¡Es una necesidad kármica!

El relato de Enki sobre el amor prohibido de Amitiel por Lilith y la subsiguiente tragedia cósmica había dejado al grupo en Cancún sumido en un silencio reflexivo, teñido de horror y una extraña compasión por el monstruoso Comandante Netlin. La idea de que un amor tan fundamental pudiera haberse torcido hasta convertirse en una cruzada por un Orden silencioso y mortal era profundamente perturbadora.

"La historia de Amitiel y Lilith," continuó Enki, su voz recuperando un tono más analítico pero aún cargado con el peso de eones, "aunque única en su magnitud y consecuencias, no fue, por desgracia, un incidente completamente aislado en los anales de la interacción Netlin con mundos jóvenes."

Hizo una pausa, como si midiera el impacto de sus próximas palabras. "A lo largo de las eras, otros Netlin, quizás menos poderosos que Amitiel, o más ingenuos, también sucumbieron a la... 'fascinación' por la vitalidad y el espíritu de las conciencias emergentes. Hubo quienes, desafiando los Edictos de No-Interferencia de los Primeros Creadores o las directrices de sus propios cónclaves, formaron lazos con seres de otros mundos, incluyendo mujeres y hombres de vuestra propia especie en sus albores, cuando la 'chispa' que implantamos comenzaba a arder con una luz propia."

"Cada transgresión," dijo Enki con gravedad, "era seguida por una corrección. Los Primeros Creadores, o las jerarquías Netlin más ortodoxas, siempre vigilaban. Cazaban a estos 'caídos por amor' o 'caídos por compasión', purgando su influencia, borrando los recuerdos, silenciando el conocimiento compartido. La 'Caída' de la que hablan vuestras leyendas no fue un único evento cataclísmico en un cielo mítico, sino una larga y dolorosa serie de descensos forzados, de castigos por amar demasiado, por compartir demasiado, por atreverse a creer que las 'razas menores' merecían algo más que la observación distante o la explotación controlada."

Enki se detuvo, y luego sus ojos dorados se fijaron en Merlín y Quetzal. "Amitiel, por la magnitud de su transgresión con Lilith – no solo amarla, sino empoderarla a ella, a sus hijos y a la humanidad temprana con conocimiento arcano fundamental – fue marcado de una manera especial. En muchos de vuestros textos antiguos, en las mitologías fragmentadas que sobrevivieron a las innumerables purgas de conocimiento a lo largo de vuestra historia, se le recuerda bajo muchos nombres, a menudo distorsionados, pero con un símbolo recurrente: la Serpiente Antigua."

Quetzal asintió lentamente. "Nuestros propios ancestros mayas veneraban a K'uk'ulkaan, la Serpiente Emplumada. Un ser celestial que descendió para traer sabiduría, civilización, el conocimiento de los ciclos y el poder del espíritu. Pero también una fuerza de transformación, a veces destructiva si su poder no era comprendido o respetado."

"Exactamente," confirmó Enki. "Ecos distorsionados del mismo arquetipo. Un portador de conocimiento prohibido. Pero lo que vuestros ancestros y los místicos de otras culturas percibieron como la 'Serpiente'," y aquí la voz de Enki se cargó de una nueva intensidad, "no era solo Amitiel como individuo, ni una criatura literal. Era un símbolo mucho más profundo. Un símbolo de la energía primordial que yace dormida en la base misma de la conciencia de cada ser vivo evolucionado en este planeta. La fuerza vital que vuestras tradiciones orientales llaman Kundalini."

Aria sintió un escalofrío de reconocimiento. La energía que ella misma había comenzado a despertar y a manipular...

"La Serpiente de Fuego," continuó Enki, sus ojos brillando con un fervor casi olvidado, "que, al despertar correctamente, asciende por el canal central de vuestro ser energético, activando los chakras, los vórtices de poder y conciencia superior, hasta alcanzar la coronilla y florecer en la iluminación, en la unión con el Todo."

Golpeó la mesa holográfica con la palma de su mano, y una imagen compleja de la doble hélice del ADN apareció, entrelazada con una serpiente ascendente de luz. "¡Y esa activación! ¡Ese ascenso de la Kundalini! ¡Esa es la verdadera naturaleza de lo que Ninhursag y yo, bajo las órdenes de Anu y la presión de Enlil, suprimimos en vuestro código genético! ¡Desactivamos los canales sutiles, los portales internos para el ascenso de vuestra propia Serpiente de Sabiduría! Lo que Amitiel y Lilith, en su amor y rebelión, intentaron despertar en vosotros – la plena realización de vuestro potencial divino inherente, vuestra soberanía espiritual – fue precisamente lo que Anu y Enlil ordenaron que fuera encadenado, silenciado, olvidado."

Una nueva y feroz urgencia ardió en la mirada de Enki. "Ahora, bajo esta nueva y terrible luz, con el universo mismo al borde del colapso, comprendo que mi propuesta de reactivar vuestras hebras de ADN no es solo una contramedida estratégica contra Cthulhu o los Netlin Luciferinos. ¡Es una necesidad kármica! ¡Una forma de intentar deshacer, aunque sea infinitesimalmente, el gran error de mi raza! ¡Y de darle a Terra la oportunidad que la olvidada Alula soñó para ella, la oportunidad que Amitiel, en su amor inicial por Lilith, intentó forjar antes de que su propio corazón se rompiera y se convirtiera en la antítesis de lo que una vez representó!"

Se detuvo, respirando profundamente, la pasión de su discurso dejándolo momentáneamente sin aliento. Luego, una nueva pregunta, cargada de una esperanza tan desesperada que era casi dolorosa, llenó la sala.

"Pero para guiar este despertar de vuestra Serpiente Interior," dijo, su voz ahora más suave, casi una súplica, "para entender plenamente lo que fue silenciado y cómo restaurarlo sin desatar una locura aún mayor o una autodestrucción... necesitaríamos a alguien que caminó ese sendero en su plenitud, alguien que encarnó ese poder primordial y enseñó sus secretos. Alguien que conoció a Amitiel antes de que la oscuridad lo consumiera por completo."

Sus ojos dorados se encontraron con los de Aria, luego con los de Merlín y Morgana. "¿De qué forma... de qué forma podríamos contactar o encontrar a Lilith? Si es que aún existe en alguna forma tangible, en algún plano oculto de la existencia, o incluso como un eco en la conciencia de Gaia... ella, y tal vez solo ella, con su conexión primordial con este planeta y su conocimiento íntimo del corazón que alguna vez latió en Amitiel... ella podría ser la única capaz de detenerlo, o al menos, de mostrarle el abismo final de su propia traición a lo que una vez amó."

La pregunta flotó en el aire, cargada de imposibilidad y de una esperanza casi blasfema. Encontrar a Lilith, la primera mujer, la amante perdida de un dios caído, la portadora de la magia original... Parecía una quimera. Pero en un mundo donde Cthulhu despertaba y los ángeles caídos hacían la guerra, quizás las quimeras eran lo único que les quedaba.