Cthulhu! La amenaza para los caídos

La revelación de que los Netlin eran Ángeles Caídos había sumido a Umbría en un estado de profunda ansiedad. La ya compleja situación se había vuelto aún más sombría. ¿Cómo podrían enfrentarse a seres de tal magnitud, cuya naturaleza e intenciones eran un enigma peligroso?

El peso de esta nueva realidad recayó especialmente sobre el Profesor Alatar. El anciano adivino pasaba horas en meditación, intentando escrutar las nieblas del futuro, buscando alguna guía, alguna pista sobre el propósito de los Netlin. Pero sus visiones eran fragmentarias, confusas, llenas de imágenes perturbadoras que no lograba comprender del todo.

Una mañana, durante una sesión de meditación profunda en el observatorio astronómico de Umbría, Alatar fue sacudido por una visión de una intensidad sin precedentes. No vio ángeles cayendo ni batallas mágicas. Vio algo mucho peor.

Vio geometrías imposibles que herían la vista, ciudades ciclópeas sumergidas bajo océanos negros como la tinta, y en el centro de todo, una forma titánica, vagamente humanoide pero con una cabeza de pulpo y alas membranosas, durmiendo un sueño de muerte en una ciudad de ángulos incorrectos. Vio estrellas alienígenas alineándose en el cielo nocturno, y sintió una presencia vasta, antigua y completamente indiferente a la existencia humana, una presencia que emanaba locura y desesperación. Escuchó un nombre susurrado por vientos cósmicos: Cthulhu.

Alatar salió de la visión jadeando, con el corazón latiéndole con fuerza y un sudor frío recorriéndole la espalda. Corrió hacia la biblioteca, donde Merlín y el Consejo estaban reunidos, discutiendo estrategias defensivas.

"¡Lo he visto!" exclamó Alatar, irrumpiendo en la sala, con los ojos desorbitados por el terror. "¡La advertencia de la Banshee... los Netlin... no es por nosotros!"

Todos se giraron hacia él, sorprendidos por su estado de agitación.

"¡Hay algo más!" continuó Alatar, tratando de articular las imágenes de pesadilla que había presenciado. "Algo antiguo... vasto... durmiente, pero despertando. Ciudades bajo el mar... estrellas equivocadas... ¡Cthulhu!"

El nombre resonó en la biblioteca, provocando escalofríos incluso en los Magos Antiguos. Era un nombre que aparecía en los textos más oscuros y prohibidos, fragmentos del Necronomicón, leyendas susurradas sobre entidades cósmicas cuyo poder trascendía la comprensión humana.

Merlín palideció visiblemente. Se acercó rápidamente a Alatar, colocando una mano tranquilizadora en su hombro, mientras sus propios ojos buscaban frenéticamente en los estantes más oscuros de la biblioteca mental que era su memoria.

"El Codex Angelorum Perditorum," murmuró Merlín. "Habla de una 'Gran Guerra Antigua', antes de la Caída. Una guerra no contra el Cielo, sino contra... los 'Intrusos Cósmicos', los 'Horrores del Vacío Exterior'."

Merlín hizo un gesto hacia el libro que Alatar había estado estudiando. "Revisé esos pasajes. Siempre pensé que eran alegorías, metáforas de la lucha contra la oscuridad interior. Pero la visión de Alatar... Cthulhu..."

El anciano mago conectó las piezas. "Los Netlin no vienen a juzgarnos por nuestros pecados o por el conflicto entre la Luz y el Caos, al menos no principalmente. Vienen porque sienten el despertar de su antiguo enemigo. ¡Vienen porque Cthulhu, o su raza, busca reclamar la Tierra!"

La revelación fue como un golpe de mazo. La amenaza no era solo interna (Nyx, Morgana, Poimandres) ni celestial (Ángeles Caídos hostiles), sino también externa, cósmica, una invasión de seres alienígenas cuyo poder desafiaba la cordura.

"Entonces," dijo Aria, tratando de procesar la enormidad de la situación, "¿los Netlin podrían ser... aliados?"

"Aliados reacios, quizás," respondió Merlín, con cautela. "Su orgullo es legendario, y probablemente nos vean como poco más que insectos en medio de su guerra milenaria. Pero su objetivo principal podría ser detener a Cthulhu, no a nosotros."

"¿Y qué hay de Nyx y Poimandres?" preguntó Kaelen. "¿Saben de esto?"

"Es probable que Poimandres, como entidad primordial del Caos, tenga algún conocimiento de estas fuerzas cósmicas," dijo Merlín. "Y es posible que el despertar de Poimandres y la creciente influencia del Caos estén, de hecho, debilitando las barreras dimensionales, facilitando el despertar o la llegada de Cthulhu y su progenie."

La situación era desesperada. Estaban atrapados entre múltiples frentes: la alianza oscura de Nyx y Morgana, potenciada por un dragón del Caos; la inminente llegada de los ambiguos y poderosos Ángeles Caídos (Netlin); y ahora, la amenaza existencial de una invasión cósmica liderada por Cthulhu.

"Esto está más allá de cualquier cosa que hayamos enfrentado," dijo la profesora Minerva, con voz temblorosa.

"Y requerirá medidas más allá de lo que jamás consideramos," afirmó Merlín, su mirada endureciéndose. Volvió a mirar la copia de las Clavículas de Salomón y la Tabla Esmeralda. "El conocimiento prohibido... la magia antigua... puede que sean nuestra única esperanza, no solo contra el Caos, sino contra los horrores que yacen más allá de las estrellas."

La atmósfera en Umbría se volvió aún más sombría. La lucha por la supervivencia había adquirido una dimensión cósmica. Ya no se trataba solo de defender su escuela o su mundo de la oscuridad familiar, sino de proteger la propia realidad de fuerzas alienígenas e incomprensibles. La llegada de los Netlin ya no era solo una amenaza o un misterio, sino un presagio de una guerra mucho más grande y aterradora que estaba a punto de engullir la Tierra.