Yo tomé su nombre

Santuario Élfico Lunar, Profundidades de la Tierra Hueca

La transformación de Eleonora era casi completa. La oscuridad opresiva de Nyx se había replegado como una marea menguante, revelando una figura más frágil, más humana en su esencia élfica lunar, aunque sus ojos aún guardaban la tormenta de eones de poder y sufrimiento. Morgana Le Fay y Sorcha de la Mano Carmesí la observaban con una mezcla de asombro y cautela. La anciana sanadora elfa, Lyraella, continuaba aplicando bálsamos luminiscentes sobre las últimas cicatrices etéreas.

"Aria..." La voz de Eleonora, ahora más suave, teñida de una profunda melancolía, rompió el silencio. Su mirada buscó la de Morgana. "Debéis entender... mi preocupación por ella... no es la de una simple maestra por su alumna."

Respiró hondo, como si se preparara para desenterrar un secreto largamente guardado. "Para comprender mi lazo con Aria," comenzó, "debéis conocer a otra Eleonora. La verdadera Eleonora."

Morgana y Sorcha intercambiaron una mirada de sorpresa.

"Ella era... luz encarnada," dijo Eleonora, y una calidez nostálgica tiñó sus palabras. "Pura, sabia, infinitamente compasiva. La conocí hace mucho, mucho tiempo, cuando yo misma era una joven hechicera errante, llena de ambición pero también de una profunda soledad, buscando un propósito más allá de los grimorios y el poder por el poder. La verdadera Eleonora era la guardiana, la vigilante del Orfanato de Umbría – o más bien, del pequeño y aislado refugio que Umbría mantenía en secreto para niños con dones mágicos innatos y a menudo peligrosos, aquellos cuyas familias no podían, o no querían, entenderlos. Era un santuario de paz en los límites del Bosque de la Primavera, cerca de las antiguas ruinas que algunos decían que conectaban con otros mundos."

Los ojos de la Eleonora que narraba se llenaron de un asombro reverente al recordar. "Su magia... la de la verdadera Eleonora... era como la que ahora siento despertar con tanta fuerza en Aria, pero madura, serena, perfectamente controlada. Era especial, pura como la de Aria. No provenía de la escuela de los elementos ni de los complejos rituales arcanos que Umbría enseñaba. Era una magia que emanaba directamente de su espíritu, una conexión innata y armoniosa con la Rejilla de la Vida, con la esencia misma de Gaia. Podía calmar las tormentas del alma con una canción, sanar heridas profundas del espíritu con una simple mirada, y las flores más raras y hermosas parecían florecer a su paso, incluso en la tierra más yerma."

"Y allí, en ese refugio de luz y sabiduría, estaba Aria. Primero una bebé envuelta en mantas tejidas con hilos de luna, luego una niña pequeña con un indomable cabello de fuego que parecía capturar el amanecer, y unos ojos verdes que veían demasiado, que sentían demasiado. La verdadera Eleonora era su abuela. La amaba con una devoción feroz, protectora, absoluta. Yo pasé muchos años en ese refugio, primero como aprendiz de la verdadera Eleonora, luego como su ayudante y amiga. Y vi a Aria dar sus primeros pasos, pronunciar sus primeras palabras, manifestar sus primeros e incontrolables destellos de poder."

"La abuela Eleonora sabía que Aria era un ser especial," continuó Eleonora, una sonrisa triste en sus labios. "Sabía que su poder innato era inmenso, quizás incluso peligroso si no se guiaba con un amor y una sabiduría infinitos. Yo también lo veía. Y ella, la verdadera Eleonora, cuidaba mucho de Aria, pues sabía que era su nieta, la última descendiente de un linaje antiguo y poderoso que la propia Eleonora intentaba proteger de las sombras del mundo."

