La revelación de Merlín había caído como una bomba en el corazón de Umbría. Morgana, tambaleándose bajo el peso de una verdad robada, exigía respuestas. Merlín, acorralado por su propio pasado, no tuvo más remedio que acceder.
Convocó a Drácula y a Morgana a la cámara secreta de la biblioteca, donde la copia de las Clavículas de Salomón reposaba sobre su pedestal. El aire allí era denso, cargado de la energía de la magia antigua.
"Muy bien," dijo Merlín, con voz cansada. "Te contaré la verdad, Morgana. Toda la verdad."
Merlín comenzó su relato, remontándose a los días gloriosos de Camelot, cuando él era el consejero del Rey Arturo, y Morgana, su amada, una hechicera poderosa y respetada.
"Pero tú, Morgana," dijo Merlín, mirándola a los ojos, "no eras una simple hechicera. Eras mucho más. Eras la hija de Igraine, Reina de Gorre, y de Uther Pendragon, el anterior rey. Eras la media hermana de Arturo, y por derecho de sangre, la legítima heredera al trono de Camelot."
Morgana se quedó sin aliento. La revelación la golpeó con la fuerza de un rayo. Siempre se había sentido diferente, como si le faltara una pieza del rompecabezas de su identidad. Ahora, esa pieza encajaba, con una claridad brutal.
"¿Por qué… por qué nunca me lo dijeron?" preguntó, su voz un hilo.
"Porque era peligroso," respondió Merlín. "Uther había muerto, Arturo había sido coronado, y la nobleza de Camelot no habría aceptado a una mujer, y menos a una hechicera, como su reina. Habría habido guerra, caos, destrucción."
Merlín explicó que él y Uther, antes de su muerte, habían acordado un plan. Arturo, criado en secreto por Merlín, sería presentado como el heredero legítimo, mientras que Morgana sería protegida, oculta, hasta que llegara el momento adecuado.
"Pero ese momento nunca llegó," dijo Merlín, con tristeza. "La ambición, la sed de poder, nos consumió a ambos, Morgana. Nos dejamos llevar por la magia oscura, por las promesas de las Clavículas de Salomón."
Merlín relató entonces cómo él y Morgana habían experimentado con rituales prohibidos, cómo habían intentado controlar fuerzas que estaban más allá de su comprensión. Cómo, en su arrogancia, habían desatado una oscuridad que amenazaba con destruir Camelot.
"Fue entonces cuando creé a los vampiros," dijo Merlín, su voz llena de remordimiento. "Un acto desesperado, una solución extrema a un problema que nosotros mismos habíamos creado."
Drácula, que había permanecido en silencio hasta ese momento, intervino.
"Merlín me eligió a mí," dijo el vampiro, su voz profunda y resonante. "Yo era un guerrero, un líder, un hombre de honor. Pero la transformación… fue brutal. Me convirtió en algo… diferente. Algo oscuro."
Drácula relató cómo los primeros vampiros, a pesar de sus buenas intenciones, habían sido incapaces de controlar su sed de sangre. Cómo se habían convertido en monstruos, en depredadores, en una amenaza para la misma gente que habían jurado proteger.
"Fue entonces cuando desarrollé el código de los Castigadores," dijo Drácula. "Una forma de controlar nuestra naturaleza, de canalizar nuestra sed hacia un propósito noble. Una forma de redención."
Pero el daño ya estaba hecho. Camelot se había sumido en el caos, y la relación entre Merlín y Morgana se había deteriorado, consumida por la culpa y el resentimiento.
"Y entonces," dijo Merlín, volviendo su atención a Morgana, "llegó el momento de la decisión final. Arturo debía ser rey. Camelot necesitaba un líder fuerte, un símbolo de esperanza. Y tú, Morgana, con tu poder y tu… inestabilidad… eras un peligro."
Merlín relató cómo había utilizado la magia de las Clavículas para crear la prueba de la espada en la piedra.
