Profundidades de la Tierra Hueca - Viernes, 23 de mayo de 2025, 3:03 PM EST
En un rincón olvidado de la Tierra Hueca, en una caverna iluminada por el brillo enfermizo de hongos gigantes y el resplandor lejano de vetas de magma, yacía Nyx. La Reina de la Noche Eterna, la que había aspirado a cosechar el miedo de un planeta, ahora era una figura disminuida, su poder caótico mermado, su forma etérea parpadeando como una llama a punto de extinguirse. Poimandres, su titánico dragón de Caos, descansaba cerca, una montaña de sombras heridas, sus múltiples ojos cerrados en un letargo de recuperación. La batalla contra Cthulhu y sus heraldos Netlin Luciferinos los había destrozado, obligándolos a una huida humillante hacia este santuario primordial.
Nyx sentía cómo sus fuerzas la abandonaban. Cada pulso de su ser era un esfuerzo. Cerró los ojos, y en la oscuridad de su debilidad, los recuerdos, esos fantasmas persistentes de una vida anterior, comenzaron a filtrarse a través de las grietas de su conciencia endurecida por el Caos.
Se vio a sí misma, no como Nyx, sino como Eleonora, la Maestra de Umbría. El olor a pergamino antiguo, a hierbas secas y a la tenue magia que impregnaba la Gran Biblioteca la envolvió como un cálido abrazo olvidado. Vio los rostros jóvenes y expectantes de sus alumnos, la luz de la curiosidad en sus ojos mientras ella desentrañaba los misterios de la alquimia o las complejidades de los encantamientos defensivos. Recordó la satisfacción tranquila de ver una mente joven comprender un concepto arcano, la alegría silenciosa de guiar una mano inexperta en el tejido de un hechizo. Era una vida de orden, de propósito, de... luz, a su manera.
Las clases... pensó, y una punzada de algo que se asemejaba dolorosamente a la nostalgia atravesó su ser actual. El peso reconfortante de los grimorios, el murmullo de las plumas sobre el papel, el desafío intelectual en los ojos de un estudiante brillante...
Un recuerdo en particular emergió con una claridad vívida y dolorosa. Una tarde, después de una clase particularmente difícil sobre la canalización de energías elementales. Muchos estudiantes se habían marchado, frustrados o agotados. Pero una figura joven, con el cabello como una llama rebelde y ojos verdes llenos de una mezcla de confusión y una determinación feroz, se había quedado atrás. Aria.
Eleonora la recordaba luchando con su poder innato, esa magia caótica y empática que amenazaba con desbordarla. Se había acercado a la muchacha, que estaba sentada en el suelo, con la cabeza entre las manos.
"No puedo hacerlo, Maestra Eleonora," había susurrado la joven Aria, su voz quebrada por la frustración. "Es... es demasiado. Siento que me consume, que me quema por dentro. No soy como los demás."
Eleonora recordó haberse arrodillado a su lado, apartando con suavidad un mechón de cabello del rostro angustiado de Aria. Había una pureza en esa lucha, una honestidad en ese miedo, que la conmovió profundamente.
"La magia no es una bestia que domar con látigo y brida, Aria," le había dicho con voz suave, su mano descansando brevemente en el hombro de la joven. "Es un río poderoso. A veces, sí, amenaza con desbordarse. Pero no debes luchar contra su corriente con todas tus fuerzas, pues te agotará y te arrastrará. Debes aprender a sentir su flujo, a comprender su naturaleza, a guiarla con tu intención, con tu corazón. Tu poder es inmenso, es cierto, diferente al de muchos. Pero también lo es la fuerza de tu espíritu, la compasión que veo en tus ojos. Confía en eso. Confía en ti."
Recordó la forma en que Aria la había mirado entonces, con una vulnerabilidad y una confianza tan absolutas que le habían oprimido el pecho con una emoción inesperada. En esos ojos verdes, Eleonora no solo había visto a una estudiante prometedora; había visto un reflejo de su propia juventud perdida, una sed de conocimiento y pertenencia, pero también una fragilidad que anhelaba proteger con una ferocidad casi maternal.
En ese instante, pensó Nyx, y la conciencia de Eleonora dentro de ella gimió con el recuerdo, no era solo mi alumna más dotada. Era... algo más. Una chispa que deseaba ver convertida en una llama radiante y segura. Sentí un cariño tan profundo, tan... puro. Casi como el de una madre por su hija. La sensación de ese amor, de ese anhelo protector, era ahora un tormento, un eco de una luz que ella misma había traicionado y extinguido en su búsqueda de poder.
El recuerdo se desvaneció, dejando a Nyx temblando en la fría oscuridad de la caverna. El contraste entre la calidez de ese momento en Umbría y su gélida realidad actual era insoportable. El calor de ese afecto maternal era ahora una quemadura que su poder caótico no podía sanar.
"Sentimentalismos..." siseó la parte de ella que era Nyx, la Reina Oscura, intentando ahogar el dolor. "Restos de una vida muerta, de una debilidad que ya no puedo permitirme."
Pero el eco de la risa de Aria, la sensación de su pequeña mano aferrándose a la suya en busca de guía, persistía. Por un instante, la máscara de la Reina del Caos se resquebrajó, y solo quedó Eleonora, la maestra, la mentora, llorando en silencio por una hija perdida y por el monstruo en el que se había convertido. La nostalgia era un veneno dulce y amargo, recordándole todo lo que había sacrificado en el altar de una ambición que ahora la había llevado al borde de la aniquilación.