Las llaves de un conocimiento

Búnker Secreto Bajo los Alpes Suizos

Isabel y Ricardo, los magos de la Hermandad Blanca, observaron con calma la reacción de las Trece Familias a su revelación sobre Lemuria y Mu. La mezcla de asombro, incredulidad y una creciente inquietud en los rostros holográficos era exactamente lo que esperaban. Sabían que estaban pisando terreno peligroso, pero la liberación de la Anciana Eleonora y la supervivencia de su Hermandad dependían de que estos amos del mundo comprendieran la verdadera magnitud de la crisis.

"Continentes perdidos, civilizaciones primigenias..." Lord Ashworth fue el primero en romper el silencio, su voz ahora desprovista de su habitual suficiencia, teñida de una cautela casi palpable. "Es... mucho que procesar, incluso para nosotros. Pero, ¿cómo se conecta esta... prehistoria mítica con la amenaza actual de Cthulhu, con los Netlin, con el 'Ojo que Todo lo Ve' que nosotros mismos intentamos... reemplazar?"

Ricardo asintió, su mirada fija y penetrante. "Creemos que en realidad, la entidad que ustedes veneraban, o a la que servían, como el 'Ojo que Todo lo Ve' – y que nosotros, a través de nuestros propios estudios y los ecos de la historia Anunnaki que hemos logrado descifrar, identificamos con la influencia controladora y ordenadora del Anunnaki Enlil en su faceta de legislador cósmico para Terra – fue, a su vez, y quizás desde tiempos inmemoriales, obligada, corrompida o sutilmente dirigida por una fuerza aún mayor, una conciencia más antigua y voraz: Cthulhu."

Un grito ahogado escapó de los labios del Barón Von Hess. Otros miembros del Consejo se agitaron visiblemente en sus asientos.

"¡Insolencia!" tronó Von Hess, su rostro congestionado de ira. "¿Cómo se atreven a hablar con tal falta de respeto del Gran Arquitecto Universal, la inteligencia ordenadora suprema a la que nosotros, y nuestros antepasados durante incontables generaciones, hemos dedicado nuestro servicio y a la que tanto respeto le debemos? ¡Él nos dio la estructura! ¡Él nos guio a través del caos de la historia humana!"

"Con el debido respeto a sus... 'creencias' y a su 'servicio', Barón," replicó Isabel, su voz serena pero firme como el acero, "nuestra Hermandad Blanca ha estudiado los ciclos de influencia cósmica y las jerarquías de poder oculto durante mucho más tiempo del que sus familias llevan contando su oro y sus influencias políticas. Creemos entonces que fue Cthulhu, en un ciclo anterior de su despertar, o quizás a través de sus heraldos primordiales que ya operaban en las sombras de este universo, quien intervino y dejó esta tarea compleja y terrible a los príncipes Anunnaki, tanto a Enki como a Enlil, pero sobre todo a Enlil en su rol de 'Ordenador', la tarea de la extracción adrénica sistemática de la humanidad."

"Quizás Enlil, en su orgullo Anunnaki y su obsesión por un 'Orden' perfecto, creía genuinamente servir a un ideal superior que él mismo representaba o que emanaba de su padre Anu," continuó Ricardo. "Sin comprender del todo que estaba siendo, en última instancia, un instrumento de un hambre mucho más vasta, mucho más antigua, la del propio Vacío que Cthulhu encarna."

"De hecho," añadió Isabel, consultando una imagen mental, un recuerdo de los anales más secretos de la Hermandad, "nuestros registros, fragmentos que sobrevivieron a muchas purgas y cataclismos, sugieren que Enlil, después de haber establecido su linaje de Faraones-Dioses en Kemet, en el antiguo Egipto, para anclar su 'Orden Divino' en Terra, se infiltró o extendió su influencia directa a otras culturas emergentes que mostraban un potencial particular para la generación de energía psíquica y devocional."

"Uno de sus... 'profetas' o agentes humanos más efectivos en esa era," prosiguió Ricardo, "fue un hombre llamado Moisés. Un iniciado en los misterios más profundos de los templos egipcios, uno que creía firmemente en la visión monoteísta de Akhenaton y Nefertiti – el mismo sistema de control unificado que el propio Enlil había orquestado. Moisés, actuando bajo la supuesta 'guía divina' de una entidad que se hacía llamar 'Jehová' (una de las muchas máscaras y títulos que Enlil adoptó a lo largo de las eras para interactuar con diferentes culturas), mantuvo a estos primeros 'llamados pueblo de Dios' errantes y aislados en el desierto durante cuarenta largos años. No solo para forjar una identidad tribal y una lealtad inquebrantable, como cuentan sus escrituras, sino, crucialmente, para crear un nexo de energía psíquica concentrada, un foco de devoción constante y... sustento físico y energético."

Isabel asintió, sus ojos violetas brillando con el peso de ese conocimiento prohibido. "Nuestros registros más antiguos y fragmentarios indican que durante ese prolongado periodo en el desierto, el 'dios de la montaña humeante', Enlil en su disfraz de Jehová, era alimentado ritualmente por este 'pueblo elegido' con ofrendas muy específicas y diarias: cinco litros de vino fuerte y tres corderos selectos, sin mancha. Un tributo físico que, más allá de su valor material para un ser Anunnaki en la Tierra, generaba una inmensa y constante energía devocional, de sumisión, de esperanza y miedo, que él absorbía y quizás, a su vez, canalizaba hacia sus propios amos en la oscuridad."

A lo largo de esta asombrosa exposición, las expresiones en los rostros holográficos de los miembros de las Trece Familias habían pasado de la ira y la incredulidad a una creciente y palpable sorpresa, y luego a un desconcierto absoluto. Todos se empezaban a sorprender profundamente por la historia que ellos, Isabel y Ricardo, conocían con un detalle, una coherencia y una perspectiva mucho mejor y más antigua que la que las propias Trece Familias, con todas sus vastas redes de inteligencia y su supuesto control sobre los secretos del mundo, jamás habían poseído. Se dieron cuenta, con una punzada de humillación y temor, de que la Hermandad Blanca no eran simples místicos idealistas, sino verdaderos y meticulosos historiadores de lo oculto, guardianes de una verdad mucho más grande y terrible de lo que jamás habían sospechado.

Tanaka-san, el tecnócrata japonés, podría haber murmurado a Herrera, el patriarca latinoamericano, a través de un canal privado: "Su comprensión de la... teo-política Anunnaki y su conexión con nuestras propias mitologías fundacionales es... alarmantemente precisa. Mucho más profunda y detallada de lo que 'El Consorcio' jamás nos informó o pareció saber."

La balanza de poder en esa sala de interrogatorios había cambiado sutilmente. Los prisioneros ahora parecían poseer las llaves de un conocimiento que sus captores necesitaban desesperadamente para sobrevivir.