El eco de la desesperada súplica de Enlil aún flotaba en el aire viciado del centro de mando en Cancún cuando la siguiente oleada de crisis golpeó. Acababan de abrir canales de comunicación con las facciones de Lira, un torbellino de diplomacia alienígena y desconfianza mutua, cuando una nueva y imperiosa presencia mental se impuso sobre todas las demás.
No era un llamado ni una solicitud. Era una orden, proyectada con la fuerza de una estrella supernova directamente en las mentes de Merlín, Enki y Quetzal, los líderes percibidos de las dispares fuerzas de Terra.
"El tiempo de la deliberación ha terminado, mortales y caídos menores," resonó la voz de Amitiel, el Comandante Supremo Netlin, fría como el vacío interestelar y afilada como el cristal. "El Primigenio se agita con nueva furia, y mis legiones se preparan para el primer golpe de purificación. Vuestra 'cooperación', tal como la negoció el Anunnaki Enki, es ahora un requisito ineludible. Entregad los datos sobre las energías de Terra, la estructura de la Rejilla, el vórtice de vuestra actual ubicación y la naturaleza de la conciencia planetaria Gaia, como se os ordenó. ¡Inmediatamente! Vuestra obediencia y la utilidad de vuestra información determinarán vuestro papel en el Orden venidero... o vuestra absoluta e irrevocable irrelevancia."
El ultimátum era brutal, inequívoco. Mientras Merlín y Quetzal intercambiaban miradas sombrías, sopesando la imposible elección entre la sumisión a un tirano celestial o la aniquilación, Aria se dobló, un grito ahogado escapando de sus labios. La luz esmeralda y dorada que la rodeaba parpadeó violentamente.
"¡Los Aluxes!" exclamó, sus ojos abiertos de par en par, reflejando escenas de una batalla lejana y terrible. "¡Están en combate! En... en las profundidades de la Tierra Hueca... ¡Están luchando!"
A través de su intensa conexión con sus creaciones, visiones fragmentadas asaltaron a todos los que habían participado en el ritual. Pequeñas figuras de tierra y espíritu, imbuidas con una miríada de poderes mágicos, se arremolinaban como un enjambre furioso contra horrores que desafiaban la descripción: seres de luz oscura y angélica, los Luciferinos Netlin, blandiendo lanzas de energía corrupta, y junto a ellos, engendros reptantes y amorfos de Cthulhu, con tentáculos que desgarraban la misma estructura de la realidad subterránea.
"Luchan con el corazón del jaguar y la astucia de la serpiente," confirmó Quetzal con voz grave, sintiendo el eco de la batalla a través de los Aluxes que él y sus brujos habían ayudado a despertar. "Han encontrado al enemigo en las raíces del mundo. ¡Nyx y Poimandres están allí, resistiendo, y nuestros pequeños guerreros han interceptado a sus perseguidores!"
La noticia de que su ejército recién creado ya estaba enzarzado en una lucha desesperada en un reino desconocido añadió una nueva capa de urgencia y angustia. Habían enviado a sus hijos de la tierra a una masacre potencial.
Y entonces, como si el cosmos mismo hubiera decidido que la situación no era lo suficientemente caótica, los sensores de Enki y los escrutinios de Merlín estallaron con nuevas alertas.
"¡Múltiples firmas energéticas masivas en la órbita terrestre y la alta atmósfera!" anunció Enki, sus dedos dorados volando sobre su consola Anunnaki. "Las facciones de Lira... ¡están contraatacando!"
En las pantallas holográficas aparecieron imágenes temblorosas: flotas de naves saurianas con forma de cuña lanzando andanadas de energía contra manifestaciones etéreas de Cthulhu que intentaban penetrar la ionosfera. Naves grises, delgadas y plateadas, ejecutaban maniobras de increíble precisión, disparando rayos concentrados contra lo que parecían ser naves de reconocimiento Netlin Luciferinas en órbitas más altas. Y desde la oscuridad del espacio profundo, vastos enjambres Insectoides, como nubes de langostas metálicas, interceptaban oleadas de esporas y criaturas menores del Vacío.
"Parece que nuestras comunicaciones tentativas... o la pura desesperación ante la ofensiva combinada de Cthulhu y sus nuevos aliados Netlin... los han forzado a actuar," analizó Merlín, con una mezcla de asombro y temor. "Intentan demostrar de qué lado están ahora que el viejo orden de tributos se ha roto. O simplemente, están luchando por su propia supervivencia con la ferocidad de bestias acorraladas."
El centro de mando en Cancún se había convertido en el epicentro de una crisis multifacética y abrumadora. El ultimátum de Amitiel exigía una respuesta inmediata. Su ejército de Aluxes luchaba y moría en las entrañas del planeta contra enemigos de pesadilla. Y en los cielos, una guerra alienígena desesperada se desataba, con facciones ancestrales eligiendo bando en una lucha por el destino de la Tierra.
Drácula soltó una risa amarga y depredadora. "El tablero está en llamas," observó, sus ojos rojos brillando con una luz peligrosa. "Y todos los jugadores están mostrando sus cartas más desesperadas. La pregunta es, Merlín, Quetzal... ¿cuál es la nuestra? ¿Nos arrodillamos ante los ángeles caídos, o bailamos con los demonios y los horrores del espacio mientras nuestros pequeños soldados de tierra luchan por nosotros en la oscuridad?"
La elección era imposible, el tiempo inexistente. La supervivencia de la Tierra pendía de las decisiones que tomaran en los próximos minutos, mientras múltiples guerras en múltiples frentes amenazaban con desgarrar la realidad.