La transformación de Eleonora fue completa. Su cuerpo, antes encorvado por la edad y el sufrimiento, ahora se erguía con una fuerza renovada. Su piel, antes arrugada y pálida, ahora tenía un brillo enfermizo, casi translúcido, bajo el cual se podían ver venas rojas como ríos de lava. Sus ojos, antes apagados, ahora ardían con la misma luz carmesí que el fuego de su iniciación.
Los Magos Rojos le enseñaron los secretos del Caos, una magia antigua y volátil que se alimentaba de la disrupción, la destrucción y la energía primordial del universo. Eleonora, con su resentimiento y su sed de venganza, se convirtió en una alumna excepcional, superando rápidamente a muchos de sus compañeros.
Durante meses, Eleonora participó en los planes de los Magos Rojos, ayudándoles a sembrar el caos en el mundo, a debilitar las defensas de las escuelas de magia, a preparar el terreno para su ascenso al poder. Pero en su interior, Eleonora tenía sus propios planes. No se conformaba con ser una simple peón en el juego de otros. Quería el poder absoluto, el poder para rehacer el mundo a su imagen y semejanza.
Un día, mientras exploraba una antigua biblioteca oculta en las profundidades de la fortaleza de los Magos Rojos, Eleonora encontró un pergamino olvidado. El pergamino, escrito en una lengua antigua que solo ella, gracias a sus años de estudio en Umbría, podía descifrar, hablaba de un mundo subterráneo, un reino oculto bajo la superficie de la tierra, donde la magia fluía con una intensidad incomparable.
El pergamino describía quince castillos, todos de igual tamaño y magnificencia, gobernados por señores feudales que rendían tributo a un decimosexto castillo, mucho más grande y poderoso, la sede del Rey del Subsuelo. Este rey, según el pergamino, poseía un conocimiento y un poder mágicos que superaban cualquier cosa conocida en la superficie.
Eleonora sintió una punzada de emoción. Si pudiera encontrar ese mundo subterráneo, si pudiera acceder a ese poder… podría superar no solo a Umbría, sino incluso a los Magos Rojos.
Decidida a encontrar ese reino oculto, Eleonora abandonó la fortaleza de los Magos Rojos, sin decir palabra a nadie. Utilizó sus nuevos conocimientos del Caos para abrir un portal, un agujero en la realidad que la condujo a una serie de túneles oscuros y laberínticos.
Durante semanas, Eleonora viajó por las profundidades de la tierra, guiada por los fragmentos de información que había encontrado en el pergamino y por su propia intuición, ahora amplificada por la magia del Caos. Se enfrentó a criaturas subterráneas monstruosas, a trampas mortales, a la locura que acechaba en la oscuridad perpetua.
Finalmente, después de un viaje que pareció una eternidad, Eleonora llegó a una vasta caverna, tan grande que el techo se perdía en la oscuridad. Y allí, ante ella, se alzaba una visión que la dejó sin aliento.
Quince castillos, construidos con una piedra negra y brillante, se elevaban desde el suelo de la caverna, cada uno rodeado por un foso de lava incandescente. Los castillos eran idénticos en tamaño y diseño, imponentes estructuras con torres puntiagudas y almenas dentadas. Puentes levadizos, hechos de un metal desconocido, cruzaban los fosos de lava, conectando los castillos con el suelo de la caverna.
Pero lo que más llamó la atención de Eleonora fue el decimosexto castillo. Se alzaba en el centro de la caverna, sobre una isla rodeada por un lago de lava mucho más grande que los fosos de los otros castillos. Era una fortaleza colosal, diez veces más grande que las demás, con murallas que parecían escalar hacia el infinito y torres que brillaban con una luz propia.
Eleonora supo, al instante, que había encontrado el reino del Rey del Subsuelo.
Un escalofrío recorrió su espalda. No era un escalofrío de miedo, sino de anticipación. Había llegado hasta allí, había desafiado la oscuridad y la locura, y ahora estaba a punto de enfrentarse a un poder que superaba cualquier cosa que hubiera imaginado.
Con un nuevo brillo en sus ojos rojos, Eleonora comenzó a caminar hacia el castillo más cercano. Su plan era simple, pero audaz: infiltrarse en el reino, ganarse la confianza del rey, y luego, cuando llegara el momento oportuno, apoderarse de su poder.
La venganza contra Umbría, la ambición de los Magos Rojos... todo eso se había vuelto secundario. Ahora, Eleonora tenía un nuevo objetivo, un nuevo propósito: convertirse en la Reina del Subsuelo, la dueña absoluta de un poder inimaginable. Y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino. El viaje de Eleonora la había traido a un lugar de oscuridad y de gran poder. Su ambición crecía con cada paso hacia el enorme castillo.