Magia genetica de los anunnakis

La propuesta de Enki sobre la reactivación del ADN humano perdido resonó en el centro de mando de Cancún con la fuerza de una onda de choque. El silencio inicial fue roto por un torbellino de reacciones.

"¡Debemos intentarlo!" exclamó Aria, sus ojos brillando con la luz esmeralda y dorada, una intensidad que reflejaba la magnitud de la idea. "Si hay un potencial dentro de nosotros, una herencia que nos fue robada, ¡es nuestro deber, nuestro derecho como seres de este planeta, reclamarla! Podría ser la clave no solo para sobrevivir, sino para sanar a Gaia y a nosotros mismos."

Elena Rossi y su equipo de científicos intercambiaron miradas de asombro y una febril excitación intelectual. "ADN latente con funciones superiores... secuencias genéticamente suprimidas..." murmuró Elena. "¡Las implicaciones son astronómicas! Enki, si posees alguna hoja de ruta, algún marcador genético, algún indicio de cómo iniciar la reactivación, mi equipo y yo estamos listos para dedicar todos nuestros recursos."

Quetzal asintió con la solemnidad de un sacerdote ante un rito sagrado. "Nuestras leyendas más antiguas hablan de una 'Edad del Sol de la Conciencia', cuando los Halach Uinikob (Hombres Verdaderos) caminaban en perfecta armonía con el cosmos y la tierra, sus espíritus entrelazados con el K'uh del universo. Luego vino una 'disminución', una 'niebla del olvido' que cayó sobre nuestra gente tras la llegada de los 'dioses del cielo'. Tus palabras, Anunnaki, dan un nuevo y terrible sentido a esas antiguas tristezas. Reactivar la sangre antigua... podría ser el camino para que Terra reclame la plenitud de sus hijos."

Pero no todos compartían el entusiasmo. Drácula dejó escapar un sonido que era casi un bufido de desdén. "Una oferta sumamente tentadora, Anunnaki," dijo, su voz goteando sarcasmo. "¿Despertar el 'potencial oculto' de la humanidad para que puedan defenderse mejor? ¿O simplemente para crear una nueva generación de sirvientes más... capaces y energéticamente sabrosos? O quizás," sus ojos rojos se entrecerraron, "¿es esta una elaborada distracción de nuestros enemigos inmediatos y de la inestabilidad de tus propios parientes?"

Sorcha de la Mano Carmesí, con la palidez de su reciente ofrenda de sangre a Drácula aún visible, asintió en acuerdo con el vampiro. "Magia genética de los Anunnaki... la misma que nos consideró a nosotros, los humanos con afinidad por el Caos, como 'defectuosos'. ¿Y ahora esperas que confiemos en que no hay un precio oculto, una trampa insidiosa en este 'despertar' que ofreces?"

Incluso dentro de las filas de Umbría, la duda era palpable. Un mago mayor, con túnicas tradicionales, negó con la cabeza. "Esto suena a una arrogancia que rivaliza con la de los mismos Netlin. Jugar con la esencia misma de la humanidad, con el tejido de la creación... ¿quién de nosotros puede predecir las consecuencias de desatar tales fuerzas?"

Merlín, con el peso de eones en su mirada, permaneció en silencio por un momento, observando a Enki. "Tu propuesta, Enki, es de una magnitud sin precedentes en la historia de este planeta," dijo finalmente. "El potencial que describes es tan vasto como el peligro inherente. Si existen tales hebras de poder en el genoma humano, reactivarlas sin el conocimiento completo de su función original, o de las consecuencias a largo plazo de vuestra manipulación Anunnaki y de su abrupto despertar... podría ser catastrófico. Podríamos desatar algo que no podamos controlar." Hizo una pausa. "Pero," y su mirada se volvió sombría hacia las pantallas que mostraban la actividad errática de Cthulhu, "nuestras opciones actuales también se acercan peligrosamente a la catástrofe."

Mientras tanto, en el frío vacío del espacio interplanetario...

Lejos del acalorado debate en Cancún, en la negrura silenciosa más allá de la órbita de Marte, una escena de terror cósmico se estaba gestando. Las informes de Enki sobre la actividad de las facciones de Lira no habían pasado desapercibidos para la vasta y alienígena conciencia que ahora consideraba a Terra su dominio.

Una flota de naves, si es que se les podía llamar así, comenzaba a congregarse. No eran las elegantes estructuras de luz de los Netlin ni las formas orgánicas de los Saurianos. Eran monstruosidades biomecánicas, fusiones de metal oscuro y quitina alienígena que parecían pulsar con una vida enfermiza. Otras eran construcciones geométricas que desafiaban la lógica euclidiana, sus ángulos cambiando y retorciéndose de maneras que herían la mente. Y entre ellas, se movían entidades aún más vastas, nebulosas de energía oscura y tentáculos etéreos: engendros directos o avatares menores de Cthulhu.

Esta armada de pesadilla no se estaba moviendo al azar. Con una lentitud implacable y una coordinación aterradora, comenzaban a alinearse, sus proas (si es que tenían algo tan convencional) girando lentamente para apuntar hacia los sectores del espacio donde las flotas Reptilianas, Grises e Insectoides habían lanzado sus recientes y desesperados contraataques.

Una inteligencia fría y vasta dirigía sus movimientos. Quizás un lugarteniente de Cthulhu, o un poderoso Netlin Luciferino al mando de esta ala de la flota combinada. Su intención era clara: las facciones de Lira que se habían atrevido a rebelarse, que habían osado desafiar el nuevo orden de Cthulhu y sus aliados Netlin, iban a ser aplastadas. Se preparaba una nueva embestida, una purga sistemática de cualquier resistencia en el sistema solar.

En Cancún, el debate sobre el futuro de la humanidad y el potencial de su ADN continuaba, una discusión llena de esperanza desesperada y profunda desconfianza. En el espacio, la maquinaria de guerra de un dios loco y sus ángeles caídos se preparaba para desencadenar otra ronda de aniquilación. El reloj cósmico seguía avanzando, indiferente a las pequeñas chispas de rebelión o las grandes ambiciones de los seres que se arrastraban sobre la superficie de un pequeño planeta azul.