El "Gran Rey Anu"

Kúr'Gal, Archivos Profundos de Ki'Gal, Tierra Hueca - 

Una semana había transcurrido desde que Enki desvelara la impactante verdad sobre el origen exiliado de los Anunnaki y la naturaleza de Nibiru como un planeta-cárcel. Esa semana, el pequeño grupo de la superficie –Merlín, Aria, Quetzal y el Lireano Kael'Thara–, bajo la tensa y a menudo enigmática guía de Enki, se había adentrado aún más en los archivos prohibidos del Kúr'Gal. Enlil, aunque recuperándose lentamente en los centros de sanación de Ki'Gal, había concedido un acceso reacio a ciertas secciones, quizás por la insistencia de Enki o por un pragmatismo nacido de su reciente y humillante derrota.

Estaban en una cámara de consejo más pequeña y antigua dentro de la ciudadela, cuyas paredes estaban cubiertas no de proyecciones holográficas, sino de intrincados bajorrelieves en metales desconocidos que parecían narrar la historia Anunnaki de una forma más... cruda.

"Nos hablaron de Nibiru como un planeta-prisión, Enki," dijo Merlín, rompiendo un largo silencio mientras contemplaba una escena de Anunnakis trabajando bajo un sol opaco y rojizo en un paisaje desolado. "De la desesperada necesidad de oro para su atmósfera. ¿Cómo, entonces, surgió su padre Anu, de entre un pueblo tan fracturado y exiliado, como el 'Gran Rey' indiscutible cuya palabra era ley?"

Enki apartó la mirada de los relieves, y una sombra de antigua complejidad cruzó sus ojos dorados. "La crisis atmosférica en Nibiru era... terminal. Nuestro escudo protector se desvanecía, la radiación cósmica nos estaba acabando. El oro de Terra, pulverizado y dispersado en nuestra alta atmósfera, era la única solución viable que nuestros científicos pudieron concebir. Una tarea titánica, que mi padre supervisó con una eficiencia implacable desde Nibiru, mientras Enlil y yo dirigíamos las operaciones en Terra."

Hizo una pausa, el recuerdo de aquellas eras de desesperación y esfuerzo sobrehumano reflejándose en su rostro. "Y funcionó," admitió Enki, un eco de antiguo alivio en su voz. "Después de décadas de su tiempo, siglos para nosotros por los viajes y la órbita de Nibiru, el oro extraído por... sus ancestros... comenzó a estabilizar nuestra atmósfera. El pánico en Nibiru disminuyó. La supervivencia de nuestra raza parecía asegurada, al menos por varios milenios más."

"Fue en ese momento de euforia general y alivio planetario," continuó Enki, y su voz adquirió un nuevo y oscuro matiz, "cuando la verdadera naturaleza del poder de Anu se manifestó."

"Nibiru, antes de la solución terrestre, era un hervidero de facciones. El Consejo de Ancianos, los líderes de los clanes exiliados originales, los nuevos señores de la guerra que surgieron de la desesperación... todos competían por el control. Anu, aunque de linaje noble y un científico brillante, era solo uno entre muchos, un líder de facción influyente, pero no un monarca absoluto."

Una media sonrisa amarga se dibujó en los labios de Enki. "Pero Anu era un maestro del... oportunismo cósmico. Mientras las celebraciones de salvación resonaban en nuestras ciudades de cristal bajo la nueva y dorada atmósfera, él actuó."

"No fue una conquista militar abierta. Fue más sutil. Usó la gratitud y la dependencia del pueblo, que lo veía como el salvador. Presentó la 'Misión Terra' no solo como una necesidad de supervivencia, sino como prueba de su 'liderazgo divino'."

"Convocó un Gran Cónclave de Unidad en la capital de Nibiru, Eridu, supuestamente para celebrar la salvación y trazar el futuro. Todas las facciones asistieron, bajando la guardia. Y allí, con una oratoria que podía mover estrellas y una lógica que desarmaba cualquier oposición, Anu propuso la 'Unificación Final bajo un Liderazgo Singular y Probado'. Él, por supuesto."

"Aquellos que se opusieron," la voz de Enki se volvió gélida, "fueron... 'convencidos'. Algunos con promesas de poder. Otros... con la revelación de 'traiciones' o 'fallas' durante la crisis, información que los 'leales' a Anu habían juntado con cuidado. Y unos pocos, los más difíciles, simplemente... desaparecieron en 'accidentes desafortunados' o fueron exiliados a las lunas más inhóspitas de nuestro sistema bajo cargos de 'intentar dividir al pueblo en su hora de triunfo'."

"No fue una coronación sangrienta," concluyó Enki, "sino un golpe de estado ejecutado con la precisión de un ingeniero genético y la retórica de un sumo sacerdote. Cuando el Cónclave terminó, Anu ya no era el Primer Científico o el Líder del Clan del Águila Dorada. Era Anu, el Rey Único de Nibiru, el Soberano Absoluto de los Anunnaki, el que había 'salvado' a su pueblo y ahora los guiaría hacia un 'destino glorioso' entre las estrellas, un destino que, muy convenientemente, implicaba la continua explotación de mundos como Terra."

Un silencio asombrado llenó la cámara. Merlín, Aria y Quetzal intercambiaron miradas, la sorpresa y un nuevo nivel de temor reflejándose en sus ojos. La historia de los Anunnaki era de supervivencia, sí, pero también de una astucia política y una crueldad estratégica que rivalizaban con las de cualquier tirano terrenal o cósmico. El "Gran Rey Anu" no era un simple monarca; era el arquitecto de un imperio construido sobre la necesidad, el engaño y una voluntad de poder implacable. Y Enki y Enlil eran sus hijos, formados por esa misma y terrible herencia.