¿Quién es en realidad Amitiel?

El aire en el centro de mando de Cancún seguía cargado con la tensión de la revelación de Morgana: la impía alianza entre Cthulhu y los Netlin Luciferinos, y la verdadera y aterradora identidad de Amitiel como hermano del Primigenio. La "tregua" comprada por Enki ahora parecía una farsa siniestra, una jugada en un tablero cósmico mucho más oscuro de lo que habían imaginado.

Aria, con la luz esmeralda de su nueva magia brillando suavemente a su alrededor, miró a Enki. "Nos hablaste de Amitiel, el Estratega Caído. Pero Morgana lo describe como un pariente de Cthulhu, un aliado en la destrucción. ¿Quién es realmente el ser al que enviaste un mensaje de 'cooperación'?"

Enki cerró los ojos por un momento, como si accediera a anales prohibidos o a recuerdos dolorosos. Cuando los abrió, su brillo dorado estaba empañado por una profunda y antigua tristeza.

"Para entender a Amitiel," comenzó Enki, su voz apenas un susurro, "debéis entender la naturaleza de la Caída Netlin, y las Guerras de Lira, no como las cuentan las fábulas de vuestros textos apócrifos, sino como fueron: una conflagración que redefinió el cosmos."

Hizo un gesto, y un fragmento de la proyección holográfica se aclaró, mostrando no mapas tácticos, sino una representación estilizada de un ser. Era una figura de proporciones perfectas, más alta que cualquier Anunnaki, esculpida en lo que parecía ser luz estelar solidificada y sombras entrelazadas. Su belleza era andrógina, matemática, y absolutamente inhumana, desprovista de calor o compasión. Alas vestigiales, como fragmentos de cristal oscuro o luz fracturada, se insinuaban en su espalda, no para el vuelo, sino como un recordatorio de una gloria pasada o una naturaleza trascendente. Sus ojos eran el aspecto más aterrador: dos pozos distantes como quásares, fríos, inmensamente viejos, y brillando con una inteligencia gélida y una convicción inquebrantable. Su armadura, si es que era tal, parecía parte de su ser, una filigrana de ángulos imposibles que cambiaban y se reconfiguraban sutilmente.

"Ese es Amitiel, o la forma que más a menudo elige proyectar a seres de 'menor dimensión'," dijo Enki. "Su voz, cuando se digna a usarla, es como el canto armónico de esferas celestiales rompiéndose, cada palabra precisa, imbuida del peso de una ley cósmica autoimpuesta, y con un desdén infinito por todo lo que considera... desordenado."

"Su personalidad," continuó Enki, "es la de un arquitecto divino que ha visto su creación perfecta mancillada y ha decidido purgarla con fuego y lógica absoluta. Es infinitamente paciente, sus estrategias abarcan eones. Es capaz de una crueldad inimaginable, pero siempre la justificará como una 'corrección necesaria', una 'purificación' en el camino hacia su ideal de Orden Perfecto – un orden silencioso, inmutable y, para muchos, indistinguible de la muerte entrópica."

Merlín asintió gravemente. "El tirano que se cree un salvador. La historia más antigua del universo."

"Las Guerras de Lira," prosiguió Enki, "fueron el crisol donde se forjó la alianza actual. Los Netlin, bajo el mando de Amitiel, no eran entonces vistos como 'caídos' en el sentido de rebeldes contra una luz superior. Eran, en sí mismos, una fuerza de Orden Absoluto, una facción que creía que el universo debía ser meticulosamente diseñado y controlado. Se enfrentaron a las vibrantes y caóticas civilizaciones de la constelación de Lira – los Lireanos, los vuestros ancestros estelares indirectos quizás, y otras razas que valoraban la libertad, la diversidad, el cambio... todo lo que Amitiel consideraba una 'imperfección'."

"Por otro lado," dijo Enki, y la imagen holográfica mostró ahora la silueta amorfa y tentacular de Cthulhu, "estaban los Primigenios del Vacío, el 'Cáncer Cósmico', como los llamaban los Lireanos. Devoradores de realidad, agentes de la entropía pura."

"Durante mucho tiempo, estas tres fuerzas – el Orden Absoluto de Amitiel, el Caos Vivo de Lira, y el Vacío Devorador de Cthulhu – lucharon en un conflicto trilateral que consumió galaxias. Pero Amitiel, en su búsqueda de un Orden perfecto e inmutable, llegó a una conclusión aterradora en su lógica fría. Vio que las fuerzas 'vivas' de Lira, con su libre albedrío y su constante evolución, eran demasiado... impredecibles, demasiado resistentes a su control absoluto. El Vacío de Cthulhu, aunque destructivo, era, en cierto modo, una forma de 'limpieza' más predecible, un borrón y cuenta nueva sobre el cual él podría, eventualmente, imponer su propio y silencioso diseño."

Los presentes escuchaban con horrorizado silencio.

"Fue en los campos de escombros de la estrella Antares, tras el brutal Asedio de los Mundos del Anillo Lireanos, que el pacto se selló," reveló Enki, su voz apenas un susurro. "No fue una alianza de iguales. Cthulhu es una fuerza primordial, una manifestación del hambre del Vacío. Amitiel, con sus legiones Luciferinas – aquellos Netlin que abrazaron esta visión más oscura del Orden a través de la aniquilación – se convirtió en su Heraldo, su Estratega principal, su 'hermano menor' en la gran y terrible obra de la 'Rectificación Cósmica'."

"Juntos," concluyó Enki, "los Netlin Luciferinos y las huestes de Cthulhu se volvieron contra las civilizaciones restantes de Lira y otras razas independientes que se interponían en su camino, aplastándolas, silenciando sus cantos. Lo que quedó fue un sector de la galaxia sumido en un orden sepulcral o en una locura balbuceante. Y ahora... han traído esa misma filosofía a vuestro sistema solar."

La imagen de Amitiel, fría y majestuosa, pareció sonreírles con condescendencia desde la proyección. Su "tregua", su "ultimátum", eran solo movimientos en una partida mucho más antigua y siniestra. No era un ángel caído buscando redención o imponiendo un orden severo pero justo. Era un arquitecto de la aniquilación, aliado con el horror más profundo del cosmos, y veía a la Tierra simplemente como la siguiente pieza en su diseño perfecto y muerto. La esperanza que habían sentido se convirtió en una determinación gélida. Enfrentaban a un tirano cósmico cuya "paz" era la del cementerio.