Base de Cancún, Quintana Roo, México -
Mientras en la Tierra Hueca Morgana y Sorcha atendían a una Eleonora inconsciente y el eco de la furia de Cthulhu aún resonaba, y en los Alpes Suizos los Trece Familias se ahogaban en sus propias y terribles revelaciones, Drácula permanecía en una de las zonas más oscuras y tranquilas de la base de Cancún. La reciente confesión de Ashworth sobre el "Ojo que Todo lo Ve" y la osadía de los Ancianos al despertar a Cthulhu para suplantar un orden cósmico habían sembrado en su mente milenaria una semilla de inquietud que crecía con cada momento de reflexión.
Siglos... milenios, pensó Drácula, sus ojos rojos fijos en la nada, la penumbra de la sala apenas iluminada por el parpadeo de algún equipo científico lejano. He caminado por este mundo como una sombra, un depredador, un príncipe de mi propia y oscura creación. Creía conocer los juegos de poder de los mortales, las intrigas de sus imperios efímeros, las ambiciones de sus reyes y papas. Los he visto nacer, florecer y caer como hojas en otoño. He manipulado sus destinos, he susurrado en los oídos de sus líderes, he desatado guerras y he impuesto paces sangrientas, todo para mis propios fines, para la supervivencia y el sutil avance de mi linaje, para el mantenimiento de mi propio y silencioso imperio de la noche.
Una sonrisa amarga, casi imperceptible, curvó sus labios pálidos. Creía que entendía el tablero. Creía que, aunque otros jugadores poderosos existieran – magos como Merlín, criaturas Fae, incluso los primeros ecos de los Anunnaki en la antigüedad – yo era un jugador independiente, un rey en mi propio derecho.
Pero esto... La idea del "Ojo que Todo lo Ve" de Ashworth, esa Entidad Oculta bajo las Sombras del Poder que supuestamente había dictado el orden humano desde el principio de sus civilizaciones... era una variable que descuadraba todas sus ecuaciones. ¿Cómo pude ser tan ciego a una influencia de tal magnitud, tan fundamental, durante tanto tiempo? ¿Es posible que mi propia y vasta perspectiva estuviera, de alguna manera, limitada, contenida?
Su mente, un archivo implacable, comenzó a repasar los eones. Tantos enemigos a lo largo de las eras... cazadores fanáticos de la Iglesia con una fe que a veces parecía otorgarles una protección antinatural. Órdenes de caballería imbuidas de un fervor y una resistencia que desafiaban la lógica mortal. Incluso magos rivales y clanes de licántropos que resurgían de sus cenizas con una frecuencia sospechosa, con recursos que no deberían haber poseído, con un conocimiento de mis debilidades y mis refugios que no deberían haber adivinado con tanta precisión.
¿Cuántos de ellos, se preguntó con una nueva y fría furia, eran meras marionetas, sus hilos tirados por este 'poder superior' que Ashworth describió? ¿Cuántas de mis 'victorias' fueron simplemente permitidas, o incluso orquestadas, porque servían a un propósito mayor e invisible para mí en ese momento? ¿Cuántas de mis 'derrotas' fueron castigos sutiles por desviarme demasiado de un camino que no sabía que estaba siguiendo?
Recordó su propia existencia, la facilidad con la que, a menudo, había podido "cambiar de vida", de identidad, de país, de siglo. Su inmenso poder personal, su riqueza acumulada a lo largo de los eones, le habían otorgado una aparente libertad de movimiento que pocos seres en la Tierra podían igualar. Pero ahora... ¿fue realmente libertad? La pregunta era un veneno lento en su mente. ¿O simplemente me movía dentro de una jaula mucho más grande, una cuyas barras eran tan vastas y sutiles que eran invisibles incluso para mis agudos ojos de depredador? ¿Mis movimientos, mis acumulaciones de poder, mis pequeños imperios de la noche, también estaban permitidos, o incluso sutilmente dirigidos, siempre y cuando no interfirieran con el 'Gran Diseño' de este Ojo Arcaico, o con los planes de sus autoproclamados administradores, las Trece Familias?
Sabía de la existencia de esas familias humanas que se creían las dueñas del mundo. Los Von Hess, los Ashworth, los Medici antes que ellos, los Rothschild... linajes antiguos, sí, con una riqueza y una influencia que se extendían como una red invisible sobre el globo. Los había considerado peones útiles en su propio juego, a veces rivales molestos en la arena del poder terrenal, a veces incluso fuentes de sustento o información. Pero que ellos mismos fueran... sirvientes, o al menos, sumos sacerdotes o administradores de una Entidad aún mayor, una que dictaba el flujo de la historia humana... ¡Ahora todo tenía un sentido nuevo y monstruoso! Su caos, su desesperación actual al ver su "herramienta" Cthulhu descontrolada... era la de los mayordomos que habían intentado envenenar al rey solo para descubrir que el dragón que habían llamado para ocupar el trono era infinitamente peor y no distinguía entre ellos y sus enemigos.
Sus pensamientos se arremolinaron, reevaluando cada alianza, cada traición, cada supuesta amistad o enemistad a lo largo de su larga no-vida. ¿Quién había sido genuino? ¿Quién actuaba por su propia y miserable voluntad, y quién era una simple extensión de ese Ojo, o de las maquinaciones de esas familias que servían a ese Ojo? ¿Incluso mis más leales Castigadores... fueron sus linajes también 'guiados' para servirme, para que yo, a su vez, sirviera a un propósito mayor sin siquiera ser consciente de ello? La idea era una profanación a su orgullo, a su propia concepción de sí mismo como un ser de voluntad indómita.
Merlín... con su sabiduría de siglos y su aparente lucha por el 'bien'... ¿cuánto sabía él de esta estructura de poder invisible? ¿Y Quetzal, con su profunda conexión con Gaia y los ciclos cósmicos? ¿Son ellos también piezas en este tablero cósmico, o jugadores conscientes con su propia y oculta agenda, quizás incluso sirviendo a otras entidades aún desconocidas?
El terror más profundo, sin embargo, la realización más amarga, era la pregunta que ahora gritaba en el silencio de su mente inmortal: Yo, Vlad Drácula, el Empalador, el Príncipe de Valaquia, el Señor de la Noche Eterna... ¿He sido durante todos estos siglos... simplemente un peón más elaborado? ¿Una pieza oscura particularmente útil en el juego de un poder oculto, mi rebeldía cuidadosamente contenida, mi imperio de la noche simplemente una tormenta permitida en una esquina olvidada del tablero para mantener a otras piezas menores a raya, o para cumplir algún propósito inescrutable en su gran y terrible diseño?
La idea era un anatema a su orgullo, a la esencia misma de su ser. Pero la fría y despiadada lógica de las revelaciones recientes era difícil de ignorar. Drácula se apoyó contra la pared fría de la base en Cancún, la escasa luz de los monitores lejanos proyectando largas sombras que ahora parecían burlarse de su supuesta maestría sobre ellas. Su mundo, su comprensión de milenios de historia y de su propio lugar en ella, se había puesto patas arriba. Si esto era cierto, entonces la verdadera guerra no era solo contra Cthulhu o los Netlin. Era contra el engaño mismo, contra las cadenas invisibles que habían atado a este mundo, y quizás a él mismo, durante eones. Y él, Drácula, debía descubrir con una urgencia helada si era un carcelero, un prisionero o, lo peor de todo, simplemente un tonto con colmillos que había bailado durante siglos al son de una melodía que nunca había escuchado conscientemente.