La limitación de los vampiros

Habían pasado tres semanas desde el despertar de Cthulhu y la desesperada invocación de Gaia. Tres semanas de una tensión insoportable, de una vigilia constante contra la locura que emanaba del Caribe y de un cielo que ya no se sentía seguro. El mundo vivía en un estado de crepúsculo noticioso, con informes fragmentados de batallas alienígenas en continentes lejanos, desastres naturales inexplicables y un creciente sentimiento de pavor global que se filtraba incluso a través de la censura gubernamental. Los Netlin aún no habían hecho una aparición abierta y masiva, pero los sensores de Merlín y Enki detectaban fluctuaciones energéticas que sugerían su presencia inminente o maniobras ocultas.

En la base improvisada de Cancún, la alianza forzada entre Umbría y los científicos trabajaba al límite. El "Ancla de Coherencia" se mantenía, pero requería turnos agotadores de meditación focalizada y apoyo mágico constante, dejando a magos y científicos física y mentalmente exhaustos. Habían decidido permanecer en Cancún, a pesar de la advertencia de Aria sobre el vórtice. Abandonar un nexo energético tan potente, ahora que Gaia estaba despierta y las defensas planetarias parecían activas, parecía estratégicamente imprudente. En cambio, dedicaban enormes recursos a estudiar el vórtice, intentando comprender su naturaleza y quizás neutralizar su efecto amplificador sobre Cthulhu, mientras aprovechaban cautelosamente su energía para alimentar sus propias defensas.

Drácula y sus Castigadores, ahora estrictamente nocturnos, patrullaban incansablemente. En secreto, bajo el manto de la noche y lejos de las miradas indiscretas de Umbría, Drácula se reunía con Sorcha, Malakor y Silas. Los Magos Rojos habían compartido los dolorosos y complejos rudimentos de sus ritos de resistencia solar – un proceso lento que requería ingredientes raros y una voluntad de hierro que Drácula estaba dispuesto a imponer a sus guerreros. A cambio, los Castigadores ofrecían una protección letal a los magos renegados, cuya paranoia crecía con cada noche que pasaba. La información sobre los divergentes era fragmentaria pero alarmante; parecían estar prosperando en el caos global.

Esa noche, la tensión habitual se disparó. Sin previo aviso, el propio aire del laboratorio pareció vibrar con una frecuencia disonante. Los equipos científicos se volvieron locos, las luces parpadearon violentamente y las runas protectoras de Merlín brillaron con una intensidad dolorosa antes de apagarse momentáneamente. Una oleada de energía pura y caótica surgió del suelo, del vórtice que yacía bajo ellos. Por un instante, la realidad pareció ondular, los ángulos de la habitación se volvieron inestables, y un coro de susurros enloquecedores llenó la mente de todos.

"¡El vórtice!" gritó Elena, luchando por mantenerse en pie mientras las lecturas en su pantalla se salían de escala. "¡Una descarga masiva! ¡Es inestable!"

"¡Algo ha sido perturbado en las profundidades!" exclamó Merlín, levantando su báculo, cuya punta brillaba intensamente mientras intentaba estabilizar las energías locales.

Casi simultáneamente, las alarmas de perímetro de corto alcance comenzaron a aullar. Sensores mágicos y térmicos detectaron múltiples firmas energéticas acercándose rápidamente desde la costa y la jungla circundante, moviéndose con una velocidad y agilidad antinaturales.

Silas el Susurrante se materializó junto a Sorcha y Drácula, su voz un siseo psíquico urgente en sus mentes. "Vienen... alas de sombra... belleza cruel... sedientas de esencia y miedo... ¡Las Hadas de Sangre! ¡Atraídas por la energía del vórtice!"

Drácula reaccionó al instante. La amenaza que los Magos Rojos temían había llegado a su puerta, atraída precisamente por el poder inestable que Umbría y los científicos intentaban estudiar. "¡Castigadores, a las defensas exteriores!" ordenó mentalmente a sus guerreros. Miró a Sorcha. "Maga Roja. Vuestra oportunidad de demostrar vuestro valor... y el mío de cumplir mi parte del pacto."

Sorcha asintió con gravedad, el miedo en sus ojos reemplazado por una determinación feroz. "¡Malakor, flanco izquierdo, fuego de contención! ¡Silas, ilusiones, confúndelos!"

Lo que siguió fue un estallido de combate caótico en los límites de la base. Los Castigadores, moviéndose como sombras veloces, se enfrentaron a las Hadas de Sangre, cuya belleza etérea contrastaba con la crueldad de sus ataques – rápidos cortes que buscaban drenar no solo sangre sino fuerza vital, y risas agudas que resonaban con la locura del vórtice.

Pero la defensa no fue solo vampírica. Malakor desató torrentes de fuego oscuro y relámpagos caóticos que obligaron a las hadas a dispersarse, mientras Sorcha tejía barreras de sangre endurecida y lanzaba zarcillos sombríos para atraparlas. Silas creaba imágenes fantasmales y ecos de miedo que desorientaban a las atacantes. Era una danza letal y oscura, la disciplina de los Castigadores trabajando en una sinergia inesperada y brutal con la magia caótica de los Magos Rojos.

Aria y Kaelen, saliendo para reforzar las defensas, se detuvieron un instante, observando la inesperada coordinación entre Drácula y los magos encapuchados de rojo. Intercambiaron una mirada de sorpresa y creciente sospecha antes de lanzar sus propios hechizos contra las hadas atacantes.

La escaramuza fue breve pero brutal. Las Hadas de Sangre, quizás superadas en número o simplemente habiendo satisfecho una curiosidad inicial atraída por el pulso del vórtice, se retiraron tan rápido como habían llegado, dejando atrás un par de cuerpos vampíricos heridos y la evidencia de daños en las barreras exteriores.

Cuando el silencio volvió a caer, roto solo por el zumbido de los equipos y la constante presión psíquica del mar, la atmósfera en la base era más tensa que nunca. Habían repelido el ataque, pero el vórtice había demostrado su inestabilidad, atrayendo activamente a las peligrosas creaciones divergentes. Y la innegable coordinación entre Drácula y los misteriosos Magos Rojos no había pasado desapercibida. La frágil alianza en Cancún se enfrentaba ahora no solo a amenazas externas, sino a la creciente posibilidad de secretos y traiciones internas.