En el Vacío Estelar, cerca de la Nave Nodriza Netlin
La batalla en los gélidos confines del sistema solar, cerca de la órbita de Neptuno, había sido un brutal ejercicio de aniquilación. Las flotas combinadas de los Saurianos Draconianos, los enjambres Insectoides y las escuadras Grises se habían estrellado una y otra vez contra la inexpugnable Nave Nodriza Netlin, la Shekinah Caída de Amitiel. Aunque habían infligido daños superficiales, sus propias fuerzas estaban siendo diezmadas por las ondas de "Realidad Forzada" y los rayos de luz aniquiladora que emanaban de la ciudadela cristalina.
Amitiel, desde su trono de sombras y luz en el corazón de la nave, observaba el conflicto con una paciencia cósmica. Su plan avanzaba. Cthulhu, su "hermano" Primigenio, estaba consolidando su despertar en Terra, y pronto sería el momento de que ambos unieran sus fuerzas para la siguiente fase de la "Rectificación Cósmica". La resistencia de las facciones de Lira era una molestia, un retraso innecesario.
Fue entonces cuando el Estratega Caído tomó una decisión. Una proyección de su voluntad, fría y autoritaria, se extendió a través del campo de batalla hacia los maltrechos comandantes de Lira.
"Guerreros de Lira," resonó la voz mental de Amitiel, no como una negociación, sino como un edicto. "Vuestra resistencia es... predeciblemente fútil, pero momentáneamente inconveniente para el despliegue de fuerzas mayores. El Estratega Caído, en su magnanimidad, os ofrece un cese de hostilidades. Detened vuestros ataques suicidas. Se os concederá un pasaje sin ser molestados mientras el Primigenio Cthulhu se traslada desde el sistema interior para unirse a nuestros dominios designados. Continuad vuestra insolencia, y seréis erradicados hasta el último caza, hasta la última espora."
Mientras este mensaje era enviado, en la lejana Tierra, algo monumental estaba ocurriendo, algo que incluso Amitiel no había anticipado en su momento exacto.
Desde las profundidades del Mar Caribe, donde había yacido soñando durante eones, la vasta e inconcebible masa de Cthulhu comenzó a ascender. No fue una emergencia física inmediata de carne y tentáculos, sino un desgarro dimensional, una erupción de energía psíquica y realidad disforme que hizo que el océano hirviera y el cielo sobre Cancún se retorciera en espirales de colores imposibles. La presión mental sobre el planeta alcanzó un pico demencial por un instante, y luego, con una lentitud aterradora, comenzó a disminuir en esa zona, como si la fuente principal se estuviera... elevando.
La conciencia de Cthulhu, vasta como un océano cósmico, se desprendía de su nido terrestre. Mientras ascendía a través de la atmósfera superior, su percepción alienígena barrió el espacio circundante. Registró las flotas de Lira luchando contra los Netlin. Registró la distante pero potente firma de la Nave Nodriza de Amitiel. Y registró algo más... una plétora de objetos voladores no identificados de diversos orígenes – los que habían preocupado a las Trece Familias – maniobrando en los límites del sistema, observando, quizás preparándose para intervenir o huir. Una oleada de fría y vasta curiosidad recorrió la mente del Primigenio ante estas "nuevas variables" en el gran juego cósmico. Pero su objetivo inmediato era otro.
Decidió abandonar la Tierra, al menos en su manifestación más directa y anclada. Quizás la resistencia de los Aluxes y los elfos en la Tierra Hueca, la tenacidad de los magos en la superficie, o la "competencia" de Nyx por la energía del miedo, habían vuelto el planeta momentáneamente... problemático para sus fines inmediatos. O quizás, simplemente, el llamado de Amitiel y la siguiente fase de su plan conjunto eran ahora la prioridad. Así, incluso antes de que Amitiel tuviera la confirmación de la aceptación de la tregua por parte de las facciones de Lira, Cthulhu comenzó su traslado hacia los dominios de su "hermano" Netlin.
En el espacio exterior, los comandantes Saurianos, Grises e Insectoides, cuyas fuerzas estaban al borde del colapso total, recibieron el ultimátum de Amitiel justo cuando sus sensores detectaban la masiva firma energética de Cthulhu moviéndose hacia la flota Netlin, no contra ella. La desesperación era absoluta. Continuar luchando contra Amitiel significaba ser aplastados entre dos horrores cósmicos.
"¡Aceptamos!" fue la respuesta casi unificada de los supervivientes de Lira, una mezcla de alivio amargo y una profunda y creciente desconfianza. "¿Una tregua? ¿Ahora? ¿Para darle 'paso seguro' a Cthulhu?" El cambio repentino en la táctica de Amitiel era sospechoso hasta la médula. ¿Qué juego estaba jugando el Netlin? ¿Era esto una trampa aún mayor? Pero no tenían otra opción. Sus flotas estaban destrozadas, sus mundos perdidos o amenazados.
Con una disciplina nacida de eones de guerra, las naves de Lira cesaron sus ataques, retirándose a una distancia prudencial, observando con recelo cómo la colosal Nave Nodriza Netlin mantenía su posición, esperando.
Amitiel, en su trono de luz y sombra, observó el desarrollo con fría satisfacción. El Primigenio se mueve según su propia y vasta inercia, pensó. Predecible en su hambre, en su poder. Y las alimañas de Lira... aprenden el significado de la prudencia, aunque sea tarde y bajo coacción.
Ahora esperaba la llegada de Cthulhu. Juntos, su Orden Absoluto y el Caos Primordial del Vacío, se volverían contra las desorganizadas y debilitadas fuerzas de Lira, para barrerlas del sistema y luego, quizás, volver su atención combinada hacia la pequeña y molesta joya azul llamada Terra y sus inesperadamente resistentes defensores. La tregua era solo una pausa táctica en una guerra de aniquilación.