La banshe advierte la llegada de los primeros

El aire en la sala del trono subterránea crepitaba con el poder recién desatado de Morgana y la energía primordial de Poimandres. Nyx observaba a su nueva aliada, la Diosa Hada Oscura, con una mezcla de satisfacción y cálculo. Sus planes para la conquista del mundo de la superficie parecían más cercanos que nunca.

Estaban discutiendo las defensas de Umbría, combinando el conocimiento íntimo de Morgana sobre el colegio con las estrategias caóticas de Nyx, cuando un sonido helado atravesó la caverna. No fue un rugido, ni un hechizo, sino un lamento, un gemido agudo y desgarrador que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.

Poimandres levantó su cabeza sombría, siseando con irritación. Los elfos corruptos se agitaron, sus ojos rojos parpadeando con miedo instintivo.

"¿Qué es eso?" preguntó Morgana, la nueva divinidad oscura en sus ojos esmeralda mostrando una momentánea confusión.

Antes de que Nyx pudiera responder, una figura translúcida se materializó en el centro de la sala. Era la misma Banshee que había advertido a Aria en Umbría, su forma etérea brillando con una luz pálida y fantasmal, su rostro una máscara de infinita tristeza.

"¡Se acerca el fin!" gimió la Banshee, su voz como el viento a través de huesos rotos. "¡O el principio!"

Nyx se puso de pie, sus ojos rojos fijos en la aparición. Reconoció a la criatura de antiguas leyendas, un presagio de muerte y cambio radical. "¿Qué quieres, espíritu lastimero?" preguntó, su voz fría y sin miedo.

"¡Vengo a advertir!" lloró la Banshee, flotando frente a las dos hechiceras oscuras. "¡Incluso a vosotras, tejedoras de sombras! ¡Una fuerza antigua despierta! ¡Una marea que ahogará tanto la Luz como el Caos si no se le hace frente!"

Morgana frunció el ceño, su poder Fae oscuro erizándose ante la presencia del espíritu. "¿De qué hablas? ¿Merlín? ¿Sus patéticos magos?"

"¡No!" gritó la Banshee, su lamento intensificándose. "¡Ellos no son nada comparados con los que vienen! ¡Los Primeros! ¡Los Maestros!"

La Banshee extendió una mano temblorosa, como si señalara algo más allá de las paredes de la caverna, más allá del propio mundo.

"¡Los Netlin!" su voz se elevó, cargada de un temor reverencial. "¡Los también llamados Hijos de Dios! ¡Aquellos que caminaron sobre la tierra cuando era joven! ¡Los que enseñaron la magia a vuestra frágil raza humana!"

Tanto Nyx como Morgana se quedaron momentáneamente en silencio. El nombre "Netlin" no les era familiar, pero la descripción... "Hijos de Dios", "Maestros de la Magia"... resonaba con un poder antiguo y fundamental.

"¿Hijos de Dios?" repitió Nyx, con una sonrisa burlona. "No hay más dios que el Caos primordial, espíritu ignorante. Y si estos 'Netlin' enseñaron magia a los humanos, solo demuestra su debilidad, compartiendo poder con mortales inferiores."

"¡No los subestiméis!" advirtió la Banshee, su forma parpadeando. "Su poder es diferente. Es orden, es creación, es la estructura misma de la magia que Merlín y los suyos intentan preservar, pero en su forma más pura, más inflexible. ¡No tolerarán el desequilibrio! ¡Ni el vuestro, ni el de la Luz!"

Morgana sintió un escalofrío recorrerla, a pesar de su nuevo poder divino. ¿Seres que enseñaron la magia a los humanos? ¿Más antiguos quizás que el propio Merlín? ¿Una fuerza de orden puro? Eso representaba una amenaza directa a sus planes, a su propia naturaleza caótica recién abrazada.

"¿Y por qué nos adviertes a nosotras?" preguntó Morgana, su voz ahora un susurro peligroso.

"Porque mi lamento es para todos," gimió la Banshee. "Anuncio el cambio, la destrucción, el fin de las eras. Y su llegada... ¡marca el fin de la vuestra! ¡Llegan pronto! ¡Están aquí!"

Con un último grito que hizo temblar las estalactitas de la caverna, la Banshee se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión y una nueva e inesperada incertidumbre.

Nyx y Morgana intercambiaron miradas. La sonrisa había desaparecido del rostro de Nyx, reemplazada por una expresión pensativa. Poimandres gruñó en voz baja, una vibración profunda que resonó en la sala.

"Netlin..." murmuró Nyx. "Hijos de Dios... Maestros de la Magia..."

"Obstáculos," dijo Morgana, su voz fría y decidida. "Otro vestigio de un orden antiguo que debemos destruir. Sean quienes sean, se arrodillarán ante nosotras, o serán aniquilados."

Aunque sus palabras eran desafiantes, una nueva variable había entrado en la ecuación. La guerra que planeaban librar contra Umbría acababa de volverse infinitamente más compleja. La llegada inminente de los Netlin amenazaba con alterar el equilibrio de poder de una manera que ni la Luz ni la Oscuridad podían prever. El tablero de juego había cambiado drásticamente.