Una inesperada transformación

Habían pasado casi cuatro semanas desde el despertar de Cthulhu. Cuatro semanas de una tensa coexistencia en la base improvisada de Cancún, bajo la constante presión psíquica del dios durmiente ahora activo en el Caribe y la amenaza latente del vórtice energético bajo sus pies. El "Ancla de Coherencia" se mantenía a duras penas, un esfuerzo agotador que consumía los recursos mágicos y mentales de Umbría y los científicos por igual. Los conflictos entre las facciones alienígenas y las huestes de Cthulhu continuaban a escala global, una guerra en las sombras reportada solo en fragmentos confusos. Los Netlin seguían sin aparecer en fuerza, su presencia un temor inminente más que una realidad tangible.

En secreto, Drácula y los tres Magos Rojos habían trabajado en los antiguos ritos de resistencia solar. El progreso era lento y frustrante. Los ingredientes eran escasos, la magia ambiental inestable, y los rituales mismos, como Sorcha había advertido, eran exigentes y peligrosos, basados en principios de sangre y resonancia elemental que bordeaban el control.

Fue Malakor el Marchito quien rompió la disciplina. Impaciente por la lentitud, resentido por la dependencia de Drácula y Umbría, y siempre propenso a soluciones directas y violentas, decidió forzar el proceso. En un rincón aislado de las ruinas exteriores que usaban para rituales discretos, intentó un atajo: combinar la esencia del ritual de resistencia solar con una infusión masiva de su propio poder caótico elemental, esperando "quemar" la protección en su propia sangre.

El resultado fue catastrófico.

Un grito inhumano rasgó el aire de la tarde, seguido de una explosión de energía caótica y el inconfundible olor a magia descontrolada y carne quemada, no por el sol, sino por su propio poder vuelto contra sí mismo.

Sorcha y Silas fueron los primeros en llegar, encontrando a Malakor retorciéndose en el suelo, su cuerpo convulsionando, su piel cubierta de quemaduras negras que supuraban energía caótica. Runas improvisadas grabadas a su alrededor brillaban con una luz enfermiza antes de apagarse. Estaba vivo, pero apenas. Su fuerza vital se desvanecía rápidamente, consumida por el fuego caótico que él mismo había desatado y que ahora lo devoraba desde dentro.

"¡Imbécil!" siseó Sorcha, intentando desesperadamente tejer hechizos de contención y sanación con su propia sangre, pero la energía caótica residual de Malakor rechazaba sus esfuerzos. Silas simplemente observaba, una presencia silenciosa e indescifrable en medio del desastre.

Fue entonces cuando Drácula llegó, atraído por la perturbación. Sus antiguos ojos evaluaron la situación en un instante: la energía caótica desenfrenada, la fuerza vital de Malakor agotándose irreversiblemente. Ninguna curación mágica, ni siquiera la de Merlín, podría reparar este tipo de autodestrucción interna a tiempo.

Se arrodilló junto al mago moribundo, ignorando las chispas caóticas que aún saltaban de su cuerpo. Miró a Sorcha, cuyos intentos de curación eran inútiles.

"Su esencia vital está casi extinguida, Maga Roja," dijo Drácula, su voz baja y grave. "La magia del Caos que intentó dominar lo está consumiendo. No sobrevivirá más que unos minutos."

Sorcha lo miró con desesperación. "¿No hay nada...?"

Drácula hizo una pausa, sus ojos rojos fijos en el rostro agonizante de Malakor. "Hay... una forma de salvarlo," dijo lentamente, cada palabra cayendo como una piedra. "De preservar su poder, su conciencia... aunque no su vida mortal ni su alma como la conocéis. Puedo ofrecerle el Abrazo."

Sorcha retrocedió como si la hubieran golpeado. La idea era monstruosa. Convertir a Malakor, su brutal pero leal segundo al mando, en una de las criaturas de la noche... en un sirviente potencial de Drácula... Pero la alternativa era verlo consumirse hasta la nada frente a sus ojos. Miró a Malakor, que abrió los ojos vidriosos, un gemido de dolor escapando de sus labios quemados.

"¡Malakor!" gritó Sorcha, inclinándose sobre él. "¿Me oyes? Es... es la única manera de que no... desaparezcas. ¿Lo... lo quieres? ¿Aceptas?"

Malakor la miró sin comprender al principio, luego pareció entender fragmentos. El terror puro luchó contra el dolor en su expresión. Dejó escapar un sonido ahogado, un estertor que podría haber sido un "sí" o simplemente una convulsión de agonía. Quizás un leve, espasmódico movimiento de cabeza. Era imposible saberlo con certeza.

Pero para Drácula, fue suficiente. O eligió que lo fuera.

Antes de que Sorcha pudiera reconsiderarlo, Drácula se inclinó sobre Malakor. Hubo un destello de colmillos, un movimiento rápido y depredador. Sorcha ahogó un grito.

La transformación fue instantánea y violenta. Malakor arqueó la espalda con un chillido que mezclaba la agonía de la muerte con el éxtasis antinatural del renacimiento oscuro. Las quemaduras caóticas en su piel parecieron ser absorbidas hacia adentro mientras una palidez mortal lo invadía. Su cuerpo convulsionó, y la energía caótica que lo estaba matando ahora se fusionó con la vitae vampírica, creando algo nuevo, inestable y aterrador.

Sus ojos se abrieron de golpe, ya no nublados por el dolor, sino ardiendo con un rojo intenso y hambriento, moteado por las chispas crepitantes del Caos elemental que aún residía en él. Un gruñido animal escapó de su garganta mientras se incorporaba torpemente, mirando sus propias manos con una mezcla de asombro y horror. Las heridas habían desaparecido, reemplazadas por una piel pálida y fría, pero bajo la superficie, el poder caótico bullía, ahora ligado a una sed insaciable.

La perturbación energética y el grito habían atraído a otros. Merlín, Aria y Kaelen llegaron corriendo, deteniéndose en seco ante la escena. Vieron a Malakor, inconfundiblemente cambiado, sus ojos rojos fijos en Sorcha con una nueva y depredadora intensidad. Vieron a Drácula, de pie junto a él, con una calma imperturbable. Vieron la expresión de horror y derrota en el rostro de Sorcha.

"¡Drácula!" la voz de Merlín resonó, cargada de una furia helada al comprender lo sucedido. "¿¡Qué has hecho!?"

Malakor, el Mago Rojo Marchito, ahora era Malakor el Vampiro Caótico. Una nueva abominación, nacida de la desesperación, la ambición y quizás, la oportunidad. La ya frágil alianza en Cancún acababa de sufrir una herida profunda y posiblemente fatal, mientras el nuevo vampiro miraba a su alrededor, confundido, furioso, y abrumadoramente sediento.