"No fue Excalibur la que eligió a Arturo," dijo Merlín. "Fui yo. Manipulé la magia, creé una ilusión, para que solo Arturo pudiera sacar la espada. Era la única forma de asegurar su legitimidad, de unir al reino."
"Excalibur fue entregada a Arturo por La Dama del Lago, una ilusión creada, y un trato hecho, Arturo debía desposar a Ginebra, pero el solo te amaba a tí, Morgana."
Morgana escuchaba con el rostro pálido, las manos apretadas en puños. La verdad era como un veneno, corroyendo su alma.
"Y luego," continuó Merlín, con voz temblorosa, "te borré la memoria. Con la ayuda de Drácula, eliminé todos tus recuerdos de Camelot, de tu linaje, de tu magia, de… nuestro amor."
"Lo hice para protegerte," dijo Merlín, con desesperación. "Para protegerte de ti misma, y para proteger a Camelot. Creí que era lo mejor, que te daría una oportunidad de vivir una vida normal, una vida feliz."
Morgana se levantó de su asiento, tambaleándose. "¿Feliz?" preguntó, con una risa amarga. "¿Crees que he sido feliz, Merlín? He vivido toda mi vida con un vacío en mi interior, con una sensación de pérdida, de que me faltaba algo. Y ahora, descubro que tú… tú me robaste mi vida, mi identidad, mi destino."
Se giró hacia Drácula, con los ojos llenos de furia. "Y tú… tú fuiste cómplice de este crimen. Tú, que te llamas a ti mismo un Castigador, un protector de los inocentes."
Drácula no se inmutó ante su ira. "Hice lo que tenía que hacer, Morgana," dijo. "Por el bien de Camelot, y por tu propio bien."
Morgana se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que su mente se resquebrajaba. Los recuerdos, fragmentados y confusos, comenzaban a regresar, chocando con su realidad actual, creando un torbellino de emociones.
"No… no puede ser," susurró. "Todo esto… es demasiado."
De repente, Morgana sintió una oleada de energía, una energía oscura y familiar, que surgía de lo más profundo de su ser. La magia, su magia original, la magia que Merlín había intentado suprimir, estaba despertando.
Pero no era la magia pura de los Elfos Lunares, ni la magia ordenada de Umbría. Era una magia caótica, retorcida, similar a la de Eleonora, pero con un matiz diferente, un matiz de… realeza.
Morgana miró a Merlín y a Drácula, con una nueva luz en sus ojos. Una luz fría, calculadora, llena de un poder que la aterrorizaba y la embriagaba al mismo tiempo.
"Ahora lo entiendo todo," dijo, su voz transformada, más profunda, más resonante. "Entiendo por qué me elegiste, Merlín. No fue solo por mi poder, fue por mi sangre. La sangre de los reyes. La sangre que podía legitimar tu plan."
"Y entiendo por qué me borraste la memoria," continuó. "Porque tenías miedo. Miedo de mi poder, miedo de mi ambición, miedo de que reclamara lo que era mío por derecho."
Morgana se irguió, con una dignidad regia que sorprendió a todos los presentes.
"Pero te equivocaste, Merlín," dijo. "No puedes borrar el pasado. No puedes suprimir la verdad. Y no puedes controlar el destino."
"Yo soy Morgana Le Fay," declaró, su voz resonando en la cámara secreta. "Hija de Igraine y Uther Pendragon. Heredera legítima de Camelot. Y reclamaré mi trono."
"Aunque Camelot no exista más, reclamare mi lugar, y todos ustedes se arrodillaran ante mi".
Con esas palabras, la transformación de Morgana se completó. La oscuridad que había estado latente en su interior, la oscuridad que Merlín había intentado suprimir, había emergido, reclamando su lugar.
La batalla final se acercaba, pero ahora, un nuevo contendiente había entrado en el juego. Un contendiente con un poder antiguo, una ambición desmedida y una sed de venganza que haría temblar los cimientos del mundo. La luz y la oscuridad se preparaban para chocar, pero en medio de ellas, una nueva fuerza, nacida de la traición y el engaño, se alzaba, dispuesta a reclamar su lugar en la historia.