Mientras en los gélidos confines del sistema solar la Nave Nodriza Netlin se enfrentaba al asalto desesperado de las flotas de Lira, en el Caribe, cerca de las costas de Cancún, otra batalla, más psíquica y primordial, llegaba a un punto crítico.
Las sombras alrededor del lugar de reposo de Cthulhu, la ciudad sumergida de ángulos imposibles que ahora era su trono en Terra, se arremolinaban con una furia creciente. Eran más que simples penumbras marinas; eran desgarros en el tejido de la realidad, portales efímeros a vacíos de locura, la propia presencia del Primigenio manifestándose como una herida en el mundo.
Pero incluso para una entidad de la magnitud de Cthulhu, la omnipotencia era un mito. Su vasta y alienígena conciencia, extendida a través del planeta en una red de terror psíquico, luchaba por procesar y controlar la miríada de frentes abiertos. El despertar de Gaia. La inesperada y brutal resistencia de los vampiros evolucionados en Cancún. La campaña de terror global de Nyx, que aunque ahora mermada, había creado un ruido psíquico que interfería con sus propias y más sutiles manipulaciones. La traidora alianza de los Netlin Luciferinos, que si bien eran poderosos, también tenían sus propias agendas y exigían una porción de la "atención" del Primigenio. Y ahora, la guerra abierta en el espacio exterior, donde sus nuevos "aliados" Netlin eran atacados.
Cthulhu, el dios primigenio, el durmiente de eones, no podía tener el control de todo al mismo tiempo. Estaba al borde de un colapso de enfoque, su inmensa voluntad fragmentándose al intentar manipular demasiadas marionetas, demasiadas realidades a la vez.
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Cthulhu necesitaba comenzar a atacar por sí mismo, desatar una porción más directa de su ser sobre el mundo, y el primer objetivo sería ese irritante nexo de resistencia en Cancún.
Con este cambio de enfoque, con la necesidad de reconcentrar su poder para un asalto directo, algunas de las hebras de su control mental más distantes o menos cruciales comenzaron a aflojarse.
En las profundidades de la Tierra Hueca, o quizás en alguna isla olvidada del Caribe donde habían sido arrojados tras la batalla contra Nyx, los pocos elfos lunares que habían sido corrompidos y luego subyugados por Cthulhu para su asalto a la Reina Oscura comenzaron a agitarse. Eran restos de un ejército, peones de peones. Su letargo impuesto, la pesadilla de ser controlados por una mente que era la antítesis de la vida, comenzó a desvanecerse.
Uno a uno, sus ojos se abrieron, ya no con el verde enfermizo de la influencia de Cthulhu, ni siquiera con el rojo caótico de Nyx, sino con el pálido y asustado brillo de su propia esencia lunar recuperada, aunque manchada y traumatizada. Recordaban fragmentos: servir a una Reina Oscura, luego una oscuridad aún mayor devorándolo todo, y ellos mismos, moviéndose como autómatas en una guerra de pesadilla. El horror de sus acciones, aunque no fueran suyas, los golpeó con la fuerza de una marea.
En Cancún, mientras el grupo intentaba recuperarse del impacto de la batalla espacial y el ultimátum de Amitiel, Aria fue la primera en sentirlo. "Algo... algo ha cambiado en Cthulhu," dijo, su voz tensa. "La presión... es diferente. Más... enfocada. Como una bestia que ha dejado de jugar con su comida y se prepara para devorar."
Alatar, pálido, asintió. "Mis escrutinios lo confirman. Hay una concentración masiva de energía psíquica en su lugar de reposo. Va a... atacar. Directamente."
Casi al mismo tiempo, Enki, que monitoreaba las firmas energéticas globales, frunció el ceño. "Detecto débiles signaturas élficas lunares emergiendo de un estado de supresión. Confusas, dispersas... en las profundidades. Parece que algunos de los sirvientes que Cthulhu usó contra Nyx están... despertando."
La noticia añadió otra capa de incertidumbre. ¿Serían estos elfos una amenaza adicional, consumidos por la locura de sus experiencias? ¿O podrían, en su trauma y desesperación, convertirse en un factor inesperado?
Pero la preocupación principal era Cthulhu. La era de las marionetas y la influencia sutil estaba terminando. El dios primigenio, sintiendo que sus hilos se rompían o se volvían ineficaces, había decidido tomar el escenario principal. Y todos en Cancún sabían que cuando Cthulhu atacara por sí mismo, la verdadera pesadilla apenas habría comenzado. El miedo, ya un compañero constante, se intensificó hasta convertirse en un terror helado.