La creación de 1500 nuevos guerreros

La revelación de Morgana sobre la impía alianza entre Cthulhu y los Netlin Luciferinos, y la verdad sobre Amitiel, había dejado al grupo en Cancún sumido en un horror gélido. La esperanza que Enki había traído se había desvanecido, reemplazada por la certeza de una traición cósmica y la inminencia de un enemigo unificado y monstruosamente poderoso. Nyx y Poimandres, aunque aún resistían, estaban siendo aplastados. El ultimátum de Amitiel ahora parecía una burla cruel.

En medio del silencio cargado de desesperación, la voz de Quetzal se alzó, firme y resonante como el canto de un antiguo sacerdote en la cima de una pirámide.

"No todo está perdido, Hijos de la Superficie y de la Noche Eterna," dijo, su mirada ámbar recorriendo los rostros desencajados. "Mientras Gaia respire y la sangre de esta tierra sagrada fluya, hay poder que podemos invocar, defensas que podemos tejer. Nuestros ancestros no solo construyeron con piedra y observaron las estrellas; aprendieron a conversar con el espíritu de la arcilla y a infundir el aliento de la voluntad en el polvo."

Se volvió hacia los magos de Umbría, hacia Sorcha y Silas, e incluso hacia Drácula, cuya expresión era una máscara de fría furia. "Les enseñaré a convocar a los guardianes de la tierra y el espíritu: los Aluxes Guerreros. Pequeños en forma, pero inmensos en lealtad y ferocidad cuando son despertados por una voluntad poderosa y un propósito justo."

La idea era tan inesperada, tan... terrenal, comparada con las Clavículas de Salomón o la Tabla Esmeralda, que al principio algunos dudaron. Pero la convicción en la voz de Quetzal y la energía palpable que emanaba de él y sus brujos eran innegables.

"Necesitaremos polvo de esta tierra," explicó Itzamná Balam, señalando el suelo de Cancún, ahora imbuido con las energías del vórtice y la conciencia despierta de Gaia. "Arcilla sagrada, si es posible, o incluso la arena de estas playas, consagrada. Y luego... vuestra energía. Vuestro K'uh, vuestro Chi, vuestra vitae, vuestra esencia mágica. Cada Alux será un eco de vuestro propio espíritu, una extensión de vuestra voluntad y una miniatura de vuestro poder."

Bajo la guía experta de Quetzal, Ix Mukul y Ek Chuah, comenzó un ritual frenético y sin precedentes en un área despejada del laboratorio, ahora convertida en un círculo de poder improvisado. Montones de tierra y arena local fueron rápidamente consagrados con cánticos mayas y la energía combinada de Merlín y Quetzal. Luego, cada mago, hechicero y vampiro fue instruido.

Debían tomar un puñado de ese polvo sagrado y enfocar toda su intención, toda su energía personal, en él. Aria sintió su nueva magia esmeralda y dorada fluir de sus manos hacia la tierra, imbuyéndola con su deseo de proteger, con su resonancia de verdad. Kaelen infundió su puñado con la furia del viento. Merlín, con una concentración titánica, canalizó ecos de la magia de la creación misma. Sorcha, con una mueca, vertió una gota de su sangre caótica, mientras Malakor, el nuevo vampiro, rugía al imbuir la tierra con su furia elemental y su recién adquirida no-muerte. Drácula, aunque escéptico, comprendió el potencial y ordenó a sus Castigadores más poderosos que participaran, su antigua vitae fluyendo hacia el polvo con una intensidad fría y controlada.

A medida que la energía se vertía, el polvo comenzaba a agitarse, a arremolinarse, a tomar forma. Pequeñas figuras humanoides, no más altas que la rodilla de un hombre, se solidificaban, sus cuerpos hechos de tierra compactada, pero sus ojos brillando con la esencia de su creador.

El proceso fue milagrosamente rápido, impulsado por la desesperación, la maestría de los Mayas y el poder concentrado de tantos seres mágicos. En menos de tres horas, el laboratorio y sus alrededores estaban llenos de un ejército en miniatura. Mil quinientos Aluxes Guerreros se alzaban en silencio, listos.

Y lo más asombroso era su diversidad. Los Aluxes creados por Aria brillaban con una tenue luz verde y dorada, y se movían con una gracia serena, sus pequeñas manos capaces de proyectar pulsos de energía calmante o ráfagas de verdad que podían desorientar. Los de Kaelen estaban rodeados por diminutos torbellinos, sus movimientos rápidos como el viento. Los de Merlín eran como pequeños golems de tierra imbuidos de una sabiduría arcana palpable, capaces de tejer escudos o lanzar versiones en miniatura de sus hechizos. Los de Sorcha eran de un rojo oscuro, con ojos que ardían con fuego caótico, capaces de lanzar pequeñas descargas de energía entrópica. Los Aluxes de los Castigadores eran pálidos, increíblemente rápidos y silenciosos, sus pequeñas garras y colmillos brillando en la penumbra. Incluso Malakor había creado Aluxes que crepitaban con energía elemental y vampírica inestable.

"Cada uno," explicó Quetzal, observando con aprobación la escena, "lleva una chispa de vuestro poder, de vuestra fuerza, de vuestra alma. Lucharán con vuestras habilidades, morirán para protegeros. Son vuestros hijos de la tierra y el espíritu."

Un nuevo tipo de esperanza, una esperanza feroz y terrenal, surgió en el corazón del grupo. Habían sido traicionados por los Netlin, Nyx estaba al borde de la aniquilación por una alianza impía, y Cthulhu seguía siendo una amenaza existencial. Pero ahora, tenían un ejército. Un ejército nacido de su propia esencia, leal hasta el fin, imbuido con una miríada de poderes mágicos.

Los mil quinientos Aluxes Guerreros se quedaron inmóviles, sus ojos brillantes fijos en sus creadores, esperando la orden. Estaban listos para la batalla. La noche en Cancún, ya saturada de horrores cósmicos y magia antigua, acababa de añadir un nuevo y formidable contingente a la guerra por la supervivencia de la Tierra. La pregunta ahora era: ¿serían suficientes?