"Se identifican como Lireanos"

Las horas posteriores al impacto de la nave desconocida frente a la costa de Cancún habían sido un torbellino de actividad febril y tensión insoportable. El equipo de reconocimiento liderado por Kaelen y Ek Chuah, con el apoyo de los Castigadores, había logrado traer a la base a un puñado de supervivientes alienígenas, malheridos y profundamente traumatizados. Eran seres altos, de una delgadez casi etérea, con piel que brillaba con un suave lustre nacarado bajo las luces del laboratorio. Sus grandes ojos oscuros, desprovistos de pupilas visibles, reflejaban el terror de una cacería cósmica.

Enki, tras horas de intenso trabajo con sus dispositivos Anunnaki y la ayuda de los lingüistas de Umbría, finalmente logró descifrar los fundamentos de su complejo lenguaje, una sinfonía de chasquidos armónicos y tonos resonantes.

"Se identifican como Lireanos," anunció Enki al consejo de guerra reunido, la fatiga marcando su rostro dorado. "Supervivientes de la destrucción de su mundo natal en el sistema de Vega, hace incontables eones, durante las primeras y más brutales fases de las Guerras de Lira. Esta nave era la última de una pequeña flotilla de refugiados, huyendo de una purga sistemática perpetrada por las fuerzas combinadas de Cthulhu y los Netlin Luciferinos en el sector de Sirio. Fueron derribados mientras intentaban alcanzar lo que percibieron como una 'anomalía de esperanza'... la energía de Gaia despertando y vuestra 'Ancla de Coherencia'."

El líder de los Lireanos, un ser llamado Kael'Thara cuya piel nacarada estaba surcada por finas cicatrices que brillaban débilmente, dio un paso adelante, su cuerpo aún temblando por el trauma, pero sus ojos oscuros ardiendo con una determinación febril. Enki traducía sus palabras resonantes.

"Vimos vuestra luz desde la oscuridad del vacío," transmitió Enki la voz de Kael'Thara. "La resonancia de un planeta que se niega a morir, la voluntad de conciencias que luchan contra la disolución. Nuestra civilización ha caído, nuestras flotas son ceniza estelar. No nos queda nada más que el conocimiento acumulado durante eones de lucha contra el Devorador del Pensamiento y sus heraldos de la Luz Fría. Ofrecemos todo lo que sabemos: la ciencia de nuestros ancestros que tejieron estrellas, las tácticas que una vez contuvieron a los Primigenios en los albores del tiempo, los secretos de la navegación a través de los pliegues de la realidad, las debilidades inherentes que hemos documentado en el corazón de la locura de Cthulhu... todo esto os lo ofrecemos, a cambio de una sola cosa: la oportunidad de luchar junto a vosotros. De vengar a nuestro pueblo. De asegurar que al menos un mundo más no caiga en sus fauces."

La oferta era asombrosa. Pero lo que Kael'Thara propuso a continuación hizo que un silencio helado se apoderara de la sala.

"El Durmiente Profundo, Cthulhu," continuó el Lireano a través de Enki, "es una entidad cuyo poder se fundamenta en el miedo. Lo proyecta como una plaga, corrompe la realidad a través de él, se alimenta de la disonancia que crea en la Rejilla de la Conciencia. Intentar contenerlo desde la periferia, con escudos y barreras, es un desgaste inútil contra una marea cósmica. Sus tentáculos psíquicos siempre encontrarán una grieta."

Sus ojos oscuros se fijaron en cada uno de los presentes. "La forma más... directa... y, aunque parezca una locura, la más efectiva de combatir su influencia es enfrentarlo en su propio nexo de poder. Donde su conexión con vuestro mundo es más fuerte, allí es también, paradójicamente, más vulnerable a una disrupción de voluntad pura y enfocada."

Señaló vagamente hacia el suelo. "Sabemos, por la resonancia que nos atrajo, que vuestros emisarios – esos pequeños y valientes espíritus de la tierra, los Aluxes – ya luchan en las profundidades, cerca de uno de sus focos en el corazón de vuestro planeta. ¡Ese es el camino! ¡Debemos llevar la batalla a la Tierra Hueca! ¡Debemos confrontar a Cthulhu en su propio santuario antes de que su conciencia se asiente completamente en este plano y convierta vuestro mundo en otra ciudadela de pesadilla y silencio!"

La audacia del plan dejó a todos sin aliento.

"¡Enfrentarlo de frente, sin miedo!" insistió Kael'Thara, su voz ahora un fervoroso ruego telepático que todos sintieron, incluso Drácula. "El miedo es su arma más grande, su alimento primordial. Si le mostramos una voluntad unida, una conciencia que no se quiebra ante su terror, ¡podemos herir su esencia! ¡Podemos incluso desterrar su manifestación de este plano!"

El terror se apoderó de muchos en la sala. Elena Rossi y su equipo de científicos palidecieron visiblemente. "¡Ir... ir hacia Cthulhu?" tartamudeó Javier. "¡A la Tierra Hueca, un lugar del que no sabemos absolutamente nada! ¡Con el debido respeto, eso es un suicidio garantizado! Nuestra física, nuestra biología... no estamos remotamente preparados para un entorno así, y mucho menos para una confrontación directa con una... una entidad de esa magnitud." Mateo, el joven psíquico, temblaba visiblemente, la cruda verdad de las palabras del Lireano luchando contra el pavor instintivo que le provocaban.

Incluso algunos de los magos de Umbría parecían escépticos. "Enfrentar a un Primigenio en su propia guarida..." murmuró un viejo hechicero. "Es una arrogancia que ni los dioses de antaño se atrevieron a contemplar." Sorcha de la Mano Carmesí negó con la cabeza, sus ojos oscuros reflejando la locura de la propuesta.

Drácula, sin embargo, mostró un destello de interés depredador en sus ojos rojos. "Sin miedo, dicen," musitó, el eco de una sonrisa peligrosa en sus labios. "Una afirmación audaz para seres que acaban de estrellarse huyendo de sus enemigos. Pero la idea de un golpe directo al corazón de la bestia... tiene un cierto y brutal atractivo. Aunque la Tierra Hueca... es un matadero desconocido, incluso para mí."

Aria sintió una extraña resonancia con las palabras de Kael'Thara. El miedo era real, la paralizaba, pero bajo él, su nueva magia vibraba con una frecuencia que parecía decir sí, esta es la verdad, este es el camino. "Si hay una oportunidad," dijo, su voz temblorosa pero firme, "por infinitesimal que sea... ¿podemos permitirnos no tomarla?"

Quetzal, que había escuchado con la impasibilidad de una montaña, habló. "El Xibalbá, el corazón del mundo... es un lugar de gran poder, sí, pero también de pruebas insondables y peligros que devoran el alma. Entrar allí con intención de guerra contra el Durmiente Profundo es caminar voluntariamente hacia las fauces del jaguar cósmico. Pero," y sus ojos ámbar se posaron en Kael'Thara, "a veces, solo el que se atreve a mirar al jaguar a los ojos tiene la oportunidad de sobrevivir a su caza."

Los Lireanos, con la desesperación de una raza al borde de la extinción, habían arrojado un guantelete imposible. Su plan era una locura suicida, o quizás, la única chispa de esperanza en una noche que amenazaba con volverse eterna. La decisión de seguir a estos supervivientes de una guerra estelar hacia el corazón mismo de la oscuridad y la locura ahora recaía sobre los hombros de la frágil alianza en Cancún. El tiempo para las dudas se agotaba tan rápido como la cordura del mundo.