El pequeño grupo en Cancún luchaba por mantener la concentración. La presión psíquica que emanaba del Caribe era como un peso físico, haciendo difícil respirar, pensar con claridad. Sus intentos de alcanzar la coherencia sintérgica eran constantemente interrumpidos por oleadas de pavor irracional y fragmentos de imágenes mentales perturbadoras.
"No funciona," jadeó Javier, abriendo los ojos, el sudor perlando su frente. "Es demasiado fuerte. La meditación, los equipos... no podemos estabilizar el campo neuronal lo suficiente."
Elena Rossi apretó los dientes, revisando frenéticamente notas antiguas de Grinberg en una tablet. "Tiene que haber algo más... Jacobo no se basó solo en física teórica y neurociencia..." Sus ojos se abrieron de golpe. "¡Claro! ¡Lo olvidé!"
Se levantó de un salto y buscó en una caja polvorienta. Sacó un cuaderno de campo diferente, lleno de bocetos, notas escritas a mano y transcripciones de entrevistas. "Sus últimos años... antes de desaparecer... no estaba solo en el laboratorio. Estaba en la Sierra Mazateca, estaba con curanderos, con chamanes... ¡Estaba obsesionado con Pachita!"
Mateo la miró, comprendiendo. "La curandera... la que operaba con un cuchillo de monte, la que decía que el 'Hermanito' lo hacía a través de ella..."
"¡Exacto!" exclamó Elena. "Grinberg creía que Pachita no era un fraude, sino alguien que interactuaba con la 'lattice' de una manera increíblemente poderosa e intuitiva. Que sus 'cirugías psíquicas' eran una manipulación directa de la estructura pre-espacial, guiada por un estado alterado de conciencia y una intención enfocada, lo que los chamanes llamarían 'poder personal' o conexión con 'espíritus'."
Revisó las notas apresuradamente. "Él no solo teorizó, ¡observó! Describió los cánticos, los patrones de respiración, el uso de plantas sagradas, la focalización intensa de la voluntad... Creía que eran métodos empíricos, desarrollados durante siglos, para alcanzar y manipular la sintergia."
Una nueva chispa de esperanza, desesperada pero tangible, se encendió en el grupo.
"¿Estás diciendo que... que usemos técnicas chamánicas?" preguntó Javier, incrédulo.
"Estoy diciendo que Grinberg creía que esas técnicas eran una forma de sintergia aplicada," replicó Elena. "No tenemos tiempo para la teoría pura. Tenemos que intentar lo que él observó que funcionaba, aunque no lo comprendamos del todo. ¡Concentración, intención, ritmo! ¡Quizás los cánticos, la respiración rítmica que describió!"
Se miraron unos a otros. Era un salto hacia lo desconocido, hacia lo "irracional", pero con un dios cósmico despertando a pocos kilómetros, la racionalidad convencional parecía irrelevante. Con renovada urgencia, comenzaron a intentar incorporar esos elementos fragmentados del conocimiento chamánico que Grinberg había documentado en su desesperada lucha por estabilizar su pequeña isla de realidad consciente.
Mientras tanto, en Umbría...
El Gran Salón era un hervidero de actividad frenética pero controlada. Merlín dirigía la activación de las defensas más antiguas del castillo, los Magos Antiguos instruían a los profesores en hechizos de contención a gran escala, y Aria coordinaba a los estudiantes en la preparación de pociones y encantamientos de protección. La tensión era máxima; el plazo de dos días ahora parecía una eternidad comparado con el despertar inminente en el Caribe, una noticia que Enki les había transmitido con sombría urgencia tras recibir él mismo una actualización.
En medio de este caos organizado, sucedió algo inexplicable. Un viejo fonógrafo de bronce, una reliquia olvidada en un rincón del salón que nadie recordaba haber visto funcionar en décadas, comenzó a girar por sí solo. Las runas de protección más cercanas chisporrotearon y se apagaron. El aparato crepitó, y una voz surgió de su bocina, clara pero extrañamente distorsionada, como si hablara a través de capas de estática dimensional.
No era una voz que reconocieran. No tenía firma mágica detectable.
"La Rejilla Resiste a la Locura," dijo la voz, neutra, sin emoción. "La Conciencia Unida es Ancla. Busquen la Coherencia."
Y tan abruptamente como había comenzado, el fonógrafo se detuvo. El silencio que siguió fue más ensordecedor que el ruido anterior.
Merlín, Aria, Alatar y varios otros se acercaron al aparato, examinándolo con cautela.
"¿Qué ha sido eso?" preguntó Kaelen, bajando su varita. "¿Un mensaje de Nyx? ¿Una trampa?"
"Imposible," dijo Merlín, pasando una mano sobre el fonógrafo; no había rastro de magia reciente, ni siquiera de la más sutil. "Atravesó todas las barreras, todas las protecciones, como si no existieran. Ningún hechizo conocido puede hacer eso sin dejar rastro."
"La Rejilla... La Conciencia Unida... Coherencia..." murmuró Aria, las palabras resonando extrañamente en su mente. Le recordaban vagamente a conceptos filosóficos que había leído, pero en este contexto, parecían tener un peso urgente y práctico.
"La 'Rejilla'...", repitió Merlín, pensativo. Recordó fragmentos de textos alquímicos y herméticos, teorías sobre la estructura fundamental de la realidad, la prima materia, el Anima Mundi. Y recordó las palabras de Enki sobre la manipulación genética y la conciencia. "¿Podría referirse a la estructura misma de la realidad? ¿Y la 'Conciencia Unida' como una defensa contra la 'Locura'... la locura que emana de los Primigenios?"
Nadie tenía respuestas. La llamada era inexplicable, su origen un misterio, pero su mensaje, aunque críptico, parecía ofrecer una pista, una dirección inesperada en medio de la desesperación. ¿Quién les había enviado esa advertencia? ¿Gaia? ¿Un Netlin disidente? ¿O algo completamente distinto, algo que operaba en las mismas líneas de la realidad que el grupo de Cancún intentaba desesperadamente comprender y estabilizar? La confusión y la urgencia en Umbría aumentaron otro nivel. Tenían un nuevo enigma que resolver, mientras el reloj seguía corriendo hacia el despertar de Cthulhu.