Nyx se arremolinaba en un nexo de sombras y energía caótica, un refugio improvisado en las entrañas de la Tierra Hueca. Poimandres, su forma dracónica de Caos puro, estaba a su lado, visiblemente disminuido, con fisuras de luz pura y perturbadora – las heridas infligidas por Cthulhu y sus aliados Netlin Luciferinos – recorriendo sus escamas de oscuridad. La Reina de la Noche Eterna estaba herida, furiosa, y por primera vez en muchos eones, sentía el frío toque de un miedo existencial. La embestida combinada había sido casi aniquiladora.
Pero incluso en su estado debilitado, su orgullo y su malicia permanecían intactos. Podía sentir la vasta y alienígena conciencia de Cthulhu, una presencia que ahora se extendía por el planeta como una mancha de aceite cósmico, su atención momentáneamente desviada de ella, enfocada en la anómala resistencia que había encontrado en la superficie, en ese irritante punto focal de Cancún.
Una sonrisa cruel y amarga se dibujó en los labios de Nyx.
"¿Qué ocurre, Gran Durmiente?" proyectó su pensamiento con una mezcla de sarcasmo y desafío, una aguja de conciencia buscando la vasta y disforme mente del Primigenio. "¿Acaso la realidad de este pequeño planeta es más... correosa de lo que esperabas? Escuché que tus marionetas Fae, esos juguetes sangrientos, encontraron un final bastante pegajoso a manos de unos pocos mortales, un puñado de magos de pacotilla y... unos vampiros notablemente irritados."
Esperaba una oleada de furia cósmica como respuesta, y la hubo, pero mezclada con algo más: una fría y antigua... perplejidad. Y fue entonces cuando Nyx lo vio.
No con sus ojos físicos, sino a través de una conexión residual, un filamento psíquico que no sabía que existía hasta ese momento. Recordó su breve pero intenso duelo mental con la joven maga, Aria, en Cancún, justo antes de que Cthulhu y los Luciferinos la atacaran. La nueva y extraña magia de la chica, esa resonancia de verdad y Chi, había dejado una huella, un eco en su propia conciencia.
Y ahora, a través de esa huella, como si mirara por una ventana distorsionada, Nyx presenció con asombrosa claridad la escena de la masacre en la base de Cancún: Drácula, envuelto en alas de sombra carmesí, desatando ráfagas de sangre que decapitaban Hadas como si fueran de papel; Malakor, el Mago Rojo convertido en vampiro, rugiendo como una tormenta elemental, envuelto en fuego y relámpagos caóticos; los Castigadores, transformados en bestias de furia y poder maldito, destrozando a las Hadas que habían sido liberadas del control de Cthulhu solo para caer en sus garras.
"La niña maga... Aria..." comprendió Nyx con una mezcla de furia por la intrusión y una nueva y astuta apreciación. "Cuando nuestras mentes se tocaron... dejó un ancla. ¡Puedo ver a través de ella, o a través de la perturbación que su extraña magia de 'verdad' causa en la Rejilla! ¡Qué delicioso descuido por su parte!"
Lo que vio la asombró y, a regañadientes, la impresionó. El poder desatado por esos vampiros era... inesperado. Primitivo, sí, pero de una magnitud que desafiaba la lógica de su simple no-muerte.
Y Cthulhu también lo "vio", o lo sintió, a través de la conexión con sus sirvientes destruidos y quizás a través de la propia perturbación de Nyx. La oleada de perplejidad del Primigenio se intensificó, mezclada con una furia fría y alienígena.
Nyx pudo casi saborear la "confusión" de la vasta mente cósmica, si es que una emoción tan humana podía aplicarse a tal entidad. Era una serie de impresiones, frías y vastas como galaxias moribundas:
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Cthulhu no podía creer, o no podía comprender fácilmente, que estos "simples" vampiros, herramientas de la noche que normalmente deberían ser triviales para una entidad de su magnitud, se hubieran convertido en tales focos de poder destructivo. La "maldita fuerza" que Drácula había desatado, la evolución caótica de Malakor... eran variables que la ecuación cósmica de Cthulhu no había anticipado.
Nyx se permitió una sonrisa genuina, aunque amarga. Su enemigo estaba siendo desafiado, aunque fuera por otros de sus enemigos. "Parece, Gran Cthulhu," proyectó con renovada burla, "que los microbios de este planeta tienen más mordisco del que esperabas. Quizás deberías haberte concentrado en un solo frente antes de despertar a todos los perros guardianes, por muy sarnosos que sean."
La conexión con Aria era un arma de doble filo, lo sabía. Pero por ahora, le ofrecía una visión privilegiada del campo de batalla y de la inesperada resistencia que Cthulhu enfrentaba. Y le daba a Nyx una nueva y peligrosa idea. Si esos vampiros podían alcanzar tal poder... quizás había formas de explotar su nueva y terrible evolución para sus propios fines, una vez que sobreviviera a la cacería actual. La partida, aunque mortal, se volvía cada vez más interesante.