero no pude.

Vi a Sara, sentada, con las manos entrelazadas. En sus ojos había una mezcla de decepción y vergüenza.

—“¿Estás bien?” —le pregunté, sentándome a su lado.

—“No lo sé... Me siento expuesta. No por lo que dije, sino por cómo lo distorsionaron. Me están diciendo traidora, machista... hasta me llamaron ‘esclava de la lógica’.”

La abracé sin pensar.

Miguel Ángel se levantó