Sentimentalismos patéticos!

En la oscura quietud de su refugio en la Tierra Hueca, la mente de Nyx era un campo de batalla. Los recuerdos de Eleonora, su yo anterior, ya no eran susurros fantasmales, sino oleadas de emoción cruda que la golpeaban con la fuerza de un maremoto psíquico. La imagen de Aria, joven y vulnerable, buscando su guía; la lealtad áspera pero inquebrantable de Sorcha... estos ecos del pasado traían consigo una avalancha de sentimientos que Nyx creía haber erradicado hacía mucho tiempo.

Amor. Una palabra que ahora le quemaba la conciencia. No el amor posesivo y retorcido que el Caos a veces imitaba, sino el calor genuino, la conexión, el anhelo de proteger y nutrir que había sentido por Aria, la camaradería y el respeto que, demasiado tarde, reconocía haber debido a Sorcha. Estos sentimientos, tan ajenos a su actual estado de Reina Oscura, comenzaban a filtrarse a través de las grietas de su ser endurecido por el Caos, como la luz del sol a través de las fisuras de una tumba olvidada.

No... ¡NO! La parte de ella que era Nyx, la entidad forjada en la ambición y el poder del Vacío, luchaba con una furia desesperada contra esta insurgencia emocional. "¡Esto es debilidad! ¡Una enfermedad del alma mortal que creí haber purgado! ¡El Caos no ama, el Caos ES! ¡Consume, crea, destruye, pero no se doblega ante estos... sentimentalismos patéticos!"

Se llevó las manos a la cabeza, sus dedos sombríos enredándose en su cabello que parecía tejido de noche y energía corrupta. Se lo tironeó con violencia, como si intentara arrancar físicamente los pensamientos, las emociones de Eleonora. Su forma etérea parpadeaba, fluctuando entre la majestuosidad oscura de Nyx y la figura más humana, más frágil, de la Maestra Eleonora, cuyo rostro ahora estaría surcado por lágrimas si tuviera un cuerpo que llorar.

"¿Amor?" se burló la voz de Nyx en su propia mente, pero sonaba hueca, defensiva. "¿Qué me dio el amor? ¿Traición? ¿Limitaciones? ¡El Caos me dio poder! ¡Poder para rehacer el universo, para trascender la insignificancia!"

Pero la voz de Eleonora, más suave, más insistente, respondía desde las profundidades de su ser. "¿Poder para qué, Nyx? ¿Para sentarte sola en un trono de cenizas cósmicas? ¿Para ver cómo todo lo que una vez tuvo significado se convierte en polvo? Aria... ella confiaba en ti. Sorcha... ella creía en ti. ¿Es este el legado que querías dejarles?"

Era un caos total dentro de su cabeza, una lucha de poder interna tan feroz como cualquiera de las batallas que había librado en el exterior. Las imágenes vívidas de Umbría, de la risa de Aria, de la mirada leal de Sorcha, se superponían con las visiones de poder cósmico, de galaxias ardiendo, de Poimandres a su lado. El amor y el cariño, sensaciones casi olvidadas, luchaban por encontrar un asidero contra la fría y expansiva nada del Caos que la había consumido durante tanto tiempo.

Cerca, la inmensa forma sombría de Poimandres se agitó. El Dragón Primordial, aunque herido y recuperándose lentamente, poseía una conciencia que abarcaba el espectro del Caos. Y la tormenta que se desataba dentro de su Heraldo era una perturbación notable. Sus múltiples ojos, como estrellas moribundas en un cielo de obsidiana, se enfocaron en Nyx con una nueva y extraña intensidad. No era preocupación en el sentido humano, sino una mezcla de asombro y una profunda, casi científica, curiosidad.

<> la "voz" de Poimandres resonó en la mente de Nyx, un trueno silencioso de estrellas colapsando y universos naciendo. <>

Nyx apenas registró la intromisión de su patrón. Estaba demasiado absorta en su propia agonía. Se golpeó la cabeza contra la roca cristalina de la caverna, un sonido seco y doloroso si hubiera sido carne y hueso. "¡Silencio!" gritó a la voz de Eleonora. "¡No quiero recordar! ¡No quiero sentir!"

A lo lejos, muy lejos, pero audible incluso en las profundidades de la Tierra Hueca, llegó un eco apagado: el rugido sísmico de una batalla titánica. El bramido gutural y enloquecedor de Cthulhu, los agudos gritos de guerra de los elfos lunares que ahora luchaban por su supervivencia, y el extraño y múltiple clamor de los Aluxes. La guerra por el planeta continuaba, implacable.

Pero para Nyx, la batalla más feroz se libraba ahora dentro de su propia alma desgarrada. El amor, la nostalgia, la culpa... emociones que creía haber trascendido, regresaban con la fuerza de una venganza. Y Poimandres, el Caos encarnado, observaba con una curiosidad que podría volverse peligrosa si la "fragilidad" de Eleonora amenazaba con socavar la utilidad de su Reina Oscura. ¿Quién emergería de esta tormenta interna? ¿La fría y ambiciosa Nyx, o la destrozada pero quizás redimible Eleonora? La respuesta seguía envuelta en un torbellino de Caos y un dolor demasiado humano.