Laboratorio Oculto de Jacobo Grinberg, Coyoacán, Ciudad de México
La mención de los alumnos de Jacobo Grinberg en Cancún había encendido una nueva llama de esperanza en Seraphina y Rafael. Era una pista tangible, una conexión directa con el epicentro de la resistencia actual. Pero la sombra de la desaparición del propio Grinberg, y su posible vínculo con la de la abuela Eleonora, seguía pesando sobre ellos.
"Señora Cerezo," dijo Rafael con cautela, "¿Don Elías sugirió que el Dr. Grinberg es una 'clave'. ¿Qué fue exactamente lo que descubrió? ¿Qué verdad lo hizo tan peligroso para aquellos que... lo silenciaron?"
Ruth Cerezo suspiró profundamente, y la vivacidad de sus ojos se vio momentáneamente empañada por un dolor antiguo y una pizca de temor reverencial. Se levantó y caminó hacia una pizarra cubierta de ecuaciones matemáticas complejas, diagramas de campos neuronales y extraños símbolos geométricos.
"Lo que Jacobo estaba investigando en sus últimos meses," dijo, su voz bajando casi a un susurro, como si temiera que las propias paredes del laboratorio tuvieran oídos, "era... explosivo. Inquietante incluso para nosotros, sus más cercanos colaboradores, que estábamos acostumbrados a sus saltos intuitivos y a sus teorías que desafiaban los cimientos de la ciencia establecida."
Hizo una pausa, reuniendo sus pensamientos. "Él creía, con una convicción que rayaba en la certeza, haber descubierto algo impactante, algo que no solo reescribía la historia de México de una forma radical, sino que también sugería una interacción mucho más profunda y prolongada de la humanidad con... 'otros' inteligencias, de más allá de este mundo."
Seraphina y Rafael intercambiaron una mirada de asombro.
"Sus investigaciones finales," continuó Ruth, "lo llevaron a una conclusión que, incluso ahora, me cuesta articular por su enormidad. Porfirio Díaz." El nombre del legendario presidente y dictador que había gobernado México con mano de hierro durante más de treinta años flotó en el aire. "Jacobo había acumulado una serie de evidencias –textos olvidados, testimonios crípticos de linajes indígenas, análisis de artefactos anómalos y, crucialmente, ciertos patrones energéticos recurrentes en lugares clave– que lo convencieron de que Díaz probablemente no era completamente humano. O, al menos, que estaba profunda y directamente influenciado, quizás incluso sirviendo como un conducto consciente, para una inteligencia extraterrestre que había operado en México durante su largo mandato, y quizás mucho antes."
Un silencio atónito llenó la pequeña habitación.
"Esta línea de investigación, tan herética como suena," explicó Ruth, "lo llevó a ciertas... investigaciones extrañas que ya habían tenido lugar décadas antes por otros exploradores de lo oculto, y que él mismo retomó con renovado fervor, en la ciudad portuaria de Tampico, en Tamaulipas. Un lugar, como quizás sepan por las leyendas locales o los círculos más... peculiares... con una historia muy particular en lo referente a fenómenos inexplicables."
"Tampico," elaboró Ruth, "tiene la notable y estadísticamente casi imposible distinción de que, durante más de medio siglo, quizás más, nunca es tocado directamente por los grandes huracanes que con tanta frecuencia devastan otras partes del Golfo de México y el Caribe. Las tormentas más feroces, los ciclones de categoría cinco, se desvían inexplicablemente en el último momento, o pierden fuerza de forma abrupta justo antes de llegar a sus costas, como si una mano invisible los apartara."
"Jacobo, al igual que otros investigadores de lo anómalo antes que él, conectó este fenómeno con los persistentes y numerosos testimonios locales, transmitidos de generación en generación, sobre extraños OVNIs, luces misteriosas en el cielo y objetos sumergibles no identificados, que al parecer cuidan activamente esta ciudad, emergiendo del mar o descendiendo de las nubes para 'desviar' o 'disolver' las tormentas antes de que puedan causar daño significativo. Él estaba convencido de la existencia de una base alienígena submarina, o quizás subterránea, en la zona de Tampico."
Ruth hizo una leve sonrisa irónica. "Claro, siempre ha habido otras explicaciones más... pintorescas o terrenales que se ofrecen en el folklore local. Algunos piensan que es porque la esposa de Porfirio Díaz, Doña Carmelita Romero Rubio, nació y creció allí, y que él, utilizando algún poder oculto que poseía o la influencia de sus 'patronos' no humanos, protegió su ciudad natal como un gesto de afecto. Otros piensan, de forma más directa y quizás más acertada, que simplemente era, y sigue siendo, la base de una raza extraterrestre la cuál está custodiando activamente el lugar por sus propios motivos estratégicos, y que cualquier conexión con Díaz era secundaria, o una consecuencia de su propia naturaleza alienígena o de sus pactos."
"Pero Jacobo," concluyó Ruth con voz sombría, "creía que la conexión Díaz-Tampico-OVNIs-protección contra huracanes era fundamental y directa. Que Díaz, como posible 'agente' o incluso un híbrido de alto rango, había asegurado la protección de esa zona por ser un enclave vital y estratégico para sus 'amos' estelares. Y tememos que Jacobo estuviera a punto de obtener pruebas irrefutables de ello, o de descubrir la verdadera naturaleza de esa raza protectora de Tampico, cuando... desapareció."
"Creemos," dijo finalmente, y sus ojos brillantes se llenaron de una antigua pena, "que fue esta línea de investigación – la posible naturaleza alienígena de una figura histórica tan crucial como Porfirio Díaz, y su conexión con una aparente y activa base OVNI en Tampico que protegía la ciudad de los elementos – lo que selló su destino. Estaba a punto de revelar algo que las Trece Familias, o sus verdaderos amos (ya fueran el 'Ojo que Todo lo Ve' o alguna facción Anunnaki o Netlin que operara en las sombras), no podían permitir bajo ninguna circunstancia que saliera a la luz pública."
Seraphina y Rafael se miraron, una nueva y terrible pieza encajando en el rompecabezas de su búsqueda. No solo la humanidad había sido "mejorada" por los Anunnaki; parecía que otras razas alienígenas habían estado presentes durante siglos, influyendo en la historia, protegiendo enclaves, quizás incluso colocando a sus propios agentes en las más altas esferas del poder humano. Y Jacobo Grinberg, al igual que la abuela Eleonora, había pagado el precio por acercarse demasiado a esas verdades prohibidas. El camino hacia las respuestas se volvía cada vez más peligroso y extraño.