¡El ataque directo que temíamos!

El Gran Salón improvisado en la base de Cancún vibraba con un acalorado debate. La propuesta de Enki de reactivar hebras de ADN humano latentes, una herencia robada por los Anunnaki, había dividido al consejo de guerra.

"¡Es nuestra mejor oportunidad!" argumentaba Aria, su voz cargada con la convicción de su nueva magia. "Si podemos despertar nuestro potencial completo, podríamos tener una defensa propia, una que estas entidades cósmicas no anticipan."

Elena Rossi y su equipo científico asentían con entusiasmo nervioso. "El concepto de 'ADN basura' siempre ha sido un término erróneo. ¡Secuencias con funciones desconocidas, reprimidas! Si Enki posee algún conocimiento de los mecanismos de activación..."

"¿Y si desatamos algo peor?" replicó un viejo y cauteloso hechicero de Umbría, su rostro una máscara de preocupación. "La arrogancia de los Anunnaki nos puso en este camino. ¿Vamos a seguir su ejemplo, jugando a ser dioses con nuestra propia esencia?"

Drácula observaba con un escepticismo helado, mientras Sorcha de la Mano Carmesí y Silas el Susurrante intercambiaban miradas inquietas. Quetzal, por su parte, escuchaba con la paciencia de la piedra antigua.

"La arrogancia fue desactivar ese potencial, no el considerarlo," intervino Merlín, su voz cansada pero firme. "Sin embargo, el peligro de una reactivación descontrolada es inmenso. Procederíamos a ciegas, o casi. Pero," su mirada se endureció, "quedarnos inmóviles mientras el universo se desgarra a nuestro alrededor es una certeza de aniquilación."

Tras horas de debate, se llegó a un consenso precario: explorarían la propuesta de Enki. Bajo la supervisión conjunta de Merlín, Quetzal y el propio Enki (cuya lealtad seguía siendo un interrogante), y con el análisis científico del equipo de Elena, intentarían un protocolo experimental en voluntarios, quizás comenzando con aquellos que ya mostraban una fuerte resonancia con la Rejilla, como Aria o Mateo. Era una apuesta desesperada, la más grande hasta ahora.

Justo cuando comenzaban a discutir los primeros pasos logísticos, Enki, que había estado monitoreando sus redes de comunicación Anunnaki de largo alcance, se irguió bruscamente, una nueva y sombría alarma en sus ojos dorados.

"La ofensiva ha comenzado en el espacio profundo," anunció, su voz cortando el aire. "Las flotas combinadas de Cthulhu y los Netlin Luciferinos, como los identificó Morgana, están ejecutando un asalto coordinado y masivo."

Proyectó imágenes temblorosas y distorsionadas en el holomapa central: vastas extensiones de espacio iluminadas por explosiones de energía que empequeñecían soles. Enjambres biomecánicos y naves de geometría imposible se abalanzaban sobre formaciones dispersas de naves reptilianas, grises e insectoides.

"Están atacando a las facciones de Lira que se rebelaron, las que intentaron contactarnos," explicó Enki con gravedad. "Es una purga. Sistemática. Brutal. Los Saurianos están siendo flanqueados y diezmados cerca de los anillos de Saturno. Las principales colmenas Insectoides en el cinturón de asteroides están siendo bombardeadas con armas de antimateria. Las naves Grises, superadas en número y potencia de fuego, están siendo cazadas una por una cerca de Júpiter."

Un silencio de plomo cayó sobre la sala. Cualquier esperanza de que estas facciones alienígenas pudieran ofrecer una resistencia significativa, o incluso una distracción prolongada para Cthulhu y sus aliados Netlin, se estaba desvaneciendo ante sus ojos.

"Están... barriéndolos," susurró Kaelen con horror.

"Es una demostración de poder," dijo Merlín, su rostro una máscara de piedra. "Un mensaje para cualquiera en este sistema solar que aún albergue ideas de desafío. Incluyéndonos a nosotros. Incluyendo a Amitiel, si es que su facción Netlin es verdaderamente independiente."

Mientras la magnitud de la carnicería espacial comenzaba a asimilarse, la propia base en Cancún fue sacudida por una nueva y violenta oleada de presión psíquica. Esta vez, no era la constante y nauseabunda presencia de Cthulhu, sino algo más agudo, más enfocado, como la mirada de un depredador que finalmente ha localizado a su presa.

El "Ancla de Coherencia" crujió bajo la tensión, las luces de emergencia parpadearon, y los miembros más sensibles del grupo cayeron de rodillas, agarrándose la cabeza.

Aria gritó, la luz esmeralda y dorada a su alrededor parpadeando erráticamente. "¡Está aquí! ¡No solo su influencia, él! ¡Puedo sentir su mente... vasta, fría, hambrienta... enfocándose... ¡EN NOSOTROS!"

Afuera, el mar Caribe, visible a través de los ventanales reforzados, comenzó a agitarse con una violencia antinatural. Olas gigantescas se estrellaban contra la costa, y un brillo verdoso y enfermizo emanaba de las profundidades, tiñendo las nubes de tormenta que se arremolinaban sobre Cancún. El aire mismo parecía vibrar con una frecuencia que desgarraba los nervios.

"¡El ataque directo que temíamos!" rugió Quetzal, su báculo brillando con energía terrenal. "¡Ha llegado el momento de tejer ese escudo de espíritu, o perecer!"

La decisión sobre el ADN tendría que esperar. El dios loco del abismo había terminado su juego de marionetas y ahora venía a reclamar su premio en persona. La frágil esperanza de un respiro se había hecho añicos. La batalla final por Cancún, y quizás por la cordura del planeta, estaba a punto de comenzar.