La gran misión

La atmósfera en el centro de mando improvisado era una mezcla tóxica de agotamiento, miedo y una determinación cada vez más frágil. La revelación de Quetzal sobre la historia de los sacrificios mayas y el papel de los conquistadores españoles había añadido otra capa de amarga comprensión a la ya compleja crisis. Pero el ultimátum de los Netlin, exigiendo la rendición de su magia y su autonomía, se cernía sobre ellos como una espada de Damocles cósmica.

"No podemos luchar en todos los frentes," dijo Merlín, su voz cansada pero firme, rompiendo el tenso silencio que había seguido a la partida de Drácula y los Magos Rojos para discutir en privado la oferta de Quetzal de "desatar" los anillos. "Cthulhu está activo. Nyx y Morgana, aunque cazadas, siguen siendo una amenaza global con el poder de Poimandres y la estrategia de Enlil. Las facciones de Lira son impredecibles. Y ahora, los Netlin exigen nuestra sumisión."

Quetzal, sentado con la calma de una montaña ancestral, asintió. "Cuando dos jaguares celestiales luchan," dijo, sus ojos ámbar fijos en el mapa holográfico que mostraba las firmas energéticas de Cthulhu y los Netlin convergiendo hacia la Tierra, "el ciervo sabio espera en la maleza, observando, conservando su fuerza. O, si es lo suficientemente astuto, guía a un jaguar hacia la guarida del otro."

"Una estrategia de desgaste mutuo," comprendió Aria. "Dejar que Cthulhu y los Netlin se debiliten entre sí." Su nueva magia, esa sensibilidad a la verdad de las energías, le decía que era una apuesta peligrosa, pero quizás la única viable.

"Amitiel ha declarado que su propósito es destruir al Primigenio," continuó Merlín. "Debemos usar eso. Necesitamos tiempo. Tiempo para que Gaia recupere más de su fuerza y sus defensas naturales se asienten. Tiempo para que nosotros comprendamos y dominemos plenamente el conocimiento que hemos reunido – la Tabla Esmeralda, las Clavículas, vuestra Teoría Sintérgica," asintió hacia Elena Rossi, "y la sabiduría ancestral de los Guardianes de la Ceiba." Señaló a Quetzal. "Tiempo, sobre todo, para evitar entregar nuestra magia, nuestra voluntad, a los Netlin."

Todas las miradas se volvieron hacia Enki. El Anunnaki había permanecido en silencio, observando, procesando. Como ser de una raza cósmica antigua, aunque quizás menor en la jerarquía que los Netlin, era el único que podría tener una remota posibilidad de ser escuchado por Amitiel.

"Enki," dijo Merlín con solemnidad. "Tú conoces los protocolos, las cortesías, las vanidades de estas entidades antiguas. O al menos, las entiendes mejor que cualquiera de nosotros. Te pedimos que emprendas una misión de la más alta importancia y el más extremo peligro."

Enki levantó una ceja dorada, su rostro impasible, aunque Aria pudo sentir una corriente de profunda renuencia bajo su calma superficial.

"Debes contactar al Comandante Supremo Amitiel," prosiguió Merlín. "Debes convencerlo de que la amenaza de Cthulhu es primordial y requiere la concentración total e inmediata de todas las fuerzas Netlin. Que exigir la rendición de la magia de Terra ahora sería una distracción estratégica, un error que solo beneficiaría al Primigenio y a los agentes del Caos como Nyx."

Quetzal añadió su peso. "Háblale de la profanación del Gran Ciclo que Cthulhu representa, Vigilante Caído. Recuérdale la antigua guerra que libraron, la razón de su eterna vigilia. La caza de brujas entre los habitantes de este mundo puede esperar a que el verdadero monstruo haya sido encadenado de nuevo."

Enki permaneció en silencio por un largo momento, sus ojos dorados insondables. La tarea era casi suicida. Los Netlin eran conocidos por su orgullo y su desprecio por las razas "menores". Amitiel, el Estratega Caído, no sería fácil de persuadir.

"¿Y qué argumentos le ofrezco a un ser que se considera la encarnación del Orden y la Justicia Divina, aunque sea una justicia caída?" preguntó Enki finalmente, su voz con un deje de ironía amarga.

"Apela a su orgullo de estratega," sugirió Aria, su mente trabajando rápidamente. "La hechicera Nyx está siendo cazada por múltiples facciones, incluyendo al propio Cthulhu. Aunque es una sirviente del Caos, su campaña actual está, irónicamente, distrayendo y dividiendo a las fuerzas que de otro modo podrían oponerse a los Netlin o servir a los propósitos de Cthulhu. Dejad que el caos interno de este planeta se consuma por ahora. Que las alimañas menores se devoren entre sí mientras las grandes águilas cazan al verdadero dragón."

"Y la magia de Terra," añadió Merlín, "nuestro conocimiento combinado... una vez que la amenaza principal sea contenida, y si Terra sobrevive, podría ser purgada y guiada por la sabiduría de los Netlin para convertirse en un activo futuro en su gran diseño de Orden. Pero exigir su entrega ahora, en medio de esta crisis, solo generará una resistencia innecesaria, fragmentará la defensa planetaria y nos convertirá en un lastre en lugar de un posible recurso. Hazle ver que nuestra lucha local, por torpe que sea, mantiene ocupadas a ciertas fuerzas que él no tendrá que enfrentar directamente... por ahora."

Enki escuchó, asintiendo lentamente. Los argumentos eran peligrosos, llenos de medias verdades y manipulaciones sutiles, pero podrían apelar a la lógica fría y al ego de un comandante como Amitiel.

"Amitiel es antiguo," dijo Enki finalmente, "y su paciencia, legendaria en su escasez. Considera que las razas como la vuestra, o incluso la mía, son poco más que polvo en el gran esquema cósmico." Se levantó, su figura alta y dorada irradiando una dignidad resignada. "Pero el argumento de la eficiencia estratégica contra Cthulhu... podría escucharlo. Y la idea de que Nyx está, de hecho, creando una distracción útil... podría entretenerlo."

Hizo una pausa, y una sombra de algo que podría ser miedo, o quizás una profunda tristeza cósmica, cruzó sus ojos. "Intentaré contactarlo. Usaré los canales Anunnaki más antiguos, los que resuenan con las armónicas del viejo Imperio Celestial. Rezaré a los dioses que ya no existen y en los que nunca creí, para que escuche la lógica antes que el orgullo de su Caída."

Con un breve asentimiento, Enki se giró y caminó hacia un área despejada del laboratorio. Cerró los ojos, y una compleja matriz de luz dorada y geometría alienígena comenzó a formarse a su alrededor. Iba a intentar enviar un mensaje a través de las vastas y peligrosas extensiones del espacio y el tiempo, hacia un ser de poder inimaginable, con la esperanza de comprarle al planeta Tierra unas pocas y preciosas horas.

El destino de su misión era incierto. Si fallaba, la llegada de los Netlin podría significar la subyugación inmediata o la guerra abierta en otro frente. Si tenía éxito, solo habrían ganado un respiro, un breve interludio antes de tener que enfrentar la inevitable arrogancia de los Ángeles Caídos. La tensión en Cancún era un nudo que amenazaba con estrangular toda esperanza.