Tras la revelación de la traición de Eleonora, Umbría se sumió en un estado de conmoción y desorden. La figura que había sido su guía y protectora durante décadas se había revelado como una manipuladora, dispuesta a sacrificar a una de sus estudiantes para lograr sus propios fines. La confianza, un pilar fundamental en una escuela de magia, se había resquebrajado.
El juicio de Eleonora no fue una ceremonia grandiosa como la que se había orquestado para Aria. Se llevó a cabo en una sala más pequeña, ante un tribunal improvisado compuesto por los profesores más antiguos y respetados de Umbría, aquellos que no habían sido influenciados por la red de mentiras de Eleonora.
Eleonora, despojada de su elegante túnica y vestida con un simple atuendo gris, se mantuvo erguida, pero su mirada estaba apagada, su espíritu quebrantado. No se defendió. No negó sus acciones. Simplemente reiteró su justificación: la Piedra Lumina era demasiado peligrosa para estar en manos de nadie, y ella había actuado, según su retorcida lógica, para proteger a Umbría.
El profesor Alatar, un anciano mago especializado en Adivinación, con una larga barba blanca y ojos penetrantes, actuó como portavoz del tribunal. "Eleonora," dijo, su voz grave y resonante, "tus acciones han causado un daño irreparable a Umbría. Has traicionado la confianza de tus estudiantes, has manipulado la verdad y has puesto en peligro la vida de una joven inocente. ¿Reconoces la gravedad de tus actos?"
Eleonora asintió lentamente. "Lo reconozco," dijo, su voz un susurro. "Y acepto el castigo que me impongáis."
No hubo debate. La evidencia era abrumadora. El tribunal, después de una breve deliberación, dictó sentencia.
"Eleonora," anunció el profesor Alatar, "por tus crímenes contra Umbría, se te retira el título de Maestra y se te despoja de tu magia. Serás exiliada de este lugar, y tu nombre será borrado de los registros de Umbría."
El exilio era un castigo severo, pero despojar a un mago de su magia era una sentencia casi equivalente a la muerte. Era un acto irreversible, que dejaba a la persona vulnerable y despojada de una parte esencial de su ser.
Eleonora no se inmutó. Aceptó la sentencia con una resignación sombría. Sabía que no había vuelta atrás.
La ceremonia de despojo fue rápida y brutal. Eleonora fue colocada en el centro de un círculo mágico, rodeada por los miembros del tribunal. Pronunciaron las antiguas palabras, y la magia de Eleonora, la fuerza vital que la había animado durante tanto tiempo, fue arrancada de su cuerpo.
Eleonora gritó, un grito de puro dolor y desesperación. Se desplomó en el suelo, temblando, convertida en una cáscara vacía de lo que había sido.
Luego, fue escoltada fuera de Umbría, a través del bosque encantado, hacia el mundo mundano, donde tendría que vivir el resto de sus días como una persona común, sin magia, sin poder, sin el respeto y la admiración que una vez había disfrutado.
La partida de Eleonora dejó un vacío en Umbría. La necesidad de un nuevo liderazgo era urgente. El profesor Alatar, como el mago más antiguo y respetado, asumió el cargo de director interino, pero dejó claro que no deseaba el puesto de forma permanente.
"Umbría necesita un nuevo comienzo," dijo Alatar, reuniendo a estudiantes y profesores en el Gran Salón. "Necesitamos un liderazgo que sea transparente, justo y que ponga el bienestar de la comunidad por encima de todo. Por lo tanto, propongo la creación de un consejo, elegido democráticamente, que gobierne Umbría en el futuro."
La propuesta fue recibida con entusiasmo. La idea de un consejo, donde las decisiones se tomaran de forma colectiva, representaba un cambio radical con respecto al liderazgo autocrático de Eleonora.
Se establecieron las reglas para la elección. Cualquier miembro de Umbría, estudiante o profesor, podía presentarse como candidato. Se llevarían a cabo debates, se presentarían propuestas, y finalmente, se votaría en secreto.
Para sorpresa de muchos, Aria se presentó como candidata. A pesar de su reciente experiencia, o quizás debido a ella, sentía un fuerte deseo de contribuir a la reconstrucción de Umbría.
"Sé que cometí un error," dijo Aria, durante su discurso de presentación. "Fui manipulada, es cierto, pero también fui ingenua. Creí en una visión idealizada del poder, y eso me cegó. Pero he aprendido de mis errores. He aprendido que la verdadera fuerza no reside en la magia, sino en la comunidad, en la confianza, en la transparencia."
Su discurso, honesto y apasionado, conmovió a muchos. Aria no era la única candidata, por supuesto. Varios profesores y estudiantes mayores también se presentaron, cada uno con sus propias ideas y propuestas.
Los debates fueron intensos y reveladores. Se discutieron temas cruciales: la seguridad de Umbría, el uso responsable de la magia, la relación con el mundo exterior, la transparencia en la toma de decisiones.
Finalmente, llegó el día de la votación. Los estudiantes y profesores, uno por uno, depositaron sus votos en una urna mágica, que garantizaba el anonimato y la imparcialidad.
La tensión era palpable mientras se contaban los votos. El resultado fue anunciado por el profesor Alatar.
"El nuevo Consejo de Umbría estará compuesto por..." hizo una pausa dramática, "...la profesora Minerva (especialista en herbología), el profesor Thorne (experto en hechizos de protección), el estudiante Kaelen (por su valentía y su sentido de la justicia), la estudiante Lyra (por su conexión con la naturaleza y su sabiduría) y... Aria."
Aria se quedó sin aliento. No esperaba ganar. Se había presentado con la esperanza de contribuir al debate, de compartir su experiencia, pero no creía realmente que fuera a ser elegida.
Pero los miembros de Umbría habían hablado. Habían elegido a un consejo diverso, que representaba diferentes edades, habilidades y perspectivas. Habían elegido a Aria, no a pesar de su error, sino debido a él. Habían reconocido su crecimiento, su arrepentimiento, su compromiso con la verdad y la justicia.
El nuevo Consejo de Umbría se reunió por primera vez al día siguiente. Había mucho trabajo por hacer. Tenían que restaurar la confianza, reconstruir las defensas del colegio, redefinir las reglas y establecer un nuevo sistema de gobierno, más justo y transparente.
Aria, sentada a la mesa del consejo, sintió una profunda responsabilidad. Pero también sintió una gran esperanza. Umbría había pasado por una prueba de fuego, pero había sobrevivido. Y ahora, con un nuevo liderazgo, con una nueva visión, estaba lista para enfrentar el futuro, un futuro donde la magia, la amistad y la verdad serían las guías de su camino. La escuela de magia, renacida de sus cenizas, estaba lista para escribir un nuevo capítulo en su historia.