Su expresión se ensombreció. "Pero la luz siempre atrae a las sombras más oscuras. Un día, llegaron. No eran magos ni criaturas sobrenaturales conocidas. Eran hombres, silenciosos, eficientes, con ojos fríos como el acero y armados con una tecnología que neutralizaba la magia. Unos hombres armados llegaron y se llevaron a la verdadera Eleonora. Hubo una lucha. Ella nos defendió, defendió a los niños del orfanato, con un despliegue de poder puro que hizo temblar la tierra. Pero eran demasiados, y estaban preparados para su magia."

Las lágrimas, ahora sí, comenzaron a rodar por las mejillas recuperadas de la Eleonora que hablaba. "La vi caer... su luz menguando... y luego... se la llevaron. Desapareció sin dejar rastro, solo la devastación, el miedo y el grito desgarrador de la pequeña Aria llamando a su abuela."

"Su último grito fue el nombre de Aria. Y su última mirada hacia mí, mientras la arrastraban, fue una súplica silenciosa, un traspaso de responsabilidad: 'Protégela'."

"Ella, la que había jurado proteger a Aria, su abuela, se había ido. Y yo... yo estaba allí. Con Aria, una niña de apenas unos pocos años, aterrorizada y sola. Y con los otros niños del orfanato, igualmente desamparados."

"En ese momento," la voz de Eleonora se quebró por la emoción, "hice mi propio juramento sobre las ruinas de nuestra paz. Yo tuve que hacerme cargo del orfanato. Usé toda la magia que poseía, todos los conocimientos que la verdadera Eleonora me había enseñado, para poner una protección mágica poderosa alrededor del lugar, para hacerlo parecer desolado y olvidado a los ojos del mundo exterior, para borrarlo de los mapas mundanos y de los senderos mágicos, con la desesperada esperanza de que quienes se llevaron a Eleonora no regresaran por la niña, por la joya más preciada de su abuela."

"Me hice cargo del orfanato por un tiempo, criando a Aria en el aislamiento, intentando ser para ella la protectora que su abuela ya no podía ser. Luego, comprendí que necesitaba más poder, muchos más aliados, si quería proteger verdaderamente a Aria de las fuerzas que habían destruido a su abuela y que, sin duda, algún día vendrían por ella. Fue entonces cuando mi camino comenzó a desviarse, cuando mi búsqueda de poder me llevó a los Magos Rojos, al Caos... a convertirme en Nyx." Suspiró profundamente. "Ahí, en Umbría, la escuela principal a la que finalmente llevé a Aria para que su poder fuera formalmente entrenado, esperaría el momento, para que se convirtiera en la maga poderosa que su linaje y su espíritu prometían, mientras yo, desde las sombras, intentaba construir un escudo lo suficientemente fuerte para protegerla de un mundo que no entendía."

Concluyó, sus ojos encontrando los de Morgana y Sorcha, llenos de una infinita tristeza y un amor inquebrantable. "Pero antes de que se llevaran a la verdadera Eleonora, antes de que mi propio camino se torciera tanto, yo le juré proteger a Aria. Y como muestra del amor y el inmenso cariño que le tenía a la verdadera Eleonora, mi mentora, mi amiga, mi hermana en espíritu... yo tomé su nombre. Para que su legado de protección y sabiduría no muriera del todo. Para que siempre hubiera una 'Eleonora' velando por Umbría y, sobre todo, por Aria. Y así, de alguna forma retorcida por el destino y mis propias y terribles elecciones posteriores, me convertí... en la figura materna que Aria conoció y, me temo, la que también traicioné de la peor manera posible."

Morgana y Sorcha escucharon en un silencio atónito. La historia era desgarradora, una tragedia de amor, pérdida, sacrificio y juramentos sagrados. Ahora entendían la profundidad de la conexión de esta Eleonora con Aria. No era una simple alumna; era el legado viviente de un amor perdido, una promesa sagrada, la nieta de la mujer cuyo nombre y manto había tomado en un intento desesperado por protegerla. Y esa protección, ahora lo veían, había sido el motor oculto de muchas de las acciones de Eleonora, incluso en su descenso a la oscuridad como Nyx.