¿Qué más saben?

Búnker Secreto Bajo los Alpes Suizos -

El eco de la confesión de Lord Ashworth sobre el verdadero "Ojo" y la imprudente invocación de Cthulhu aún flotaba como un miasma tóxico en la sala de guerra de las Trece Familias. El terror a las consecuencias de sus propias acciones había reemplazado temporalmente sus amargas disputas internas. Ahora, la atención de El Director, y por ende la del Consejo en pleno, se había centrado en los "activos arcanos" que mantenían prisioneros en las profundidades de su inexpugnable fortaleza.

Sofía y Diego ya habían sido conducidos a otra sala para un interrogatorio más "especializado" y, sin duda, menos diplomático. Los guardias de élite regresaron entonces a la celda donde Isabel y Ricardo, los dos magos de la Hermandad Blanca de Querétaro, esperaban con una tensa y sombría resignación.

Fueron llevados a la misma sala de interrogatorios, fría y esterilizada, aunque ahora el ambiente era diferente, más cargado. Ya no había un solo interrogador humano presente; a través de una enorme pantalla holográfica que ocupaba una pared entera, los rostros severos y expectantes de varios miembros clave de las Trece Familias los observaban como halcones desde sus tronos de poder repartidos por el globo. Ashworth, Von Hess, Tanaka, Herrera… incluso la presencia invisible pero opresiva de El Director se sentía a través de la fría perfección de la conexión de video.

"Magos de la llamada Hermandad Blanca," comenzó la voz metálica y sin inflexiones de El Director, cortando el silencio sin preámbulos. "Sus compañeros de celda, los curanderos de Catemaco, han sido... informativos, a su particular manera. Pero ustedes, según nuestros registros y la naturaleza de su captura, pertenecen a un linaje más... doctrinario, más versados en las profecías antiguas y en la historia oculta de este planeta. Así que les pido, les exijo, que sean directos."

Lord Ashworth tomó la palabra, su tono ahora desprovisto del sarcasmo que había usado con sus pares, reemplazado por una urgencia fría y cortante. "Queremos respuestas concretas. ¿Qué fue lo que pasó realmente allá afuera? No nos den sus interpretaciones místicas o sus lamentos poéticos. Háblennos de los hechos. ¿Qué sucedió en realidad para que el mundo que conocíamos esté ahora al borde de este precipicio de locura?"

Isabel miró a Ricardo, quien asintió levemente, cediéndole la palabra. "Lo que ha sucedido, honorables (si es que tal palabra aún tiene algún significado para ustedes) señores," comenzó Isabel, su voz sorprendentemente firme a pesar de las cadenas de supresión mágica que sentía en su aura, "es el cumplimiento inevitable de ciclos cósmicos que su propia ceguera, su propia e insaciable ambición, han acelerado de forma catastrófica."

El Barón Von Hess golpeó la mesa en su extremo de la videollamada, su rostro enrojecido. "¡Ahórrense los sermones y las culpas! Nuestros archivos, recuperados de sus santuarios profanados antes de que pudieran quemarlos todos, indican claramente que su facción de magos, su tan mentada 'Hermandad Blanca', tenían esas profecías sobre un despertar, sobre un cataclismo cósmico que, según sus propios textos sagrados, ¡ustedes tenían el solemne deber de detener!" Su voz se elevó, cargada de una acusación furiosa. "¿Por qué fallaron? ¿Por qué no pudieron cambiar esa realidad que ahora nos amenaza a todos?"

Ricardo soltó una risa amarga, un sonido seco que resonó en la sala de interrogatorios. "Cambiar la realidad, dicen ustedes. Como si fuéramos dioses omnipotentes. Nuestras profecías hablaban de un tiempo de gran desequilibrio, sí, un Pachakutik cósmico, cuando el velo entre los mundos se rasgaría y los Antiguos Horrores del Vacío intentarían reclamar la creación. Nuestro deber ancestral era vigilar esos velos, fortalecer los sellos energéticos de Gaia, mitigar la influencia de las estrellas oscuras, y guiar a la humanidad para que su propia luz interior, su K'uh, pudiera resistir la marea de la noche eterna."

"Pero las profecías más antiguas también hablaban de 'catalizadores'," añadió Isabel, sus ojos violetas fijos en las figuras de la pantalla, con una mirada desafiante que no se amilanaba. "De aquellos que, en su soberbia y su sed de control, jugarían con fuerzas que no comprenden, que abrirían puertas dimensionales que debieron permanecer cerradas por toda la eternidad. ¿Acaso no se están describiendo a ustedes mismos, señores de las Trece Familias?"

"No nos interesa su teología barata ni sus evasivas culposas," intervino Tanaka con su habitual frialdad analítica desde el holograma. "Lo que nos concierne directamente es cómo esa realidad que no pudieron, o no quisieron, detener, pudo habernos afectado a nosotros, a las Trece Familias, desde hacía mucho tiempo, y cómo nos afecta ahora de forma tan crítica. ¿Sus profecías mencionaban nuestro papel específico en este gran y terrible drama? ¿Hablaban de nuestro fin... o de nuestra necesaria continuación como guías de este planeta?" El pragmatismo egoísta de su pregunta era tan transparente como el cristal.

Una sonrisa sombría, casi imperceptible, se dibujó en los labios de Ricardo. "Las profecías más antiguas de la Hermandad, aquellas que se susurraban en la lengua secreta de los Nahuales antes de que sus linajes siquiera aprendieran a contar el oro y las tierras que ahora poseen, hablan de que todos aquellos que juegan con el poder del universo sin comprender su verdadera fuente sagrada, sin respetar el equilibrio fundamental y las consecuencias kármicas de sus actos, terminan siendo devorados por la misma maquinaria que intentaron controlar con tanta arrogancia." Miró a cada uno de los rostros proyectados en la pantalla. "¿Acaso esa descripción no los pinta de cuerpo entero a ustedes, honorables señores del mundo?"

Isabel asintió, retomando la palabra. "Nuestros textos hablaban de una 'Sombra Detrás del Trono del Mundo', una influencia corruptora que se alimentaba de la ambición de los gobernantes de la Tierra, haciéndoles creer que eran amos cuando en realidad solo eran peones en un juego mucho más vasto y antiguo. Y advertían claramente que cuando esa Sombra fuera desafiada por sus propios instrumentos, o cuando intentara ser reemplazada por un horror aún mayor del Vacío..."

El miedo, crudo y desnudo, se reflejó por un instante fugaz en los ojos de varios miembros del Consejo en la pantalla. La idea de que sus propias acciones, su propia historia secreta de manipulación, hubieran sido predichas, que su destino pudiera estar sellado por antiguas profecías de una orden mágica que ellos mismos habían intentado destruir y ahora necesitaban desesperadamente, era una píldora insoportablemente amarga.

"¿Qué más saben?" demandó la voz metálica de El Director, cortando el tenso silencio que se había instalado. "¿Qué saben de la entidad Cthulhu? ¿De los seres Netlin? ¿De la guerra que se libra en los cielos sobre nosotros y en las profundidades bajo nuestros pies?"

Isabel y Ricardo intercambiaron una mirada rápida y significativa. Estaban en manos de sus enemigos, sí, pero poseían un conocimiento, fragmentos de una verdad ancestral, que estos tiranos ahora necesitaban con una urgencia que rayaba en el pánico. La ironía era casi sabrosa, a pesar del peligro. La partida de ajedrez mental, la negociación por la información que podría salvarlos o condenarlos aún más, apenas comenzaba.