Estaban enfrentados a la magnitud de su propia y destructiva soberbia

En el Búnker Secreto Bajo los Alpes Suizos 

El aire en el opulento búnker de los Trece Familias era más gélido que las nieves perpetuas que cubrían los picos alpinos sobre sus cabezas. Las acusaciones y confesiones habían despojado la última capa de pretensión, revelando la cruda y egoísta maquinaria de poder que los había mantenido en la cúspide del mundo durante generaciones. El despertar de Cthulhu, la debacle del oro en China, los virus de diseño… todo estaba ahora sobre la mesa, un festín de traiciones y errores de cálculo monumentales.

Tanaka y Herrera, portavoces de la facción más "joven", intentaban defender sus acciones, hablando de "males necesarios", de "transiciones controladas hacia un nuevo paradigma", pero sus palabras sonaban huecas incluso para ellos mismos ante la magnitud del desastre global que habían ayudado a crear.

Fue entonces cuando Lord Ashworth, el patriarca británico cuya familia había tejido redes de influencia desde la era de los clípers hasta la de los algoritmos, se sirvió una pequeña copa de un brandy que era más antiguo que la mayoría de las naciones del mundo. Levantó la copa, no en un brindis, sino como un juez a punto de dictar sentencia, sus ojos pálidos y fríos fijos en Herrera y Tanaka.

"Una retórica verdaderamente fascinante, caballeros 'reformadores'," comenzó Ashworth, su voz suave como la seda pero cortante como el acero valyrio. El sarcasmo era un arte que había perfeccionado durante más de un siglo. "Habláis de 'eficiencia', de 'un nuevo liderazgo ilustrado', de 'sacrificios calculados para un bien mayor'. Permítidme, si no es una impertinencia intolerable, examinar la... coherencia entre vuestros nobles y proclamados ideales y las... digamos, pragmáticas consecuencias de vuestras acciones."

Herrera abrió la boca para protestar, pero Ashworth levantó una mano enguantada, silenciándolo.

"Se nos informó con gran elocuencia," continuó Lord Ashworth, paseando su mirada por los rostros tensos de la facción más joven, "que vuestra... 'intervención biológica inicial', ese encantador virus que supuestamente 'fomentaba la cercanía y la empatía', tenía como noble objetivo traer 'más amor' a un mundo fracturado por el individualismo. Una meta admirable, sin duda." Hizo una pausa, saboreando el momento. "Sin embargo, explíquenme, con la lógica impecable que sin duda poseen, ¿cómo fue entonces que las cuarentenas draconianas que impusisteis, el pánico a la 'infección emocional' que vuestros propios conglomerados mediáticos amplificaron hasta la histeria, y la profunda desconfianza que sembrasteis entre vecinos, amigos y parientes, terminaron por dividir a las familias más que nunca en la historia reciente? Hijos separados de padres ancianos, comunidades enteras aisladas y enfrentadas... ¿Es esa vuestra peculiar definición de 'más amor', Señor Herrera?"

Herrera palideció, las palabras atascadas en su garganta.

Ashworth se giró hacia Tanaka, su sonrisa volviéndose más afilada. "Y vuestra conmovedora cruzada por la 'libertad de expresión' para la humanidad... otro ideal que aplaudimos con fervor desde nuestros cómodos sillones. Sin embargo, recuerdo con una claridad cristalina cómo aquellas voces disidentes – los científicos independientes que osaron cuestionar la narrativa oficial de vuestras 'pandemias controladas', o los periodistas de investigación que se acercaron demasiado a vuestros laboratorios 'filantrópicos' en islas remotas – ¿cómo fue exactamente que sus 'bocas fueron cayadas', como decís vulgarmente? Cancelaciones públicas, campañas de descrédito profesional orquestadas con precisión quirúrgica, misteriosos 'accidentes tecnológicos' que convenientemente silenciaron sus plataformas y borraron sus archivos. ¿Es esa la robusta 'libertad de expresión' que tan ardientemente predicabais, Señor Tanaka?"

Tanaka bajó la mirada, su estoicismo habitual resquebrajándose.

"Y finalmente," la voz de Ashworth era ahora un susurro gélido que helaba la médula, "vuestro gran y mesiánico proyecto de convertiros en los 'libertadores de la humanidad'." Su sonrisa se ensanchó, transformándose en una mueca de puro desdén. "Una promesa tan brillante como una supernova. Pero en vuestras más... 'tontas jugadas', como las llamaría el populacho ignorante, para 'despertar' a la humanidad o 'romper las cadenas del viejo orden feudal' que representamos nosotros los Ancianos... ¿no fueron precisamente vuestras 'iluminadas' acciones las que permitieron, o más bien forzaron, que la humanidad se sintiera más miserable, más vigilada, más controlada, más confinada como reclusos en sus propios hogares y naciones que nunca antes en la memoria viva? Confinamientos globales, pases digitales de 'salud' que rastreaban cada movimiento, la constante y bien publicitada amenaza de nuevas 'variantes' o 'crisis climáticas' que requerían más control, más sacrificios de libertad... ¿Era esa la 'liberación' que tan generosamente ofrecíais al mundo?"

El Barón Von Hess y los otros Ancianos asintieron lentamente, una sombría satisfacción brillando en sus ojos cansados. Ashworth había verbalizado su desprecio con una elocuencia implacable. "Un análisis impecable, Lord Ashworth," murmuró Von Hess. "La hipocresía de la juventud, incluso de una juventud de sesenta años, siempre es tan... dolorosamente transparente."

Los miembros de la facción más joven – Herrera, Tanaka y sus aliados – estaban visiblemente conmocionados, como si les hubieran arrancado una venda de los ojos. Las palabras de Ashworth, entregadas con la precisión de un cirujano y el veneno de una víbora, habían desnudado la monstruosa contradicción entre sus supuestos ideales y la cruda realidad de sus acciones. No podían creer que, en su afán por "mejorar" el mundo y asegurar su propio ascenso al poder, se hubieran convertido en una parodia aún más retorcida de aquello que decían combatir. La justificación de "el fin justifica los medios" se desmoronaba ante ellos, revelando solo la fealdad de los medios mismos.

Ashworth tomó un pequeño y elegante sorbo de su brandy. "Intenciones, mi querido Herrera, mi astuto Tanaka-san. El camino al infierno, como reza vuestro proverbio popular, está empedrado de ellas. Y vosotros, en vuestro fervor por 'salvar' a la humanidad, simplemente habéis cavado un nuevo y más profundo círculo en ese infierno, uno diseñado a vuestra propia y muy moderna medida."

El silencio en el búnker era ahora el de una tumba. Los arquitectos del caos global, viejos y "jóvenes", estaban enfrentados a la magnitud de su propia y destructiva soberbia, mientras el mundo exterior se deslizaba hacia un abismo de horrores cósmicos que ellos mismos habían ayudado a invitar.