La Advertencia del Basilisco y la Banshee juntos

El Basilisco, encerrado en su cámara mágica, se retorcía con furia contenida. El profesor Alatar y varios otros magos expertos habían intentado, sin éxito, comunicarse con la criatura para averiguar cómo había llegado a Umbría. Los Basiliscos eran conocidos por su hostilidad y su falta de inteligencia, y este no era una excepción.

Sin embargo, Aria sentía una extraña conexión con la bestia. No podía explicarlo, pero algo en la mirada del Basilisco, en su furia desesperada, le recordaba su propia lucha, su propia sensación de estar atrapada.

Decidida a intentarlo, Aria pidió permiso al profesor Alatar para hablar con el Basilisco a solas. Alatar, aunque escéptico, accedió, con la condición de que varios profesores permanecieran cerca, listos para intervenir si fuera necesario.

Aria entró en la cámara, dejando su espejo afuera. Se acercó a la barrera mágica que contenía al Basilisco, y se detuvo a una distancia segura.

"Basilisco," dijo Aria, con voz firme pero calmada. "Sé que no eres una simple bestia. Hay inteligencia en tus ojos. Puedo sentirlo."

El Basilisco dejó de retorcerse y la miró fijamente. Sus ojos amarillos, llenos de una malicia fría, parecieron atravesarla.

"¿Qué quieres, humana?" siseó el Basilisco, su voz un sonido áspero y gutural, sorprendentemente articulado.

"Quiero entender," dijo Aria. "¿Cómo llegaste a Umbría? ¿Quién te envió?"

El Basilisco soltó una risa sibilante. "Ingenua. Crees que te lo diré. Crees que puedes obtener información de mí, como si fuera un simple animal."

"No te subestimo," respondió Aria. "Sé que eres poderoso, y peligroso. Pero también sé que no eres estúpido. Y creo que tienes una razón para estar aquí, una razón más allá de sembrar el caos."

El Basilisco la estudió en silencio por un momento. Luego, para sorpresa de Aria, habló.

"Tienes razón, humana," dijo. "No soy una simple bestia. Fui enviado a Umbría. Fui enviado para debilitarla, para prepararla para la caída."

El corazón de Aria dio un vuelco. "¿Quién te envió?" preguntó, su voz temblorosa.

"Aquellos que te engañaron," respondió el Basilisco. "Aquellos que te usaron y te desecharon. Los Magos Rojos."

Aria sintió que la sangre se le helaba en las venas. El nombre, que Eleonora había mencionado antes de su iniciación, resonó en su mente como una campana de alarma.

"¿Los Magos Rojos?" preguntó. "¿Qué quieren de Umbría?"

"Lo que quieren de todo el mundo," siseó el Basilisco. "Poder. Dominio. Quieren desatar el Caos, y Umbría, con su magia ordenada, es un obstáculo en su camino."

"Pero Eleonora…" comenzó a decir Aria, pero el Basilisco la interrumpió.

"Eleonora es una de ellos, humana. Siempre lo ha sido. Su traición a Umbría fue solo una pequeña parte de un plan mucho mayor. Un plan que ahora se pone en marcha."

Aria se tambaleó, sintiendo que el mundo se volvía borroso a su alrededor. La revelación era demasiado impactante, demasiado aterradora. Eleonora, una Maga Roja… significaba que todo lo que había sucedido, la manipulación, la expulsión, todo había sido parte de un plan maestro para debilitar a Umbría.

En ese momento, un grito desgarrador resonó por toda la cámara. Un grito tan agudo, tan lleno de dolor y desesperación, que hizo que los cristales de la habitación vibraran.

El Basilisco se encogió, retrocediendo hacia la pared más alejada. "¡No!" siseó. "¡Ella no!"

Una figura apareció en la cámara, como si hubiera surgido de la nada. Era una mujer, o más bien, la apariencia de una mujer. Su cuerpo era translúcido, como si estuviera hecho de niebla. Su cabello, largo y blanco, flotaba a su alrededor como una nube. Y sus ojos, vacíos y llenos de una tristeza infinita, miraban fijamente a Aria.

Era un Banshee, una criatura mágica cuyo grito anunciaba la muerte.

"¡Escúchame, Aria!" gritó el Banshee, su voz un lamento sobrenatural. "¡El Basilisco dice la verdad! ¡Los Magos Rojos se acercan! ¡Umbría está en peligro!"

El Banshee se acercó a Aria, su cuerpo fantasmal atravesando la barrera mágica que contenía al Basilisco.

"Eleonora no es lo que parece," continuó el Banshee. "Su poder ha crecido. El Caos la consume. Ella… ella destruirá todo lo que amas."

Aria, a pesar del terror que sentía, se mantuvo firme. "¿Por qué me dices esto?" preguntó. "¿Por qué me ayudas?"

El Banshee sonrió tristemente. "Porque yo fui como tú, una vez," dijo. "Fui una estudiante de Umbría, hace mucho tiempo. Fui traicionada, asesinada. Y ahora, mi espíritu está ligado a este lugar, condenado a advertir a los vivos del peligro."

"Pero, ¿qué podemos hacer?" preguntó Aria. "Los Magos Rojos son demasiado poderosos."

"Debes prepararte," dijo el Banshee. "Debes unir a Umbría. Y debes buscar aliados, donde sea que puedas encontrarlos. La oscuridad se acerca, Aria. Y solo la luz de la unidad podrá vencerla."

Con esas palabras, el Banshee lanzó un último grito, un grito que resonó en el alma de Aria, y luego se desvaneció, dejando tras de sí un silencio sepulcral.

Aria, temblando de pies a cabeza, se quedó sola con el Basilisco, que ahora la miraba con una mezcla de miedo y respeto.

La advertencia del Banshee, confirmando las palabras del Basilisco, no dejaba lugar a dudas. Umbría se enfrentaba a una amenaza mucho mayor de lo que había imaginado. Y Aria, la chica que una vez había sido expulsada de la escuela, ahora se encontraba en el centro de la tormenta, con la responsabilidad de proteger a aquellos que una vez la habían rechazado. La batalla por Umbría, y quizás por el mundo entero, estaba a punto de comenzar.