Debemos escuchar, más no confiar ciegamente.

El portal de sombras se había cerrado, llevándose consigo a los 1500 Aluxes Guerreros hacia las profundidades desconocidas de la Tierra Hueca en pos de Nyx. En el centro de mando de Cancún, un silencio preñado de agotamiento y una ansiedad casi insoportable se había instalado. Merlín, Quetzal, Aria y los demás observaban los mapas holográficos, donde las firmas energéticas globales parpadeaban como un sistema nervioso planetario al borde del colapso. Gaia estaba despierta, sí, pero el asalto de Cthulhu era implacable, y la campaña de terror de Nyx, aunque ahora un objetivo ella misma, ya había sembrado un profundo miedo y caos.

Fue Enki, monitorizando sus propios y complejos sensores Anunnaki que abarcaban el sistema solar, quien rompió la quietud. "Tenemos... compañía inesperada intentando establecer contacto," anunció, sus ojos dorados fijos en una consola que mostraba múltiples señales entrantes, todas de origen no terrestre y definitivamente no Netlin.

Antes de que pudiera dar más detalles, una de las pantallas principales del laboratorio parpadeó y mostró la imagen holográfica de una figura imponente. Era claramente reptiliana, pero con una armadura ornamentada que fusionaba tecnología alienígena con insignias que recordaban a los jeroglíficos sumerios. Sus ojos amarillos, con pupilas verticales, eran fríos y calculadores.

"Hablo en nombre del Cónclave Sauriano de la Flota de Defensa de Tycho," siseó la figura, su voz traducida por el sistema de Enki con un leve retardo. "Nos dirigimos a las entidades mágicas dominantes de este planeta, Terra. Estamos al tanto de vuestra resistencia contra el Primigenio que ha despertado en vuestros océanos."

Drácula, que había estado observando desde las sombras más profundas, soltó una risa seca y despectiva. "¡Más serpientes en el nido!" espetó, sus ojos rojos brillando con hostilidad. "Vinieron a este mundo como 'dioses' y explotadores, exigiendo tributos de sangre y miedo. ¿Y ahora que el festín se agria y un depredador mayor los amenaza, buscan nuestra 'comprensión'? ¡Vuestra sumisión a los Primigenios fue la que manchó la historia de este y otros mundos!"

El reptiliano no se inmutó. "Vuestra perspectiva es... limitada, Caminante Nocturno. La relación con las Entidades del Vacío era una de supervivencia pragmática, un mal necesario para evitar la aniquilación total de civilizaciones menores como las nuestras en las Guerras de Lira. El 'tributo' era el precio de una precaria no interferencia." Hizo una pausa. "Un precio que ya no estamos dispuestos a pagar. Ni podemos."

Mientras hablaba, Alatar y Elena Rossi informaron de más intentos de contacto. "Una sonda psíquica... increíblemente potente pero fría, carente de emoción. Patrones de los Grises," dijo Alatar. Segundos después, Javier gritó desde otra consola: "¡Señales de banda ancha, complejas, en patrones de enjambre! ¡Coincide con las firmas de los Insectoides que Enki identificó!"

La sala se llenó de una nueva tensión. Múltiples facciones alienígenas de las Guerras de Lira estaban llamando a su puerta.

"La ascensión directa del Primigenio aquí, en Terra," continuó el Sauriano en la pantalla, como si no hubiera sido interrumpido, "y la... intervención de los Netlin Luciferinos a su lado, ha alterado el antiguo equilibrio. El sistema de tributos se ha colapsado. Nyx, la hechicera del Caos, al desviar las emanaciones psíquicas de vuestro planeta para su propio uso, aceleró esta crisis para nosotros. Ahora, el Primigenio y sus 'ángeles' exigen más de lo que podemos dar, o nos ven como prescindibles."

"Insistimos en un diálogo," la voz del Sauriano se volvió más apremiante. "Ya no deseamos, ni podemos, servir como recolectores para el Vacío. Buscamos... un cese de hostilidades entre nuestras fuerzas y las vuestras. Una posible coordinación contra el enemigo común."

"¿Confiar en vosotros?" Drácula se adelantó, su presencia llenando la habitación. "Vosotros, que ayudasteis a los conquistadores españoles a masacrar a los pueblos de este continente para pagar vuestro tributo a esos mismos horrores," dijo, lanzando una mirada significativa a Quetzal. "Vuestra 'supervivencia pragmática' siempre se ha construido sobre la aniquilación de otros."

"Los ciclos cambian, Príncipe de la Noche," siseó el Sauriano. "La amenaza actual es existencial para todos nosotros. Negociar con la muerte es preferible a una muerte segura."

Merlín intervino, su voz cansada pero firme. "El enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. Pero en esta hora oscura, toda información, toda posible palanca, debe ser considerada con extrema cautela." Miró a Enki. "¿Qué sugieres?"

Enki suspiró, el peso de la diplomacia cósmica visible en él. "Son oportunistas. Desesperados. Peligrosos. Pero su desesperación podría ser nuestra ventaja. Saben de los Primigenios, de los Netlin, de formas que nosotros apenas empezamos a comprender. Si podemos verificar sus intenciones, si podemos asegurar que su 'cooperación' no es una trampa más elaborada..."

Quetzal habló entonces, su voz tranquila pero con la resonancia de la tierra antigua. "Las serpientes cambian de piel, pero rara vez de corazón. No obstante, incluso la serpiente puede mostrar el camino para evitar al jaguar que acecha en la oscuridad. Escuchad sus palabras, pero observad sus colmillos."

Aria, sintiendo la marea de intenciones alienígenas y la desconfianza palpable en la sala, asintió. "Debemos escuchar. Pero no debemos confiar ciegamente. Mi... mi magia... quizás pueda ayudar a discernir la verdad en sus ofertas."

La decisión fue unánime, aunque cargada de recelo. Abrirían canales de comunicación, uno por uno, con extrema precaución. Reunirían inteligencia, evaluarían las ofertas, pero mantendrían sus defensas al máximo. La base en Cancún, ya un nexo de magia, ciencia y desesperación, se estaba convirtiendo en el improbable centro diplomático de una guerra cósmica, con la supervivencia de la Tierra pendiendo de un hilo y la confianza siendo la moneda más escasa y valiosa. La noche apenas comenzaba.