Los tres magos Rojos revelados

Drácula observó a los tres Magos Rojos con una impasibilidad cuidadosamente cultivada, aunque su mente antigua trabajaba a gran velocidad, analizando su miedo, su poder residual, su desesperada oferta. La líder, la mujer del guantelete carmesí, dio un paso adelante bajo su escrutinio.

"Permíteme presentarnos adecuadamente, Príncipe Drácula, ya que la confianza, como bien sabes, se construye sobre algo más que sombras y miedo," dijo ella, bajando ligeramente su capucha para revelar un rostro pálido y severo, marcado por finas líneas de poder y preocupación. Sus ojos eran oscuros y penetrantes. "Soy Sorcha de la Mano Carmesí. Dirijo... lo que queda del Círculo."

Sorcha de la Mano Carmesí:

Apariencia: De mediana edad aparente, cabello oscuro recogido con severidad, túnica roja raída pero con bordados intrincados aún visibles. El guantelete carmesí en su mano izquierda parece palpitar débilmente. Irradia un aura de control tenso y pragmatismo despiadado. Personalidad: Líder por necesidad, calculadora, cautelosa pero dispuesta a tomar riesgos calculados. Su desesperación es palpable bajo una superficie de autoridad. Ve las alianzas como herramientas, no como lazos. Poderes y Ritos: Maestra de la Hematurgia Caótica y el Tejido Sombrío. Utiliza su propia sangre o la de otros (voluntarios o no) en rituales rápidos para crear escudos de sangre coagulada, lanzar proyectiles de sangre endurecida, o rastrear linajes. Puede manipular las sombras cercanas para ocultarse, crear duplicados ilusorios de corta duración o intentar atar a sus enemigos. Sus ritos son precisos, aunque imbuidos de la inestabilidad del Caos. Recuerdo de Batalla (con Vampiros): "Nuestros caminos se han cruzado antes con los de tu clase," dijo Sorcha, su mirada encontrando la de Drácula. "Recuerdo una incursión en una fortaleza de la Orden de la Luz Argéntea en los Balcanes, hace dos siglos. Necesitábamos un artefacto que guardaban. Mis sombras y ataduras de sangre crearon la distracción, pero fue la... persuasión casi hipnótica de ese dandi chupasangre, Viago, y la despiadada eficiencia de Damon Salvatore para eliminar guardias silenciosamente, lo que nos permitió alcanzar el objetivo mientras mis magos contenían el contraataque mágico. Una sinergia... efectiva."

A su lado, una figura más corpulenta y encorvada se agitó. Su túnica roja estaba quemada en los bordes y su capucha ocultaba un rostro que Drácula intuyó lleno de cicatrices. Olía a ozono y a carne quemada débilmente.

"Él es Malakor el Marchito," dijo Sorcha, con un matiz de advertencia en su voz.

Malakor el Marchito:

Apariencia: Grande y tosco, se mueve con una tensión contenida. Su rostro, apenas visible, está cruzado por cicatrices de quemaduras mágicas. Sus manos están vendadas. Exuda un aura de poder elemental inestable y furia apenas reprimida. Personalidad: Volátil, impaciente, propenso a la violencia. Prefiere la destrucción directa a la sutileza. Leal a Sorcha por miedo o por falta de otro lugar a donde ir. Resentido y amargado por el estado actual del Círculo. Poderes y Ritos: Canalizador del Caos Elemental y la Corrupción Entrópica. Invoca ráfagas de fuego oscuro que consume en lugar de solo quemar, relámpagos que saltan erráticamente, o áreas de descomposición acelerada que marchitan la materia orgánica e inorgánica. Sus ritos son brutales, a menudo involucrando la destrucción de objetos o sacrificios menores para alimentar su poder inestable. Recuerdo de Batalla (con Vampiros): Malakor gruñó. "Recuerdo la Caza en los pantanos de Luisiana," dijo con voz áspera. "Una abominación cambia-formas estaba masacrando a los nuestros y a los tuyos. Mis fuegos caóticos la acorralaron, pero esa cosa era rápida. Fue la fuerza bruta de ese sureño melancólico, Bill Compton, y la ferocidad casi animal del 'Vampiro Viviente', Morbius, quienes lograron derribarla mientras yo la quemaba hasta los huesos. Sangre y fuego... una buena combinación."

