Tras la pista de un científico desaparecido

Zona del Silencio, Desierto de Chihuahua, México -

El aire en la Zona del Silencio vibraba con una quietud que era a la vez sanadora y profundamente inquietante. Seraphina y Rafael, los padres de Aria, habían emergido del cañón del tiempo alterado sintiéndose extrañamente renovados en cuerpo, pero con sus almas cargadas de una nueva y pesada comprensión de la maleabilidad de la realidad. Las respuestas directas sobre el paradero de Eleonora o de Aria no se habían materializado como palabras o visiones claras, sino como una profunda sensación de que los hilos del destino eran mucho más complejos y entrelazados de lo que jamás habían imaginado.

Don Elías, el anciano chamán que los había guiado, los observaba con sus ojos negros e insondables, que parecían contener la sabiduría de las estrellas del desierto.

"Habéis sentido cómo el Gran Misterio dobla el tiempo a su antojo," dijo finalmente, su voz grave como el retumbar de un trueno lejano. "Pero las respuestas que vuestros corazones anhelan con tanta desesperación, el paradero de la Guardiana Antigua y de vuestra hija, la Ix K'iin, no residen únicamente en los ecos del espíritu que este lugar sagrado revela."

Seraphina sintió una punzada de impaciencia mezclada con temor. "Entonces, ¿dónde, Anciano? Hemos recorrido mundos y tiempos buscándolas."

Don Elías asintió lentamente. "La mujer que conocisteis como Eleonora, la abuela de vuestra hija, fue una luz poderosa, una tejedora de magia pura conectada a la esencia de Gaia. Su desaparición, como la de muchos otros que portaban una llama similar de conocimiento y conciencia, no fue un simple accidente del destino, ni una partida voluntaria. Fue... una cosecha selectiva."

El chamán se giró, su mirada perdida en el horizonte vibrante del desierto. "Si queréis entender la red de sombras que atrapó a vuestra Eleonora, y por ende, el peligroso camino que vuestra hija Aria ahora recorre, debéis seguir el rastro de otro 'hombre de conocimiento' que se acercó demasiado a la verdad de la Rejilla Universal, y que también fue... silenciado."

Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran. "Id a la Gran Tenochtitlán, la ciudad de ciudades, la que ahora llamáis Ciudad de México," indicó Don Elías, con un leve gesto de su mano nudosa hacia el lejano sur. "Allí, entre el laberinto de hormigón, acero y almas incontables, buscad los ecos olvidados de un hombre llamado Jacobo Grinberg. Indagad qué pasó realmente con él, con sus investigaciones, con sus teorías que rasgaron el velo de la realidad percibida. Él es una clave importante en este oscuro rompecabezas."

Rafael frunció el ceño. "Jacobo Grinberg... He oído ese nombre en los círculos más esotéricos y discretos de la Hermandad Blanca. Un científico brillante, un neurofisiólogo que se atrevió a explorar la conciencia más allá de los límites de la ciencia materialista. Desapareció hace décadas, ¿no es así?"

"Sí," confirmó Don Elías. "La desaparición de Grinberg dejó muchas preguntas sin respuesta, muchos hilos sueltos en el tejido de lo que vosotros llamáis 'realidad'. Sospecho, con la certeza que me otorga el viento del desierto y los susurros de los espíritus de este lugar, que quienesquiera que se lo hayan llevado – esos tejedores de sombras que sirven a un poder oculto en la cúspide de vuestro mundo y que temen la luz de la conciencia despierta – son los mismos que también se llevaron a vuestra Eleonora."

"No fueron eventos aislados," continuó el anciano chamán, su voz adquiriendo un tono más grave y urgente. "Fue una purga sistemática, una cacería silenciosa. Los que se llevaron a Grinberg, los que se llevaron a Eleonora, son los mismos que han intentado suprimir cualquier persona que supiera demasiado sobre la magia antigua, sobre el verdadero manejo de la conciencia, sobre la naturaleza de la Rejilla que sustenta vuestro mundo y que ahora está siendo profanada y disputada por horrores cósmicos y la ambición desmedida de tiranos estelares y terrenales."

Don Elías se acercó a ellos, sus ojos negros brillando con una intensidad casi dolorosa. "La Rejilla debe de ser la clave para entender todo esto. Grinberg la tocó con su ciencia y su valor. Vuestra Eleonora la conocía a través de su magia pura y su conexión con Gaia. Vuestra hija Aria, ahora, sin saberlo del todo, está resonando con ella de una forma nueva y potencialmente transformadora. Quienes temen la Rejilla, quienes buscan controlarla para sus propios fines egoístas o destruirla por miedo a su poder liberador, son vuestros verdaderos enemigos, y los de ella."

Un nuevo camino, peligroso y lleno de incertidumbre, se abría ante Seraphina y Rafael. La Ciudad de México, un monstruo urbano de millones de almas, parecía un destino aún más desalentador que las profundidades de la Tierra Hueca. Pero si seguir el rastro de un científico desaparecido décadas atrás podía llevarlos a Eleonora, o a comprender la naturaleza de la organización que los había perseguido durante tanto tiempo, estaban dispuestos a enfrentarlo.

"Jacobo Grinberg..." repitió Seraphina, el nombre ahora grabado en su mente. "Si quienes se lo llevaron son los mismos que tomaron a Eleonora... entonces seguir su rastro, por frío que esté, podría llevarnos a ella... o al menos, a la verdad detrás de su desaparición, y quizás, a una forma de ayudar a Aria."

Don Elías asintió una última vez. "Id con cuidado, Hijos de la Hermandad. La ciudad es una selva de un tipo diferente, con depredadores más sutiles en sus engaños pero no menos letales en sus intenciones. Buscad los ecos de Grinberg en los lugares donde la ciencia y el misterio se tocaron. Y que el espíritu indomable del Desierto y la claridad de la Zona del Silencio afilen vuestra percepción y fortalezcan vuestra voluntad."

Con una última mirada a los chamanes y al paisaje atemporal que los rodeaba, Seraphina y Rafael se prepararon para un nuevo y peligroso viaje. Su búsqueda de Aria y Eleonora los llevaba ahora desde la mística quietud del desierto hasta el caótico corazón urbano de México, tras la pista de un científico desaparecido cuyas teorías sobre la conciencia podrían ser la clave para desentrañar un misterio que abarcaba generaciones y amenazaba con consumir el mundo.