La noche en Cancún se había convertido en un lienzo de pesadilla pintado con sangre, sombras y la luz enfermiza de Cthulhu. Drácula y Malakor, evolucionados y terribles, eran dos vórtices de destrucción en medio de la horda de Hadas de Sangre, pero incluso su poder combinado no lograba detener la marea incesante. Los Castigadores, antiguos guerreros de la noche, luchaban con la disciplina grabada en sus almas inmortales, pero la fatiga, las heridas y la pura desesperación comenzaban a hacer mella. Sus números disminuían.
"¡Mantened la línea!" rugió uno de los capitanes Castigadores más viejos, con un mandoble de plata y obsidiana que silbaba en el aire, partiendo a un Hada antes de que otra le desgarrara el flanco. Estaban cada vez más débiles, su ancestral resistencia minada por la constante presión psíquica y la magia corrupta de sus oponentes. No sabían qué hacer más que luchar, morir y llevarse consigo a tantos enemigos como fuera posible.
Morgana Le Fay, observando la carnicería desde una plataforma elevada improvisada por la magia de Merlín, apretó los dientes. La Diosa Hada Oscura sintió una repulsión visceral al ver a seres Fae, aunque fueran las crueles Hadas de Sangre, convertidas en marionetas sin mente por el horror cósmico. Su orgullo, su conexión con la esencia Fae, se rebeló.
"¡Basta de esta profanación!" siseó. Su propia energía, esmeralda y sombras espinosas, brotó a su alrededor. No era un ataque directo, sino un canto de poder antiguo, una disonancia Fae tejida con hilos de glamour y contramagia. Apuntó a la mente colmena que Cthulhu imponía sobre las Hadas. "¡Escuchad vuestra propia sangre, hijas de la Noche y el Crepúsculo! ¡No la llamada del Abismo!"
Su magia se extendió, y por un instante, algunas Hadas de Sangre vacilaron, sus movimientos volviéndose erráticos, sus ojos verdes enfermizos parpadeando con confusión mientras la voluntad de Morgana luchaba contra el control de Cthulhu. Creó una brecha, una oportunidad.
Pero la marea era demasiado fuerte. Para un Castigador veterano llamado Lucian, la distracción llegó demasiado tarde. Luchaba espalda con espalda con un hermano de armas cuando un Hada de Sangre, con la fuerza antinatural que le confería Cthulhu, se deslizó entre sus defensas. Hubo un destello de garras de obsidiana psíquica, un grito ahogado, y el cuerpo de Lucian fue partido brutalmente en dos desde el hombro hasta la cadera, sus mitades cayendo al suelo con un sonido húmedo y final.
Drácula lo vio.
El mundo pareció detenerse para el antiguo príncipe. La imagen de Lucian, su fiel guerrero durante más de quinientos años, destrozado de forma tan ignominiosa, rompió algo dentro de él. El control férreo que había mantenido incluso después de beber la sangre caótica de Sorcha se hizo añicos.
Un rugido que no era de este mundo, un sonido que era la quintaesencia de la pérdida, la furia y el poder primordial, brotó de su garganta. Las alas de sombra a su espalda se expandieron hasta un tamaño monstruoso, cada pluma goteando oscuridad tangible. Sus ojos ya no eran rojos ni carmesí; eran dos abismos de pura noche estrellada, la luz de soles muertos ardiendo en sus profundidades.
"¡BASTA!" La palabra no fue hablada, fue una onda de choque de pura voluntad y terror que barrió el campo de batalla.
El aire a su alrededor se espesó, las sombras se retorcieron y se solidificaron en garras titánicas y tentáculos de pura oscuridad que se abalanzaron sobre las Hadas de Sangre. Ya no eran las elegantes ráfagas de sangre; era la aniquilación personificada. Una ola de desesperación y miedo primigenio emanó de él, tan potente que incluso las Hadas controladas por Cthulhu vacilaron, sus movimientos volviéndose torpes por un instante. Drácula se convirtió en el centro de una tormenta de destrucción, cada movimiento una sentencia de muerte, su poder abrumador barriendo a docenas de enemigos en un instante.
La explosión de poder de Drácula tuvo un efecto secundario. Malakor, el vampiro caótico, que ya luchaba en el límite de su control, sintió la oleada de energía primordial de su sire. La resonancia fue demasiado. La fina capa de control que Sorcha o su propia voluntad magullada habían logrado imponer se hizo añicos.
Los ojos de Malakor se volvieron completamente negros, con vetas rojas de relámpagos caóticos danzando en su interior. Un grito animal brotó de él, y su cuerpo se vio envuelto en llamas oscuras y crepitantes relámpagos. Ya no distinguía entre amigo y enemigo en su sector. Se lanzó contra las Hadas de Sangre con una intensidad suicida, sus golpes ahora no solo imbuidos de fuerza vampírica, sino también de explosiones erráticas de fuego infernal y descargas eléctricas que carbonizaban todo a su paso. Era una fuerza de la naturaleza desatada, tan peligrosa para las Hadas como para cualquiera que se interpusiera en su camino.
En el centro de mando, Merlín observaba con creciente horror. "¡Han perdido el control!" jadeó. "Drácula... Malakor... ¡Su poder es inmenso, pero los está consumiendo!"
Aria sintió la oleada de poder oscuro y caótico. La muerte de Lucian había desatado algo terrible en Drácula, y Malakor era ahora una tormenta andante. La intervención de Morgana, aunque valiente, parecía haber sido solo una gota en el océano contra la marea de Cthulhu, y ahora el campo de batalla se había vuelto aún más caótico y peligroso, con sus propios "aliados" convirtiéndose en fuerzas incontrolables. La noche en Cancún era un infierno desatado.