La aparición del Banshee y la confirmación de la amenaza de los Magos Rojos dejaron a Aria en un estado de shock. Pero no había tiempo para el miedo o la duda. Tenía que actuar, y tenía que hacerlo rápido.
Salió de la cámara del Basilisco y convocó una reunión urgente del Consejo de Umbría. Les contó todo lo que había escuchado, las advertencias del Basilisco y del Banshee, la verdadera naturaleza de Eleonora y la inminente amenaza de los Magos Rojos.
La noticia fue recibida con incredulidad, luego con horror, y finalmente, con una determinación sombría. Umbría se prepararía para la guerra.
Se enviaron mensajes a todas las escuelas de magia aliadas, solicitando ayuda. Se reforzaron las defensas del colegio, se activaron antiguos hechizos de protección, y se comenzó un entrenamiento intensivo para todos los estudiantes, sin importar su edad o nivel de habilidad.
Pero Aria sabía que no sería suficiente. Los Magos Rojos eran poderosos, y Eleonora, con su nuevo poder del Caos, sería una enemiga formidable. Necesitaban algo más, una ventaja, un milagro.
Y entonces, el milagro ocurrió.
Una noche, mientras Aria estaba sentada sola en el Gran Salón, contemplando la Piedra Lumina (que ahora se mantenía bajo una vigilancia constante), una luz brillante llenó la habitación. Una luz tan intensa que la obligó a cerrar los ojos.
Cuando pudo volver a abrirlos, vio una figura parada frente a ella. Un hombre alto, con una larga barba blanca y ojos azules que brillaban con una sabiduría antigua. Llevaba una túnica azul estrellada y un sombrero puntiagudo.
"No temas, Aria," dijo el hombre, con una voz profunda y resonante. "Soy Merlín."
Aria se quedó sin aliento. Merlín, el legendario mago, el consejero de reyes, el arquitecto de Camelot... estaba allí, en Umbría.
"He venido a ayudarte," continuó Merlín. "He escuchado la llamada de la magia, el grito de auxilio de este lugar. Y no he venido solo."
Detrás de Merlín, otras figuras comenzaron a aparecer, como si surgieran de la propia luz. Quince magos y hechiceras, vestidos con túnicas de diferentes colores y estilos, cada uno con un aura de poder que hacía temblar el aire a su alrededor.
"Estos son los Magos Antiguos," dijo Merlín. "Guardianes de la magia, protectores del equilibrio. Hemos venido a unirnos a tu lucha contra la oscuridad."
Los Magos Antiguos eran leyendas, nombres susurrados en los libros de historia de la magia. Estaban allí: Morgana Le Fay, con su mirada penetrante y su cabello negro como la noche; Nimue, la Dama del Lago, con su aura de serenidad y su poder sobre el agua; Circe, la hechicera de la isla de Eea, con su conocimiento de las hierbas y los encantamientos; Hécate, la diosa de la magia, con su triple rostro y su dominio sobre la oscuridad; y muchos otros, cada uno con sus propias habilidades y especialidades.
La llegada de Merlín y los Magos Antiguos infundió nueva esperanza en Umbría. Su presencia, su sabiduría, su poder, eran un faro de luz en la oscuridad que se avecinaba.
Merlín, con su conocimiento de las artes arcanas, se convirtió en el principal consejero de Aria y del Consejo. Los Magos Antiguos, cada uno en su área de especialización, se encargaron de entrenar a los estudiantes y profesores de Umbría, preparándolos para la batalla que se avecinaba.
Se establecieron nuevos regímenes de entrenamiento. Los estudiantes aprendieron hechizos de combate avanzados, técnicas de defensa mágica, estrategias de guerra. Se les enseñó a trabajar en equipo, a combinar sus habilidades, a convertirse en una fuerza unida e imparable.
Pero Merlín sabía que la magia sola no sería suficiente para vencer a los Magos Rojos. Necesitaban aliados, guerreros, criaturas con habilidades únicas que pudieran complementar su magia.
Y entonces, Merlín reveló su plan más audaz.
"Existen seres en este mundo," dijo, durante una reunión del Consejo, "que han sido temidos y despreciados durante siglos. Seres de la noche, con un poder oscuro y una reputación temible. Pero en tiempos de desesperación, debemos estar dispuestos a buscar ayuda en los lugares más inesperados."
Merlín habló de los Vampiros Castigadores, una rama poco conocida de la especie vampírica. A diferencia de los vampiros comunes, los Castigadores no se alimentaban de sangre por placer o por sustento, sino por necesidad, y solo de aquellos que consideraban "malvados". Poseían habilidades únicas, como la capacidad de moverse entre las sombras, una fuerza y velocidad sobrehumanas, y una resistencia a la magia convencional.
"Los Castigadores son guerreros natos," dijo Merlín. "Y su odio por el Caos y la corrupción los convierte en aliados ideales en esta lucha."
La propuesta fue recibida con escepticismo y miedo. Los vampiros, incluso los Castigadores, eran considerados criaturas peligrosas e impredecibles.
Pero Aria, recordando la advertencia del Banshee de buscar aliados en los lugares más inesperados, apoyó la idea de Merlín.
"Confío en la sabiduría de Merlín," dijo. "Y creo que debemos estar dispuestos a arriesgarnos, a superar nuestros prejuicios, si queremos tener una oportunidad de vencer."
Con el apoyo de Aria, el Consejo finalmente accedió. Merlín, utilizando un antiguo ritual, envió una llamada a los Vampiros Castigadores, una invitación a unirse a la batalla contra los Magos Rojos.
La respuesta no fue inmediata. Pero una noche, mientras la luna llena brillaba sobre Umbría, una figura oscura apareció en las puertas del colegio.
Era un vampiro, alto y delgado, con la piel pálida y los ojos de un rojo intenso. Llevaba una armadura negra, hecha de un material desconocido, y una espada larga colgaba de su cinturón.
"Soy Drácula," dijo el vampiro, su voz profunda y resonante. "He venido en respuesta a la llamada de Merlín. Los Castigadores estamos listos para luchar."
Y así, una alianza improbable, pero poderosa, se formó en Umbría. Magos, hechiceras, estudiantes, profesores y vampiros, unidos por un objetivo común: defender el mundo de la oscuridad que amenazaba con consumirlo. La batalla final se acercaba, y el destino de todos pendía de un hilo.