Un viaje hacia lo desconocido en medio de la selva.

Habían pasado casi dos días desde que Enki partió en su peligrosa misión diplomática hacia el Comandante Supremo Netlin, Amitiel. No había habido noticias. En Cancún, la presión psíquica de Cthulhu, aunque contenida por el "Ancla de Coherencia" y la sutil intervención de Gaia, seguía siendo una constante agobiante. El vórtice energético bajo sus pies era una bomba de tiempo, y la campaña de terror global de Nyx continuaba drenando la esperanza del mundo.

Fue Quetzal quien finalmente rompió el ciclo de tensa espera y defensa reactiva. Reunió a Merlín, Aria, Elena Rossi, Drácula y Sorcha en el centro de mando.

"El vórtice aquí, en la costa, es como una herida abierta en la piel de Yuum K'aax (Señor de los Bosques, la Tierra)," dijo el líder maya, su voz resonando con la autoridad de la selva misma. "Atrae a los carroñeros del cosmos y amplifica la enfermedad del Durmiente Profundo. El Ancla que tejéis es valiente, pero es como tratar de achicar el océano con una jícara mientras la tormenta arrecia. Necesitamos un Ancla del Mundo diferente, un lugar sagrado donde la energía de Gaia fluya pura y fuerte, donde nuestros ancestros tejieron defensas en el corazón mismo del Mayab. Un lugar para erigir vuestra verdadera resistencia, o para potenciar la sabiduría de la Tabla de Esmeralda y la conciencia unida que buscáis."

La propuesta era radical: abandonar la relativa (y cada vez menor) seguridad de la base improvisada y adentrarse en lo desconocido.

"¿Y a dónde propones que vayamos, Señor Quetzal?" preguntó Merlín, respetuoso pero cauteloso.

"Al Corazón del Reino de la Serpiente," respondió Quetzal con solemnidad. "Un lugar de poder antiguo. Tomará tiempo llegar, y el camino no estará exento de peligros, pero es nuestra mejor oportunidad."

Tras un tenso debate, donde la desesperación superó a la aprensión, la decisión fue tomada. El traslado sería escalonado y peligroso. Merlín y los magos de Umbría usarían su poder para transportar el equipo esencial y al personal clave en saltos cortos y protegidos, mientras los guerreros de Drácula y los Aluxes de Quetzal asegurarían los perímetros.

Muchos en el grupo, especialmente los científicos y los estudiantes más jóvenes de Umbría, asumieron con un hilo de esperanza que su destino era Chichén Itzá. Las famosas pirámides, un conocido centro de poder maya, parecían un destino lógico.

La primera etapa del viaje, usando portales inestables y transportes mundanos camuflados, los llevó desde la costa de Quintana Roo hacia el interior de la península. Luego, comenzó la verdadera prueba: una ardua travesía a pie a través de una sección de la selva que los mapas no detallaban y que la magia de Quetzal parecía tanto ocultar como guiar.

Las horas se arrastraron. El calor era sofocante, la humedad asfixiante. Los sonidos de la selva – el rugido de los monos aulladores, el canto de aves exóticas, el constante zumbido de insectos invisibles – se mezclaban con la persistente presión psíquica de Cthulhu, creando una atmósfera de pesadilla febril.

Jueves, 15 de mayo de 2025, 10:23 PM EST (Tiempo Local Aproximado en la Selva)

Llevaban más de seis horas abriéndose paso por la densa maleza, guiados por Itzamná Balam y Ek Chuah, mientras Quetzal se movía con Merlín y Aria, discutiendo la naturaleza de las energías que los rodeaban. El optimismo inicial se había desvanecido, reemplazado por el agotamiento y una creciente desesperación.

"¡Esto es una locura!" jadeó Javier, el filósofo del equipo de Elena, tropezando con una raíz. "¿Dónde está Chichén Itzá? ¡Deberíamos haber llegado hace horas! ¡Nos estamos adentrando más y más en la nada!"

El pánico comenzó a cundir entre los más débiles. Incluso Drácula, aunque impasible, observaba a los guías mayas con una renovada sospecha en sus ojos rojos. Sorcha y Silas intercambiaban miradas inquietas. Malakor, el vampiro caótico, gruñía con impaciencia, su nueva sed exacerbada por el esfuerzo y la tensión.

Justo cuando la moral estaba a punto de quebrarse, cuando las primeras voces comenzaban a sugerir dar la vuelta, Itzamná Balam levantó una mano. La densa pared de vegetación frente a ellos pareció ondular, como un espejismo, y luego se desvaneció, revelando un sendero apenas perceptible que ascendía suavemente.

"Hemos llegado," anunció el anciano brujo.

Con el último aliento de sus fuerzas, el grupo siguió el sendero. Y entonces, emergieron a un claro.

Ante ellos, bañadas por la pálida luz de una luna creciente que se filtraba a través del dosel de la jungla, se alzaban estructuras que quitaban el aliento. No eran las restauradas y conocidas pirámides de Chichén Itzá. Eran algo mucho más antiguo, más vasto, más salvaje. Dos pirámides colosales, casi montañas gemelas cubiertas por la selva, se elevaban hacia el cielo, sus siluetas apenas recortadas contra las estrellas. Plazas cubiertas de hierba se extendían entre templos más pequeños y palacios devorados por las raíces de árboles gigantescos. El aire aquí era diferente: vibraba con una energía palpable, una mezcla de poder telúrico puro, serenidad ancestral y un silencio vigilante. Pequeños Aluxes, muchos más que los que habían visto antes, danzaban entre las ruinas, sus ojos brillantes como estrellas caídas.

"No buscábamos la feria de los turistas, Mago de Occidente," dijo Quetzal con una leve sonrisa dirigida a Merlín, quien observaba con asombro reverente. "Chichén Itzá es un eco resonante, sí. Poderoso. Pero esto..." Hizo un gesto amplio hacia las ruinas ciclópeas. "Esto es Calakmul. El Corazón del Antiguo Reino de la Serpiente. Chiik Naab. Un lugar donde el velo entre los mundos es delgado como el ala de una mariposa, y donde la sangre de la tierra, el K'uxa'an Suum (cordón umbilical viviente), fluye con la fuerza de un jaguar."

Aria sintió la energía del lugar recorrerla, su nueva magia esmeralda y dorada vibrando en armonía con las piedras ancestrales. Era un poder inmenso, dormido pero no muerto. Un lugar de profundo misterio y potencial.

"Aquí," declaró Quetzal, su voz resonando con la autoridad de los antiguos reyes-sacerdotes, "aquí podremos tejer una defensa digna de este planeta. Aquí, en Calakmul, haremos nuestra verdadera resistencia."

Habían llegado a un nuevo refugio, un nuevo campo de batalla, en el corazón palpitante de la selva campechana. El alivio se mezclaba con la aprensión. Calakmul era un lugar de poder, pero también de secretos ancestrales y peligros olvidados. La guerra por la Tierra acababa de encontrar un nuevo y misterioso escenario.