Esto nos podría salvar, un nuevo descubrimiento

Mientras Umbría se preparaba para una guerra mágica de proporciones apocalípticas y Nyx saboreaba el inminente festín de Caos cósmico, en Cancún, México, un pequeño grupo de personas observaba el mundo desmoronarse a través de una lente muy diferente.

Era la noche del miércoles 2 de abril de 2025. Faltaba poco más de un día para la llegada estimada de la entidad Cthulhu. El grupo estaba reunido en un modesto laboratorio improvisado cerca de la playa, rodeado de equipos de electroencefalografía modificados, diagramas complejos de campos neuronales y copias gastadas de los trabajos del Dr. Jacobo Grinberg-Zylberbaum. Afuera, aunque las noticias oficiales eran confusas y contradictorias, se sentía una tensión palpable en el aire, una presión psíquica que erizaba la piel y provocaba sueños inquietantes. Habían visto informes fragmentados de extraños fenómenos globales: enjambres de criaturas imposibles en España, naves silenciosas sobre Asia, estructuras colosales emergiendo en las Américas.

La Dra. Elena Rossi, una física teórica que había dedicado años a seguir las pistas de Grinberg, miraba un monitor que mostraba fluctuaciones energéticas anómalas a escala global. "Los patrones son... incoherentes, Mateo," dijo, dirigiéndose a un joven estudiante de psicología con una sensibilidad intuitiva inusual. "No siguen las leyes físicas conocidas. Es como si... como si el tejido mismo de la realidad estuviera siendo estirado, deformado."

Mateo asintió, pálido. "Lo siento, Elena. Es como el 'ruido' del que hablaba Grinberg, la interferencia en la 'lattice', pero amplificado un millón de veces. Es... agresivo. Intenta deshacer la percepción."

"La teoría sintérgica," murmuró Elena, más para sí misma que para los demás. Recogió una copia de 'La Creación de la Experiencia'. "Grinberg postuló que la conciencia no es un epifenómeno del cerebro, sino que interactúa directamente con una matriz fundamental, una estructura pre-espacial que contiene toda la información del universo. Que la percepción es el resultado de la interacción del campo neuronal con esta 'lattice sintérgica'."

"Y creía," añadió Mateo, "que una conciencia suficientemente coherente, un campo neuronal de alta sintergia, podría no solo percibir la lattice con mayor claridad, sino también... influir en ella. Modificarla."

Se hizo un silencio mientras procesaban la enormidad de lo que estaban pensando.

"Estas... cosas que están llegando," dijo Elena, refiriéndose a la amenaza Cthulhu que apenas podían nombrar, "parecen operar a ese nivel fundamental. No atacan solo físicamente, atacan la percepción, la realidad misma. Doblan el espacio, inducen la locura... interfieren con la lattice."

"Entonces," dijo Mateo, con una mezcla de terror y excitación intelectual en sus ojos, "¿podría ser al revés? Si ellos atacan la lattice... ¿podríamos usar la lattice para defendernos?"

"¿Usar la conciencia como escudo?" preguntó otro miembro del grupo, un filósofo escéptico llamado Javier. "¿Contra... eso?"

"No un escudo pasivo," aclaró Elena, sus ojos brillando con intensidad. "Grinberg creía en la posibilidad de crear campos de conciencia coherente. Si pudiéramos alcanzar un estado de alta sintergia, quizás podríamos... estabilizar la lattice a nuestro alrededor. Crear una especie de 'isla de realidad coherente' que resista la distorsión externa. O tal vez, incluso... proyectar esa coherencia hacia afuera, interfiriendo con la conexión de esas entidades con nuestra realidad."

La idea era asombrosa, casi una locura. ¿Podría la mente humana, comprendida a través de las teorías de un científico desaparecido, enfrentarse a dioses cósmicos? No tenían magia como la de Umbría, ni tecnología alienígena, ni el poder del Caos. Solo tenían sus mentes y una teoría radical sobre la naturaleza de la realidad.

"Pero, ¿cómo?" preguntó Javier. "Los experimentos de Grinberg apenas arañaron la superficie. Necesitaríamos un nivel de coherencia, de sintergia, que nunca se ha alcanzado. Y... ¿cuánto tiempo tenemos?"

Mateo miró un reloj. "Menos de treinta horas, si las estimaciones son correctas."

Se miraron unos a otros. Eran un puñado de investigadores en una playa de México, mientras el mundo se preparaba para una invasión cósmica y guerras entre dioses y monstruos. Parecía desesperado.

"No lo sabemos," admitió Elena. "No sabemos si es posible. No sabemos si podemos alcanzar la sintergia necesaria. No sabemos si servirá de algo contra... Cthulhu." Hizo una pausa, respirando hondo. "Pero la teoría de Jacobo es la única herramienta que tenemos que podría operar al mismo nivel fundamental que la amenaza. ¿Vamos a quedarnos sentados esperando el fin, o vamos a intentar usar la única arma que poseemos... nuestra propia conciencia?"

La pregunta quedó flotando en el aire cargado de tensión. En medio del caos mágico y alienígena que envolvía al planeta, un pequeño grupo de humanos en Cancún contemplaba la posibilidad de que la clave para la supervivencia no residiera en hechizos antiguos o armas avanzadas, sino en la naturaleza misma de la mente y la realidad, tal como la había vislumbrado un científico perdido en el tiempo.