El eco del lamento de la Banshee aún parecía adherirse a las extrañas formaciones cristalinas de la caverna en la Tierra Hueca, un sudario invisible de pavor y tragedia inminente. Los miembros de la expedición se habían quedado helados, cada uno interpretando el augurio a través del prisma de sus propios miedos y conocimientos. Merlín y los de Umbría reconocían el grito como un heraldo directo de muerte o una calamidad de proporciones desmesuradas. Quetzal percibía una profunda disonancia en el espíritu del mundo subterráneo.
Enki, sin embargo, el Anunnaki de mente analítica y conocimientos que abarcaban eones y cosmologías, estaba procesando la aparición de una manera diferente. Su ceño dorado estaba fruncido, no solo por el temor al presagio, sino por una súbita y audaz hipótesis que comenzaba a tomar forma en su mente ancestral.
Este espíritu... pensó Enki, mientras el último temblor del lamento se desvanecía. La 'Banshee'. Los magos de Umbría la describen como un ser errático, un lamento encarnado, no atado a un solo lugar o plano, sino a la emoción misma de la pérdida, vagando hasta que encuentre... 'la luz', como dicen ellos. Una conciencia en el umbral, capaz de percibir y manifestarse a través de los velos de la realidad.
Se giró hacia Merlín, sus ojos dorados brillando con una nueva y extraña intensidad. "Mago," dijo, su voz cortando la tensa quietud. "Esta entidad que llamáis Banshee... afirmáis que es un espíritu errante, un eco de dolor que puede manifestarse en cualquier lugar donde la tragedia esté a punto de golpear, incluso en otras realidades si el velo es delgado, ¿correcto?"
Merlín, aún tenso, asintió con cautela. "Así es, Anunnaki. Su lamento no conoce fronteras físicas cuando el destino está a punto de asestar un golpe fatal. Pero nunca la habíamos sentido tan... presente, tan lejos de los confines de Umbría o de linajes específicos a los que a veces parece atarse."
"Precisamente," continuó Enki, su mente acelerándose. "Si puede manifestar su esencia, su advertencia, aquí, en esta profunda y olvidada capa de la realidad física de Gaia, tan alejada de su 'origen'... eso implica que su percepción no está limitada por las leyes que rigen a los seres de carne y hueso, ni siquiera a los de vuestra clase de magia."
Sus ojos se clavaron en Aria, luego de nuevo en Merlín. "Estábamos discutiendo sobre Lilith. La Primera Mujer. La amante perdida de Amitiel. Una entidad de poder primordial, borrada de las crónicas, exiliada o destruida de tal manera que su rastro es casi imperceptible para nosotros, para los Anunnaki, para los Netlin, quizás incluso para el mismo Amitiel en su estado actual."
Hizo una pausa, dejando que la tensión creciera. "Pero, ¿y si su esencia, su espíritu, aún resuena en algún pliegue oculto de la creación? ¿En un plano liminal, en un eco dentro de la conciencia de Gaia, o quizás... en un estado similar al de esta Banshee, un lamento silencioso por un mundo y un amor perdidos, un alma que tampoco ha 'encontrado la luz'?"
Aria sintió un escalofrío. "¿Qué estás sugiriendo, Enki?"
"Sugiero," dijo el Anunnaki, y ahora había una nota de fervor casi febril en su voz, "que si la Banshee, en su eterna y errática búsqueda de almas en pena y tragedias por venir, puede sentir la inminencia de la muerte y el dolor a través de las dimensiones... ¿no es concebible que pueda percibir otras conciencias igualmente 'perdidas' o 'veladas'? Si Lilith existe en alguna forma, por etérea o fragmentada que sea, ¿no podría una entidad como la Banshee, un lamento que camina entre los mundos, haber cruzado su rastro, haber sentido su antigua y profunda pena?"
La idea era tan audaz como aterradora. Usar al heraldo de la muerte como un sabueso para encontrar a una figura mítica.
"¿Pero qué... qué información podría darnos?" preguntó Kaelen, pálido. "La Banshee solo grita por la muerte."
"Quizás," replicó Enki. "O quizás su lamento contiene más de lo que entendéis. Si pudiera ser... 'enfocada', si su atención pudiera ser dirigida hacia la resonancia específica de Lilith... ¿podría su grito, su presencia, darnos una indicación? ¿Una dirección? ¿Una confirmación de su existencia o de su no-existencia? ¿Podría identificar su particular 'sabor' energético, si es que lo recuerda o lo percibe?"
Drácula observó a Enki con una nueva y fría apreciación. "Una apuesta desesperada, Anunnaki. Intentar interrogar a un presagio de la tumba. Fascinante en su impiedad... y probablemente suicida."
"Los espíritus que lamentan," intervino Quetzal con su calma ancestral, "a menudo ven los senderos que los vivos han olvidado, y sienten los ecos de las almas que aún no han partido del todo o que nunca lo hicieron. Conocen los caminos ocultos del Xibalbá y las sombras del corazón. Pero su conocimiento siempre está envuelto en dolor, y sus respuestas, si es que las hay, rara vez son directas."
La tensión en la caverna se hizo casi insoportable. El eco del lamento de la Banshee parecía persistir, y ahora, la idea de usar esa misma entidad como una herramienta para una búsqueda casi imposible flotaba en el aire. ¿Se atreverían a interactuar con un ser que solo anunciaba la desgracia? ¿Y qué horrores podrían desatar si intentaban dirigir la atención de la Banshee hacia la tragedia olvidada de Lilith y Amitiel?
Enki miró hacia la oscuridad de donde había provenido el último eco del grito, sus ojos dorados brillando con una mezcla de intelecto frío y una audacia que rayaba en la locura. "Si la Banshee puede manifestarse aquí," dijo, más para sí mismo que para los demás, "tan lejos de su supuesto 'anclaje' en Umbría, entonces las leyes que la atan son... mucho más flexibles y extrañas de lo que creéis. Y si puede percibir el dolor y la pérdida a través de los mundos... ¿qué mayor pérdida, qué eco de dolor más antiguo y primordial podría haber en la historia de este sistema solar que el de Lilith, la Primera Mujer, traicionada, borrada, y cuyo amor perdido convirtió a un Netlin en un monstruo cósmico?"
La pregunta quedó suspendida, una invitación a un camino lleno de peligros incalculables, pero también, quizás, a la única pista que podrían tener para encontrar una respuesta al enigma de Amitiel.