Su llegada es inevitable

La revelación de Enki había dejado una cicatriz en el alma colectiva de Umbría. La idea de que su propia esencia pudiera haber sido manipulada por una raza alienígena para servir era una verdad amarga y difícil de asimilar. La frágil confianza en el Anunnaki se había evaporado, reemplazada por una profunda sospecha, incluso mientras luchaban por comprender las implicaciones de las guerras cósmicas pasadas y presentes. Estaban reunidos en el Gran Salón, discutiendo acaloradamente las implicaciones morales y estratégicas de la confesión de Enki, cuando la interrupción llegó.

No fue una alarma mágica ni un grito. Fue un dispositivo que apareció flotando silenciosamente frente a Enki. Era un poliedro complejo, quizás un dodecaedro, hecho de un material oscuro que parecía absorber la luz. Pulsó suavemente y proyectó directamente en la mente de Enki – y, para consternación de los magos cercanos que sintieron la oleada psiónica – una serie de datos complejos, coordenadas estelares cambiantes y, finalmente, un marcador temporal inequívoco.

La reacción de Enki fue inmediata y escalofriante. Su compostura milenaria se hizo añicos. Sus ojos dorados se ensancharon con genuina alarma, su postura se tensó y un bajo silbido escapó de sus labios. Se llevó una mano a la sien, procesando la información a una velocidad sobrehumana.

"¿Enki? ¿Qué sucede?" preguntó Merlín, sintiendo la repentina oleada de pánico controlada del Anunnaki.

Enki bajó la mano lentamente, su mirada recorriendo los rostros expectantes y ahora temerosos en el salón. Su voz, cuando habló, carecía de toda su anterior calma calculada; estaba tensa, urgente.

"Mis redes de sensores de largo alcance... han detectado la brecha final," dijo Enki. "La signatura energética principal... es inconfundible. Los patrones de distorsión espacio-temporal coinciden con los registros de las Guerras de Lira."

Hizo una pausa, y el silencio en el salón fue absoluto. "El Primigenio Mayor... la entidad que vuestros mitos llaman Cthulhu, o algo de poder comparable... ha entrado en la trayectoria final hacia este sistema."

Nadie respiró.

"¿Cuándo?" preguntó Aria, su voz apenas audible.

Enki la miró, y por primera vez, Aria vio algo parecido al miedo en esos ojos dorados y antiguos. "El cálculo es preciso, basado en la velocidad de propagación subespacial detectada." Consultó mentalmente los datos de nuevo. "Llegará a la órbita terrestre... en dos días y seis horas terrestres."

Levantó la vista hacia un reloj mágico en la pared del Gran Salón. "Según vuestro cómputo actual... eso sería aproximadamente a las 4:29 AM, Hora Estándar del Este, del jueves 3 de abril."

Dos días. La cifra golpeó a todos como un golpe físico. El pánico comenzó a susurrar en los bordes de la sala. Estudiantes más jóvenes se aferraban unos a otros. Incluso los Magos Antiguos parecían pálidos. Dos días para prepararse para la llegada de un dios cósmico de la locura.

"¡Imposible!" exclamó Kaelen. "¡Necesitamos semanas, meses!"

"No tenemos semanas," replicó Merlín, su rostro una máscara de grave concentración. La noticia era aterradora, pero también catalizadora. "¡Todo el personal a sus puestos de defensa! ¡Activación inmediata de todos los protocolos de contención! ¡Aria, Kaelen, Lyra, Finn, conmigo a la cámara de la Tabla y las Clavículas, AHORA!"

La urgencia era eléctrica. Ya no había tiempo para debates morales o desconfianza. Solo quedaba la acción desesperada.

Mientras tanto, en el Reino Subterráneo...

Un dispositivo similar, quizás más ornamentado y oscuro, se materializó ante Enlil mientras supervisaba la movilización de los elfos corruptos, ahora armados con extrañas armas Anunnaki. Enlil recibió el mismo mensaje.

Su reacción fue diferente a la de Enki. No hubo pánico, sino una fría y depredadora intensidad en sus ojos. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios reptilianos.

Se dirigió inmediatamente a la sala del trono, donde Nyx y Morgana estaban inmersas en sus propios preparativos oscuros.

"Buenas noticias, Reinas," anunció Enlil, su voz retumbando con autoridad. "El enemigo principal acelera su llegada. Dos días."

Nyx levantó la vista, sus ojos rojos brillando con anticipación caótica. "¿Tan pronto? Excelente. El caos primordial se enfrentará al horror cósmico. Será... glorioso."

Morgana, la Diosa Hada Oscura, sintió una oleada de poder y temor. "Dos días," repitió. "¿Estaremos listos?"

"Estaremos listos para aprovechar la situación," corrigió Enlil. "Mientras los gusanos de la superficie y los patéticos Vigilantes Caídos se estrellan contra el Primigenio, nosotros consolidaremos nuestro poder. Usaremos la destrucción como cobertura. Les enseñaré cómo convertir la aniquilación en una ventaja táctica."

Poimandres, enroscado alrededor del trono, emitió un rugido bajo y gutural, una vibración que prometía destrucción a una escala inimaginable. La llegada de Cthulhu no era solo una amenaza, era una invitación a desatar el verdadero potencial del Caos.

El reloj cósmico había comenzado su cuenta atrás final. En la superficie y en las profundidades, alianzas improbables y enemistades mortales se preparaban para la llegada de un horror que amenazaba con devorarlos a todos. La tensión era insoportable. Dos días. Solo dos días.