La tarde en Cancún había caído en una tensa calma tras la orgía de violencia nocturna. Drácula y Malakor, ahora imbuidos de una fuerza terrible y caótica, descansaban en las sombras más profundas de la base, sus Castigadores montando una guardia inquieta. Merlín, Quetzal y Aria, junto a Enki y Elena Rossi, analizaban los acontecimientos, la traición de Amitiel y la alianza impía entre Cthulhu y los Netlin Luciferinos siendo el tema central de su sombría discusión. El ultimátum de Amitiel seguía pendiente, una espada cósmica sobre sus cabezas.
Fue Enki, cuyos sensores Anunnaki barrían constantemente el sistema solar en busca de nuevas amenazas, quien rompió el análisis. Su rostro dorado, normalmente un dechado de control, mostró una rara expresión de asombro y alarma.
"Por los fuegos de Eridu..." exhaló. "¡Está ocurriendo! ¡Una conflagración de energías sin precedentes en el sistema exterior! ¡Cerca de la órbita de Neptuno, donde Morgana indicó que Amitiel podría tener su... bastión!"
Activó la pantalla holográfica principal del centro de mando. La imagen que apareció no era de la Tierra, sino del vasto y helado espacio profundo. Al principio, solo se veían estrellas distantes y el gigante azulado de Neptuno. Pero luego, magnificando una sección, emergió una estructura que desafiaba la descripción y la física conocida.
No era una "nave" en el sentido convencional. Parecía más bien una ciudadela flotante, una constelación de cristales y luz solidificada que abarcaba cientos, quizás miles, de kilómetros. Su forma era una paradoja geométrica, con agujas que se alzaban hacia ángulos imposibles, facetas que brillaban con una luz interna que cambiaba lentamente de tonalidades – del blanco más puro al zafiro más profundo, pasando por fríos destellos plateados. No se movía con propulsores, sino que parecía doblar el espacio a su alrededor, imponiendo su majestuosa y aterradora presencia como una joya divina caída en el vacío. Era la Nave Nodriza Netlin, la fortaleza de Amitiel.
"La Shekinah Caída," susurró Merlín, reconociendo descripciones de textos apócrifos y profecías olvidadas. "La Gloria Exiliada. Se decía que era una manifestación del antiguo poder celestial de los Netlin, ahora convertida en su baluarte."
Mientras observaban, la escena se llenó de movimiento. Enjambres de naves mucho más pequeñas, pero aún así formidables, convergieron sobre la ciudadela de luz. Enki las identificó rápidamente.
"¡Son las flotas combinadas de los Saurianos Draconianos, los enjambres Insectoides y las escuadras Grises!" exclamó, sus dedos volando sobre su interfaz Anunnaki. "Están lanzando un asalto coordinado y total contra la Nave Nodriza Netlin. ¡Un acto de increíble audacia... o desesperación absoluta!"
Las naves reptilianas, con sus formas orgánicas y amenazantes, disparaban torrentes de plasma. Los cazas insectoides, moviéndose con la precisión de una mente colmena, tejían patrones de ataque, lanzando proyectiles de energía que explotaban contra los escudos iridiscentes de la fortaleza Netlin. Las naves grises, elípticas y silenciosas, emitían ondas sónicas y psiónicas disruptivas, intentando penetrar las defensas mentales de los Netlin.
La respuesta de la Nave Nodriza fue majestuosa y terrible. No utilizó armas convencionales. En lugar de eso, vastas secciones de su estructura cristalina pulsaron con una luz cegadora, y ondas de pura "Ley" o "Realidad Forzada" emanaron de ella. Las naves atacantes que eran tocadas por estas ondas parecían desintegrarse, sus estructuras moleculares deshechas, o sus sistemas tecnológicos simplemente dejaban de existir, sus pilotos alienígenas gritando en silencio mientras sus mentes eran borradas por la imposición de un orden absoluto.
Ocasionalmente, la Nodriza desplegaba apéndices de luz sólida, como tentáculos de un dios geométrico, que barrían el espacio, aplastando escuadrones enteros o disparando rayos de una blancura tan intensa que quemaban la propia oscuridad del vacío.
Aria, Merlín y Quetzal solo podían imaginar el interior de tal maravilla aterradora. Corredores que eran sinfonías de luz y frecuencia, donde los Netlin, seres de forma angélica pero con ojos fríos como estrellas muertas, se movían con propósito sereno. Vastos salones donde el conocimiento de eones se almacenaba en matrices de cristal puro. Y en su corazón, Amitiel, el Estratega Caído, dirigiendo la defensa con una mente que abarcaba la estrategia de milenios, quizás con una sonrisa gélida al ver a las "razas menores" estrellarse contra su poder.
"Están contraatacando," dijo Enki, su voz una mezcla de asombro y temor. "Las facciones de Lira... han decidido que no se someterán ni a Cthulhu ni a los Netlin sin luchar. Quizás la revelación de la alianza Cthulhu-Luciferinos los ha empujado al límite. Están apostándolo todo."
La batalla en los confines del sistema solar era una danza de aniquilación a una escala que hacía que sus propias luchas en Cancún parecieran insignificantes. Pero su resultado tendría consecuencias directas para ellos. Si los Netlin eran debilitados, ¿cambiaría su postura hacia Terra? Si las facciones de Lira eran aplastadas, ¿quién más se opondría a la tiranía de Amitiel y sus oscuros aliados?
La proyección holográfica mostró una sección de la Nave Nodriza Netlin brillando con una intensidad particular antes de que la imagen se cortara abruptamente, reemplazada por estática.
"Hemos perdido la señal directa," anunció Enki. "La interferencia energética es demasiado grande. Pero la batalla... la batalla continúa."
El grupo en Cancún se quedó en silencio, contemplando la enormidad de las fuerzas en juego. La guerra por la Tierra era solo un pequeño teatro en un conflicto cósmico de proporciones inimaginables. Y ellos estaban atrapados en medio, con el destino de su mundo pendiendo de un hilo cada vez más delgado. La pregunta que flotaba en el aire era: ¿qué haría Amitiel si lograba repeler este ataque masivo? ¿Y qué pasaría si no lo hacía?