La mente de Nyx, o lo que quedaba de la atormentada conciencia de Eleonora bajo las capas de Caos y poder primordial, flotaba en un mar de dolor y agotamiento. Su refugio en la Tierra Hueca era una cicatriz en la oscuridad, un eco de su poder destrozado. La memoria de Aria, de esa calidez maternal casi olvidada, había abierto una compuerta, y ahora otros fantasmas de su pasado danzaban ante su visión interna.
El calor de Umbría... tan diferente del fuego que había conocido antes, el fuego que yo misma había buscado con tanta avidez...
Su mente se deslizó hacia atrás, a los días en que abandonó la rígida estructura de Umbría, buscando un conocimiento más crudo, más... liberador. Llegó a los Magos Rojos, el Círculo Escarlata. Al principio, fueron una revelación. Una hermandad de renegados que se atrevían a hurgar en los misterios prohibidos, que veían la magia no como un conjunto de reglas, sino como una fuerza salvaje a ser cabalgada.
Con ellos, pensó Eleonora, la voz de Nyx un eco burlón en su propia mente, aprendí a bailar con el Caos puro, a ver la belleza inherente en la entropía controlada, a romper las cadenas de la magia predecible y tediosa de las academias. Era un conocimiento embriagador, una promesa de poder sin los grilletes de una moralidad sofocante...
Recordó las noches de rituales bajo lunas sangrientas, la energía crepitante de hechizos que bordeaban la locura, la camaradería áspera de aquellos que habían elegido caminar por el sendero de las sombras. Y entre ellos, siempre presente, siempre intensa, estaba Sorcha.
Sorcha de la Mano Carmesí. Eleonora la había visto inicialmente como una herramienta, una fuerza de la naturaleza que podía dirigir. Recordaba los planes de Sorcha, a menudo brutales, para desestabilizar las otras escuelas de magia, para sembrar la discordia y quebrar el monopolio de Umbría sobre el conocimiento arcano. Sus ideas eran crueles, sí, admitió la conciencia de Eleonora, sus métodos, a menudo teñidos de una sed de venganza contra un sistema que la había marginado. La veía como una guerrera útil, una ejecutora entusiasta de mis planes más... ambiciosos para el Círculo.
Pero ahora, en la quietud de su casi-muerte, otras imágenes, otros matices, se imponían con una claridad dolorosa. Sorcha, con su túnica raída y su guantelete siempre presente, discutiendo acaloradamente con los Ancianos del Círculo, defendiendo las teorías más heréticas de Eleonora, sus ojos oscuros brillando con una lealtad feroz. Sorcha, ofreciéndole un viejo y ajado grimorio sobre la manipulación de sombras, un texto que Eleonora había buscado durante años, con una sonrisa torcida que era casi tímida. "Lo encontré en las ruinas de una biblioteca olvidada," había dicho. "Pensé que... te gustaría."
Y aquella vez, tras un ritual particularmente agotador que casi las consume a ambas, cuando Eleonora se había derrumbado, fue Sorcha quien la había cuidado, quien la había protegido de los otros miembros del Círculo que codiciaban su posición, ofreciéndole un vino oscuro y especiado que sabía a tierra y a poder antiguo. No hubo palabras de afecto entonces, solo una camaradería áspera, la de dos depredadoras que habían cazado juntas y sobrevivido.
Ella nunca fue mi enemiga, susurró la voz de Eleonora en el vacío de la mente de Nyx, la realización una punzada fría y aguda. Incluso con sus planes salvajes para el Círculo, con su agenda de caos y desestabilización... todo lo que quería, en el fondo, era mi éxito. Que el Círculo, bajo mi guía, se alzara. Quería mi aprobación. Intentó... ser mi compañera. Mi amiga.
La vergüenza, una emoción que Nyx creía haber purgado hacía mucho tiempo, la recorrió. Se vio a sí misma, a la Eleonora de aquellos días, consumida por su propia y creciente ambición, por su sed de poder y conocimiento que trascendiera las limitaciones del Círculo Escarlata. Vio cómo trataba a Sorcha con una calculada distancia, aceptando su lealtad como algo debido, sus ideas como simples sugerencias a ser consideradas o desechadas. Recordó la mirada de Sorcha a veces, cuando Eleonora le exponía sus visiones más grandiosas, planes que ya no incluían al Círculo como un igual, sino como un peldaño. Una mezcla de admiración deslumbrada y una herida apenas velada por su incapacidad de verla como algo más que una seguidora capaz, una herramienta útil.
Estaba tan absorta en mi propia ascensión, pensó con una amargura que sabía a ceniza, tan convencida de mi propia superioridad, de mi destino de trascender... que ignoré sus torpes gestos de lealtad, sus intentos de forjar un lazo más profundo. La hice sentir menos. Usé su devoción y le ofrecí condescendencia a cambio.
El Caos te da poder, sí. Pero te aísla. Te ciega a las pequeñas luces de conexión, a los lazos de lealtad que no se basan en el miedo o la ambición, hasta que te encuentras sola en una oscuridad mucho más vasta y fría de lo que jamás imaginaste.
La imagen de Sorcha, ahora aliada con Drácula, luchando por su supervivencia en Cancún, surgió en su mente. Quizás, solo quizás, Sorcha no había encontrado en Drácula un nuevo amo, sino lo que siempre había buscado y Eleonora le había negado: un aliado pragmático que, al menos, reconocía su valor y su fuerza sin intentar disminuirla.
El recuerdo, en lugar de traer consuelo, profundizó la herida en el ser de Nyx. Otra traición, pero esta vez, una traición perpetrada por ella misma, hacía mucho tiempo, contra alguien que solo había querido ser su igual en la oscuridad.