La tercera figura permanecía inmóvil, casi fundida con las sombras más profundas de la terraza. Era imposible determinar su género o sus rasgos exactos bajo la capucha, y un silencio antinatural parecía rodearle.

"Y él... o ella... es Silas el Susurrante," dijo Sorcha.

Silas el Susurrante:

Apariencia: Delgado, andrógino, completamente inmóvil. Su túnica roja parece absorber la luz. No se percibe aura de poder directo, sino una sensación de observación constante y conocimiento incómodo. Personalidad: Callado, enigmático, posiblemente inestable mentalmente. Se comunica a menudo a través de susurros o directamente en la mente. Observador agudo, quizás disfruta del miedo y la confusión que crea. Su lealtad es incierta. Poderes y Ritos: Maestro de la Ilusión Caótica y la Insinuación Psíquica. Puede tejer espejismos complejos que afectan a múltiples sentidos, proyectar miedos o dudas directamente en la mente de sus objetivos, o usar superficies reflectantes o sombras para realizar una forma de adivinación caótica e impredecible. Sus ritos involucran espejos oscuros, cánticos susurrantes y manipulación sensorial. Recuerdo de Batalla (con Vampiros): Una voz susurrante, que parecía venir de todas partes y ninguna, rozó la mente de Drácula. "Hubo un tiempo... en Londres... necesitábamos información de un culto subterráneo... Mis susurros sembraron la paranoia entre ellos... mientras el excéntrico Conde Pátula (un ser de inesperada astucia tras su fachada absurda) creaba una distracción teatral... y la criatura alada, Morbius, se deslizaba por los túneles para obtener los secretos... Una farsa y un miedo... herramientas útiles..."

Sorcha dejó que la información se asentara antes de continuar, su expresión volviéndose sombría. "Hemos trabajado con los vuestros antes, Príncipe. Conocemos vuestras fortalezas y debilidades. Pero también conocemos los peligros del poder incontrolado... de vuestra propia creación."

Hizo una pausa, su mirada encontrando la de Drácula con una intensidad renovada. "Hubo otro... uno con el que todos colaboramos una vez, en las sombras de Praga, necesitando su poder antiguo y su aura de terror primordial para enfrentarnos a un golem descontrolado. El Conde Orlok. Nosferatu."

El nombre flotó en el aire, cargado de un pavor genuino. "Lo ayudamos a canalizar su poder," continuó Sorcha, su voz bajando. "Quizás... quizás nuestra propia magia caótica interactuó mal con su naturaleza ya antigua y alienígena. Creció. Se hizo más fuerte, más... monstruoso. La criatura que ayudamos a desatar se volvió incontrolable. Rompió nuestras ataduras, masacró a varios de los nuestros y a algunos de los vuestros antes de desaparecer en la noche. Se convirtió en una leyenda de horror incluso para nosotros."

Miró a Drácula fijamente. "Tememos a las abominaciones que vuestra sangre creó porque hemos visto lo que sucede cuando el poder se descontrola, Príncipe. Lo hemos visto en Orlok. Por eso necesitamos vuestra fuerza disciplinada, la de los Castigadores. Para que nos protejáis de los errores de vuestro pasado que ahora nos cazan."

Reiteró la oferta: "Nuestro conocimiento arcano sobre la sangre y la resistencia elemental, a cambio de vuestra protección. Una alianza en las sombras, para sobrevivir a la larga noche que se avecina."

Drácula permaneció en silencio, procesando las detalladas confesiones y la peligrosa propuesta. Los Magos Rojos eran débiles, desesperados, pero poseían conocimientos prohibidos y un miedo muy real a los mismos monstruos que él recordaba con inquietud. ¿Podría arriesgarse a usar su conocimiento, a enredarse con su magia caótica, por la promesa de caminar de nuevo bajo el sol y eliminar las abominaciones de su pasado? La decisión pesaba sobre él, tan antigua y oscura como su propia existencia.